“Cuando entro a una cancha sin público, siento lo mismo que cuando de piba acercaba un caracol al oído para escuchar la playa, el viento y el océano. Tal vez sea porque uno de mis mejores recuerdos de fútbol viaja desde un verano cerquita del mar. Si apoyo mi oreja en el césped o acaso en una butaca de la platea, o en un escalón del cemento de la tribuna, puedo oír los sonidos de emociones intensas, de llantos, de risas, de goles, de rabias e impotencias, de melancolía. Si estoy en un estadio vacío, vienen a borbotones recuerdos de fútbol, caen como cataratas, atraviesan el estruendoso silencio de la cancha sin pueblo”. Lo escribió Mónica Santino, está en “La final”, su cuento en Pelota de papel 3 (Editorial Planeta), libro de cuentos escrito por mujeres futbolistas.

Estás palabras que nos permitan abrir la historia son, de alguna manera, el anuncio de que en abril el libro llega a Uruguay. Son un total de 29 cuentos escritos por jugadoras y entrenadoras de fútbol de Argentina, Brasil, Costa Rica, Ecuador, España, Portugal y las uruguayas: Stefanía Maggiolini, Tania Tabárez, Laura Lucas, Carolina Bello, Cecilia Rodríguez y Denisse Legrand. Como antes de entrar a la cancha, las tareas se repartieron así: Maggiolini, exfutbolista y hoy entrenadora, escribió un relato; el tridente Tabárez-Bello-Legrand prologaron cada una un cuento; Laura y Cecilia ilustraron otros.

Aún hoy, más allá de la parafernalia de las redes sociales, hay cosas que se construyen en el simple mano a mano. Nada es tan fuerte como la palabra compañera para que el vínculo sea el vehículo compartido. Entre otros bemoles, me animo a decir que así empezó la historia de Pelota de papel cuando Agustín Lucas, Jorge Cazulo, Sebastián Domínguez y Mariano Soso se contaron la idea: futbolistas que escriban. Y el primer gol: hacerlo de forma colectiva, abriendo la cancha para que la historia tome sus propias alas.

Paula Rodríguez, periodista, editora general de Pelota de papel 3, dice que la idea de este tercer libro fue hija del contagio. “Un coro de voces en la pelea por acceder”, comenta, donde la causa colectiva y militante de un mar de pañuelos verdes luchando por un aborto legal, seguro y gratuito en Argentina fue caldo de cultivo. “El grupo tiene pibas y pibes que sintieron que podían formar parte de un espacio, que es menos ahogante que el fútbol clásico, y contar las propias historias. Decantó solo”, resume.

Sostenía Karl Popper que los hechos son una mezcla de realidad y de la lengua. La realidad sola no sirve. Hay que tener en claro las ideas, sobre todo de lo que se quiere hacer, y defenderlas. Y si no hay pelotas, entonces patear cabezas de muñecas hasta que sea gol, como sugiere este libro.

Pelota de papel 3 trata de contar las propias historias. Autobiográfico, en suma, aunque con narraciones que salen parcialmente de ese registro o, incluso, totalmente, como la de Sol Domínguez, jugadora de Racing de Avellaneda. Nada más intenso que los relatos de 29 mujeres para capturar el lenguaje. Una historia sí y otra también habla de las necesidades, de los estímulos, de partiditos, de frustraciones, de que si está feliz se entrega a la felicidad, de mujeres que gritan fuerte reclamando su espacio. Que gritan, que gritarán, pero sobre todo que gritaron. Si en Argentina el fútbol femenino comenzó a ser profesional, si en Uruguay se está jugando la liga más grande de su historia, eso es porque, parafraseando a Angela Davis, no aceptaron las cosas que no podían cambiar, sino que cambiaron las cosas que no se pueden aceptar. Esa es la libertad.

Lo perfecto es conmover, diría la inmensa Hebe Uhart. No con un producto extraordinario como el mundo en envases, sino con el encanto simple de cuando se expresa la vida. Lo sintetiza perfectamente la introducción al libro que escribió Paula: “​En las ediciones anteriores de Pelota de papel, los cuentos escritos por jugadores tienen en común el rescate de un paraíso perdido: el del puro juego, la infancia, la pelota sin manchas. En los textos de las futbolistas, la infancia no es un paraíso: es el recuerdo de ser expulsadas del paraíso, de que se les negara jugar a la pelota. Ese lugar de pleno acceso al juego está, para ellas, en el futuro. Es una utopía. De paraísos y utopías está hecha esta colección”.