“A Toresani le dije que vivo en Segurola y La Habana 4310, séptimo piso. No tengo ningún problema en que me venga a buscar. Estoy cansado de los del pico, de que acá son todos guapos, pero cuando hay que poner la cara quieren separar. Que le pregunten a Lamolina a ver si tiene cara. A Toresani le vuelvo a repetir: Segurola y La Habana 4310, séptimo piso, y vamos a ver si me dura 30 segundos”. Esa es la recordada frase con que Diego Maradona, en su regreso a Boca Juniors luego de 14 años, invitó a pelear a Julio César Toresani, tras los dichos en televisión por su expulsión en el partido en el que Colón perdió 1-0 con los xeneizes. Esa tarde del 7 de octubre de 1995 el volante santafesino fue expulsado por doble amarilla tras un entredicho con el astro argentino. “A mí me echó Maradona, y lo que diga Maradona cuando escuche no me importa un carajo, pero quisiera tenerlo enfrente para ver si me dice las cosas que me iba a decir, que me iba a agarrar afuera. Está bien, yo me la banco: lo iría a buscar a la casa”.

La historia quedó en la cancha, porque Toresani jamás lo fue a buscar. Las vueltas de la vida y el buen rendimiento en cancha hicieron que, un año después, el Huevo Toresani fuera compañero de Maradona en Boca. Antes anduvo por Unión de su provincia, Instituto de Córdoba, River Plate, Colón, y luego pasó por Independiente y Audax Italiano para retirarse en Patronato, de Paraná. Luego la carrera como entrenador arrancó en San Martín de San Juan y siguió por Colón, Aldosivi, The Strongest, Sportivo Italiano, Deportivo Madryn, Textil Mandiyú, Liga Deportiva de Loja, Real Potosí, Sportivo Patria y Orense. Ahora, con 51 años, Julio César Toresani será el entrenador de Rampla Juniors, que tiene la llegada de varios jugadores de nivel para afrontar la temporada 2019.

¿Cómo fue tu infancia en Santa Fe? ¿Cómo matabas el tiempo?

Mi infancia fue muy linda y tranquila. Mi viejo era ferroviario y mi vieja ama de casa. Siempre estuve en contacto con un balón y jugaba en Pucará, un club de barrio. Siempre me dediqué al fútbol, y estudié hasta que dejé. Arranqué a jugar en las juveniles de Unión, en Sexta División, y después, con 16 años, me fui a Colón. Con 17 debuté en Primera.

Pasaste por los dos grandes de Santa Fe. ¿Qué cosas se captan en esas formaciones?

Se fue mejorando con el tiempo, hoy los docentes son más profesionales, pero también hay mejores centros de entrenamiento y los campos de trabajo son otros. Soy de la idea de que para tener jugadores importantes y que el club se pueda sustentar hay que trabajar en las divisiones formativas. Si no trabajás y no aprovechás ese tiempo, no tiene sentido. Los mejores entrenadores tienen que estar en las inferiores. El resultado es siempre el resultado, pero se debe trabajar abajo. En la Asociación del Fútbol Argentino las formativas son muy competitivas. Sé que acá también. Uruguay es más chico y saca enormes jugadores que juegan en las mejores ligas del mundo. Sé que acá no son muchos los que apuestan a juveniles. Imaginate si se juntan más equipos a trabajar abajo.

¿Se prepara a la persona en esa etapa de formación?

Se prepara, pero hay realidades distintas. Hoy el pibe, o el gurí, como dicen ustedes, ve más lo que hace Leo Messi, [Edinson] Cavani o Diego Forlán, y no capta la realidad. Para llegar a eso primero hay que trabajar y tener hambre de gloria. Tenés que tener condiciones y que te las perfeccione el docente, el entrenador. Cuando yo estaba en formativas tenía deseos de llegar a Primera División; no era por un tema económico, quería ser alguien en el fútbol. Hoy piensan más en el dinero, en salvarse sin quemar etapas. En eso tienen que ver mucho los padres de los pibes. Hoy los padres de un chico de 11 años se pelean con el entrenador o discuten con el árbitro en lugar de disfrutar. El pibe tiene que jugar y divertirse, después se ve para qué está. Primero tiene que estudiar. Los padres están más preocupados por salvarse con su hijo que por la formación en sí de un joven.

¿Pensás que el estudio, además de ser una opción para quienes no llegan, aporta al futbolista?

El estudio es clave. En Argentina en todos los lugares de concentración los obligan a estudiar. Si tenés la chance de jugar en Primera y podés seguir una carrera paralela, terminás el fútbol y tenés para seguir. Porque te retirás a los 35 años, quizá más. En mi caso fue a esa edad, pero ya sabía lo que podía hacer e hice el curso de entrenador. Si uno puede estudiar, que es un sacrificio estudiar y entrenar, es bueno. En Rampla Juniors, por ejemplo, Rodrigo Odriozola se prepara como docente y da clases en las cárceles; eso es meritorio y un gran gesto. Él cuando deje el fútbol sabrá qué podrá hacer. El estudio también te enseña a manejarte en la vida, a manejarte con el dinero.

Llegaste a Primera como querías, trascendiste y sos alguien en el fútbol. ¿Qué cosas te llevaste para la vida?

Cuando se dice que uno está preparado para dejar el fútbol es mentira. Yo tuve momentos de mucha angustia, mucha nostalgia. Yo podía seguir jugando, pero preferí retirarme bien y dejar el fútbol antes de que él me dejara a mí. Soy un agradecido porque jugué con el mejor, que fue Diego Maradona, pero también estuve con Enzo [Francescoli], o con otros grandes uruguayos como [Gabriel] Cedrés, [Marcelo] Saralegui, el Manteca [Sergio Martínez], Samantha [Héctor] Rodríguez, el Polillita [Ruben] da Silva, Gabriel Migliónico... Grandes fenómenos como jugadores y como personas. Eso me deja mucho. Tuve la posibilidad de estar con enormes figuras. Me acuerdo de Diego Forlán, que pasó de vivir en la pensión del club a tener su apartamento en Belgrano; yo lo pasaba a buscar para ir a entrenar.

¿Y Maradona qué deja?

Estuve un año con Diego. Es una gran persona, gran tipo, y fue muy solidario con el grupo. Es un privilegio haber compartido un equipo, una mesa, un entrenamiento.

¿Fuiste a Segurola y La Habana a buscarlo para pelear, como te dijo cuando terminó aquel Colón-Boca Juniors en el que te expulsaron?

No, no fui [dice riéndose]. Pasé un montón de veces porque era mi camino desde Devoto a Belgrano. Tuvimos ese entredicho, pero después fuimos compañeros y no pasó nada. Quedó ahí eso, lo hablamos personalmente. Lo que pasó fue que discutí y me enfrenté con el más grande. Me enfrenté con Maradona y por eso tuvo trascendencia.

¿En qué momento de esa carrera comenzaste a ver al entrenador que aflora?

Lo ves cuando estás más cerca del retiro. Vas aprendiendo, siempre, hasta hoy. Siempre hay cosas para mejorar y siempre hay que capacitarse. Cuando te vas retirando y hacés el curso ves que cada técnico te dejó algo, siempre. Así sean cosas buenas o cosas que no tenés que hacer, también vos debés poner lo tuyo. Vos te das cuenta de que querés ser entrenador cuando tu carrera está culminando; igualmente no todos tienen las ganas o ese entusiasmo. Jugar a un nivel competitivo, como me pasó en Argentina, es muy lindo pero te estresa mucho.

¿Qué cosas vas agarrando y cómo? ¿Consultás a entrenadores, ves las prácticas con otros ojos?

Cuando iba pensando se me venían a la mente los entrenadores que tuve. Qué hacían en tal trabajo o en la charla. Uno cuando es joven quiere salir a la cancha y comerse crudo al rival. Cuando tenés más experiencia escuchás más, entendés más el juego y leés más el partido. Ahí prestás más atención al entrenador, a su capacidad y a cómo te hacía llegar para plantear un partido. Igualmente, en el fútbol no podemos inventar la pólvora. Hoy en el fútbol hay que correr mucho, pero si la recuperás y no se la das a un compañero no sirve. Después hay que jugar, porque es un juego. Les digo siempre a los muchachos que tienen que correr, meter, jugar, pero sobre todo, pensar.

¿Pero pensás que eso es aplicable en todos los casos?

Sé que acá en el fútbol uruguayo es distinto. Me dijeron que el equipo que descendió el año pasado, Torque, jugaba lindo, que es distinto a jugar bien. Jugar bien es estar bien en todas las líneas, ser equilibrado, ser sólido en defensa, atacar cuando se requiere. Me decían que a ese Torque le faltaba gol. Acá hay que jugar bien y ser efectivo. Después si podés jugar mejor, genial. Me dijeron que acá se tira mucho pelotazo, que no se puede salir del fondo por el nivel de las canchas. Creo que eso va en la intención del entrenador, seguramente ese DT de Torque quería salir jugando o jugar bien. Lamentablemente no se le dio. Acá hay que tener el equilibrio de proteger el cero pero saber atacar, no quedarte atrás. Me pasó en una práctica en Rampla que un central avanzaba con la pelota y no se le movían los jugadores del medio. Entonces le dije que no se sacara la pelota de encima, salvo que lo vinieran a marcar. Tienen que animarse a jugar, y para ello los jugadores de la mitad del campo tienen que tener mayor movilidad. A mí me gusta eso y voy a intentar hacer eso.

¿Cuánto influye lo que puedan hacer los jugadores en eso que planteás?

Después está la impronta del jugador y lo que él aporte. Hay que tener orden, pero durante el partido hay que desordenarse en el buen sentido. El fútbol se gesta en la mitad de la cancha, se juega por las bandas y se culmina en el medio. El lateral, por ejemplo, tiene que marcar, fundamentalmente, pero tiene que ir al ataque por sorpresa. Es todo bonito hablarlo, pero después hay que llevarlo a la práctica. Todos los sistemas serán buenos según el resultado. En Argentina no les gusta el estilo del Cholo [Diego] Simeone; a mí me encanta porque no es un fútbol vistoso, porque se juega rápido y se llega al arco, y andá a hacerle un gol a su equipo.

¿Basta con haber sido buen jugador para ser técnico? ¿Basta con el curso de entrenador?

Creo que hay que capacitarse todos los días. Te retirás y si terminaste el curso tenés que ir a ver entrenamientos e ir a otros países. Yo pude hacer eso, ir a conocer cosas y tener métodos distintos de trabajo. En Europa hay cosas distintas, pero considero que a esas ligas las jerarquizan los jugadores latinoamericanos y los africanos. Creo que no alcanza con ser un gran jugador, con enorme trayectoria, para después ser un gran entrenador. El caso más simple es el de Diego Maradona, que fue el mejor y como entrenador llegó a la selección porque insistían. La verdad es que no tuvimos un buen Mundial, tampoco fue su culpa. Ahora estaba en México y le fue más que bien. No queda otra que preparase y vivir para el fútbol. Yo tuve a [Carlos Salvador] Bilardo, que era un obsesivo, y a [César Luis] Menotti, que era más estratega. Ambos en su manera buscaban lo mejor. Por eso admiro mucho lo que hace Marcelo Bielsa o lo que hizo Daniel Pasarella, porque en su momento la selección jugaba con una dinámica y velocidad impresionantes. Bielsa se va a lugares o clubes no tan importantes, es un docente que deja cosas.

¿Con qué te encontraste en Rampla y en la realidad del fútbol uruguayo?

Es un lugar paradisíaco donde está la cancha con el mar enfrente. Había visto algo parecido en Puerto Montt, en Chile, pero esto es magnífico. El lugar me pareció muy barrial, con gente linda que obviamente te dice que tenés que ganar el clásico. Sé por qué les dicen los picapiedras. Veo a los jugadores y es muy parecido a los argentinos cómo piensan, tienen hambre de gloria. Hay juveniles con ganas de triunfar y hacer las cosas bien. Tengo bien visto a varios jóvenes, y si tengo la posibilidad no se me va a caer nada para ponerlos.

¿Te sorprendió algo?

La gente solidaria que hay cerca del club, siempre un directivo atento a ver qué falta o dando una mano, todo a fuerza de pulmón. Eso te hace tener sentido de pertenencia. Obvio que es fácil tener dinero, pero acá hay gente predispuesta, desde los utileros, directivos o gente anónima que se arrima. Eso es muy importante porque tenés otras cosas. Todo eso me gusta, ojalá que se pueda dar en resultados. Creo que en Rampla, que estuvo en una copa y ha peleado descensos, tenemos que tratar de hacer una buena campaña y después vas viendo. Mi expectativa es la mejor. Es un desafío muy importante. Quiero hacer una muy buena campaña, sólo pienso en eso. O que digan que Toresani dejó algo acá, una huella, algo. Al margen de ser buen entrenador, que pueda dejar enseñanzas a la gente y a los jóvenes, eso es lo fundamental.