Este sábado es 8 de marzo de nuevo y, como es habitual, por estos días hay actos oficiales programados, eventos de todo tipo vinculados a la temática y movilizaciones feministas convocadas en distintas partes del país (y del mundo) para visibilizar las deudas pendientes con las mujeres, las niñas y las adolescentes. Sin embargo, el contexto no es el mismo que el de hace un año.
Si bien el avance de la ultraderecha global ya no es un fenómeno novedoso, en los últimos meses extendió sus tentáculos en el poder con la elección de Donald Trump en Estados Unidos y Javier Milei en Argentina, dos países que han sido faro en la lucha por los derechos de las mujeres y disidencias, y que hoy ven todas esas conquistas en riesgo o directamente cercenadas.
En paralelo, y envalentonada por esta avanzada conservadora, se robustece en las redes sociales la “manosfera”, ese “conglomerado de subculturas digitales misóginas que se caracterizan por el uso de un discurso masculinista y antifeminista”, como le explicó a la diaria la socióloga e investigadora española Silvia Díaz.
En este contexto de extremos, distintos países –incluidos Estados Unidos y Argentina, pero también otros como España o Corea del Sur– empiezan a identificar como nunca una polarización ideológica entre mujeres y varones jóvenes: ellas se inclinan cada vez más a la izquierda, ellos cada vez más a la derecha. No hay datos que confirmen que esta brecha entre géneros esté instalada en Uruguay, aunque algunas pistas sugieren que vamos –lentamente– por ese camino.
Este 8M también tiene la peculiaridad de que llega pocos días después de que asumió un nuevo gobierno nacional, que toma el mando con tareas pendientes que implican, entre muchas otras cosas, atender a las nuevas modalidades de trabajo que dejó la pandemia y que en muchos casos impactan de manera diferenciada en las mujeres. Asume, además, con la promesa programática de transversalizar la perspectiva de género en todo el Estado, una medida indispensable si la aspiración es, por lo menos, acercarse a una administración feminista.
Finalmente, es un 8M especial porque se conmemora en el marco de los 30 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de la que derivó la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un documento histórico que hizo visibles las desigualdades y violencias “que no miraba nadie” y, concretamente en Uruguay, “amplió las bases feministas”, según rememoraron algunas de las protagonistas locales de aquel evento.