Un grupo de 50 mujeres y disidencias se encontraron en Río de Janeiro a fines de julio para reflexionar y discutir sobre economía política y feminista. Viajaron desde Argentina, Ecuador, Colombia, Chile, México, Paraguay, Uruguay y diferentes puntos de Brasil. La mayoría son economistas, pero también las hay comunicadoras, trabajadoras sociales, sociólogas, antropólogas y politólogas.

Durante cinco días tomaron clases sobre economía feminista, teorías de la reproducción social, decolonialidad, mercado de trabajo, financiarización y deuda. En este recorrido teórico pasaron de lo macro a lo micro, y se cuestionaron en grande: ¿qué es la economía feminista?; ¿cómo la gente se provee para la vida?; ¿por qué se perpetúa este sistema capitalista que nos daña?

La Escuela de Invierno: Debates Contemporáneos de la Economía Política Feminista fue una iniciativa de la International Development Economics Associates (IDEAs), junto con el Núcleo de Estudos e Pesquisas de Economia e Feminismos (Nuefem), del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). También contó con el apoyo del Instituto Eqüit. Fue el primer encuentro de este tipo en Brasil y se organizó con el objetivo de propiciar una masa de pensamiento crítico en torno a la economía política y feminista en América Latina. la diaria estuvo presente.

Cada vez más (y peor) endeudadas

“La deuda es un mecanismo disciplinador de los hogares y los países”, sentenció la economista argentina Corina Rodríguez, que junto con la socióloga argentina Florencia Partenio dirigió la clase “Financiarización, deuda y políticas de austeridad”. Para Rodríguez, cuando “la deuda es la forma de organización de un hogar o un país, el futuro está hipotecado”. Y no sólo eso; agregó que la deuda profundiza el carácter extractivista de los países latinoamericanos: “La deuda [externa] se paga en dólares a través de la exportación de recursos naturales como la soja y los minerales”.

Pero cuando se habla de la economía en los hogares y de la ruta del dinero a nivel microeconómico, según Partenio, es fundamental observar el mercado de créditos, que ha tenido una gran expansión en el último tiempo debido al despegue de la economía financiera sobre la economía real. Es decir, han crecido la especulación, los créditos y la deuda, por sobre la producción y el salario, lo que afecta a los sectores más populares que dependen cada vez más de los créditos y las tarjetas para (sobre)vivir.

Lo que Partenio observa en el trabajo de campo en Argentina es que “los hogares no pueden afrontar los gastos cotidianos. El endeudamiento les ofrece un alivio económico en el corto plazo, pero les produce más desigualdad en el largo plazo”. Ahora el endeudamiento de los hogares populares tiene como objetivo el consumo cotidiano, principalmente en salud, educación y alimentación. Hay que endeudarse para llenar la olla, comprar los útiles para la escuela y las consultas en la mutualista. Es en este contexto que la socióloga advirtió que “los hogares monomarentales con más cargas de cuidados y menos ingresos son los más endeudados”. No sólo eso, sino que, en general, las mujeres se endeudan para el cuidado de los y las otras, sin tener en cuenta el cuidado propio, como puede ser el control ginecológico.

Claro que Uruguay no escapa al problema de la deuda. El grupo de trabajo Endeudamiento ¡Uy! llevó adelante recientemente un estudio sobre las percepciones de los hogares con respecto al endeudamiento. Allí destacaron que más de un tercio de quienes tienen relación con el crédito presentan dificultades para pagarlo. Y la situación de las mujeres adultas consultadas para el estudio tiene varios puntos en común con lo que describió Partenio en el encuentro de economía política feminista.

Florencia Partenio. Foto: Hernán Colazo.

Florencia Partenio. Foto: Hernán Colazo.

En el informe, titulado Interés por intereses: análisis del endeudamiento de los hogares y reglamentación del crédito en Uruguay, se detallan los resultados de un grupo de discusión con 12 mujeres adultas que se realizó en mayo de 2025. Las integrantes de este grupo residen en Montevideo, son de clase media-baja, trabajadoras dependientes y con personas a cargo. Para ellas, “el endeudamiento no se presenta como una elección, sino como una posibilidad para sostener la vida cotidiana y los proyectos familiares”. Endeudarse se convirtió en una necesidad para llegar a fin de mes; como dijo una de las participantes: “En mi casa se está comiendo a crédito desde hace dos años”.

Las razones que podrían explicar la situación de estas mujeres, según el informe, tienen que ver con la precariedad laboral, la sobrecarga de tareas y la imposibilidad de alcanzar una estabilidad económica. Y ¿quién gestiona la deuda en los hogares? Las mujeres. En el grupo “se observa un reconocimiento explícito del mandato de resolver, cuidar y evitar el colapso económico familiar, incluso asumiendo deudas por otros o sirviendo de garantía. Este rol, aunque asumido con compromiso, es también fuente de tensión y carga mental”, se explica en el informe.

A su vez, una de las mujeres consultadas dijo: “Yo estoy en el crédito desde hace muchos años. Y digo: nunca salís. Mentira que salís”. Así se forma la calesita, se paga un crédito con otro crédito, se hipoteca el futuro, y se disciplinan los hogares y los cuerpos de las mujeres.

Cuando la economía es atravesada por los feminismos

“La economía es una de las áreas más masculinizadas. Más que la matemática. Yo recién descubrí la economía feminista en tercer año del doctorado”, dijo la economista brasileña Luiza Nassif Pires, encargada de impartir la clase “Fundamentos feministas para entender la economía”. A pesar de las barreras que transitan, las académicas economistas están haciendo dialogar dos mundos que parecen muy distantes, pero que tienen mucho que aportar el uno al otro.

“El sistema económico reproduce y profundiza la opresión contra las mujeres”, aseguró Nassif. Para ella, cualquier análisis feminista tiene que partir de este punto, y tener presente que “todas nuestras visiones son parciales y están situadas”. Es decir, toda producción está influenciada por el lugar social, histórico y cultural del que forma parte. Para Nassif, una pregunta orientadora en la economía feminista debe ser: “¿Cómo se provee la gente para la vida?”.

Más tarde, la economista y doctora en Sociología Natalia Flores Garrido (una de las organizadoras del encuentro como integrante de IDEAs) se cuestionará qué es la economía feminista en su clase “Teorías de la reproducción social: contribuciones y debates”: “¿La economía feminista es incorporar la categoría de género a la categoría de economía que ya existe, o podemos construir una teoría propia?”.

“Las mujeres no existimos aisladas de la realidad social. El género es algo que se produce, que se hace todo el tiempo, no es estático. No podemos hablar de las mujeres, eso existe sólo de manera ficticia, porque esos cuerpos tienen raza y clase, un montón de características que nos hacen diferentes”, agregó Flores.

Por eso, la economista mexicana reflexionó sobre la situación de los extensos vertederos de basura que existen en Ghana: “No diría que más mujeres se ven afectadas por los vertederos en Ghana, o que los hombres son los que se benefician más de la recolección de basura; ese es un análisis muy mezquino. En tanto feministas economistas con el horizonte en la justicia social, nuestro objetivo no es que las mujeres puedan ir a sacar basura a ese vertedero, sino que ese vertedero no exista. Hay que ver cuáles son los procesos y la estructura que permite que este tipo de fenómenos ocurran”.

Clase financiarización y deuda. Foto: Hernán Colazo.

Clase financiarización y deuda. Foto: Hernán Colazo.

Las teorías de la reproducción social o los cuerpos mercancía

Si hay un elemento central en los debates feministas de los últimos años es el de los cuidados. Y no se puede hablar de cuidados sin hablar de las teorías de la reproducción social, una corriente teórica muy activa en los feminismos desde hace al menos 20 años. “Todas las teorías de la reproducción social son marxistas. Es imposible que no lo sean”, apuntó Flores.

Los estudios de Karl Marx se basan en cómo surge y se reproduce el sistema capitalista, y cómo los modos de producción de todas las sociedades tienen mecanismos que perpetúan las relaciones de poder en el tiempo. La clase capitalista depende de la clase trabajadora para acumular capital, y la clase trabajadora depende de la capitalista para sobrevivir. Ahora, para Flores, en el marxismo “hay poca o nula teorización sobre la reproducción de la mercancía fuerza de trabajo, sobre qué pasa para que esa mercancía se reproduzca”.

Para acercarse a estas teorías, Flores explicó: “El capitalismo depende totalmente de la reproducción social. El capitalismo es reproducción social. No sólo se produce mercancía en espacios como el trabajo, las escuelas, las calles o los hospitales. Una gran parte se produce en la casa a través del trabajo doméstico y de cuidados. Ese trabajo doméstico y de cuidados, ¿qué mercancía de trabajo reproduce? Reproduce la clase a la que pertenecemos”.

“El capitalismo convierte nuestros cuerpos en mercancía” –dirá Flores más tarde–, “y eso es imperdonable”.

Mãe preta, doméstica y mulata

Parece casi impensable que en un encuentro feminista en Brasil no se mencione a Lélia González (1935-1994), una de las más importantes activistas e intelectuales del país, y pionera en las teorías del feminismo negro en América Latina. En la clase “Economía feminista y decolonialidad: debates analíticos y cuestiones metodológicas”, la profesora y economista argentina Margarita Olivera (otra de las organizadoras del encuentro por la UFRJ) explicó algunas ideas fundamentales de la teoría de esta intelectual brasileña.

González profundizó en la interseccionalidad entre racismo y sexismo en Brasil, un país donde fueron llevadas forzosamente desde África más de cinco millones de personas esclavizadas durante la época de la colonia (siglos XVI al XIX). A través de este proceso se colonizaron los cuerpos y el territorio, se “apagaron los saberes de las mujeres” y se inició “un proceso de violencia sexual muy profunda”. Desde “allí se fundó el nuevo modelo económico”, dijo Olivera.

Las consecuencias de ese proceso colonizador siguen presentes en la sociedad brasileña (y latinoamericana) actual. Olivera lo explicó a través de uno de los aportes fundamentales de González, el del mito de la “democracia racial”. Este cuestiona la idea arraigada de un Brasil sin racismo que se evidenciaría en su amor por el samba o en la ausencia de una política de segregación racial como la del apartheid en la Sudáfrica de la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, problematizó la triada mãe preta (nodriza en la época de la esclavitud), doméstica y mulata (en el samba), las tres encarnaciones históricas y simbólicas de la mujer negra en la sociedad brasileña, sobre las que se sostiene el sistema capitalista, desigual y racista.