Los primeros que empiezan a moverse son los argentinos en las tribunas; los argentinos, las argentinas, la hinchada. A Messi lo cercan como pueden. Catar con cinco en el fondo, tres para rodear al astro y dos que presionan en el medio de la cancha a los zagueros sudamericanos. No mucho más allá del mediocampo. Aunque saben sorprender una vez que progresan en la cancha, cuando Argentina lo permite con errores, o cuando simplemente afloja la intensidad, o se tira contra las cuerdas digamos. Como si tuviese que recibir siempre algún guante para seguir reaccionando. Un tal Pedro en Catar es insistente. El 10, que supone la figura de los campeones lejanos, Al Haydos, tiene una por encima de Armani que se pierde apenas, cuando todos miraban al línea, al juez, y a los consejeros de las mil pantallas del VAR. Pero mucho antes de las apariciones cataríes en suelo argentino, cayó el primero en los pies de Lautaro Martínez, cuando recién iban 4 minutos y tras un error de tapa de libro de la defensa catarí.

Agüero pudo ampliar y de nuevo Martínez pero todo se mantuvo por la mínima. En el banco argento gente de fútbol: Lionel Scaloni, Ratón Ayala, Aimar, Samuel. Salieris de la ansiedad popular. Argentina con cuatro defensores a la voz de Otamendi, tres en el medio y tres estrellas arriba. Lo Celso y Messi como una sociedad fundamental. Lautaro, la constancia de que el semillero del barrio está vigente. Agüero platinado por alguna promesa de las tantas, sigue sin aparecer con la claridad que urge, pero no deja de ser temible y mundial. La hinchada no afloja, desde el himno hasta la cumbia más popular con letra tergiversada por el fútbol. Sobre los 40 una más, entre el Kun y Lautaro y Saad, al arquero a tientas. Catar es defenderse y admirar. Y si el espacio lo permite, ofender. Con paciencia, entonces, la selección granate se fue arrimando, y tras una infracción del futbolista del Tottenham Juan Foyth, Bassam lo tuvo de pelota quieta pero Armani apagó las luces del intento.

En la tribuna filman cada jugada. Se alzan los teléfonos con la vuelta del segundo tiempo. Catar adelanta su 5-3-2 cuando Argentina vuelve a fallar en la salida desde el fondo. Sin embargo, en la respuesta consigue un tiro libre cerca del área, pero el intento de Messi de pincharla al segundo palo se extingue en los rulos de un defensa rival. Catar agarra confianza pero Argentina es furtivo en ataque. De Paul empieza a aparecer aunque duerme tres centros en el primer palo. Es quien se vincula con el astro rosarino una vez que Lo Celso fue sustituido con el ingreso de Acuña, que amplió la cancha hacia la izquierda. Agüero tuvo una que Saad contuvo a la altura. Las calculadoras haciendo números, combinaciones y probabilidades. Otra de Sergio Agüero desde afuera del área y tras una diagonal, y el arquero otra vez con solvencia.

El duelo es protagonista. El equipo asiático enfría el partido y se defiende, sabe que la ansiedad caerá sobre el final. Mientras, Al Haydos ensaya un túnel en uno de los intentos por desestabilizar. En un error de Foyth en la salida, casi como un espejo del gol argentino, le dejó servido el empate a Afif que pegó mordido. Ninguno de los dos equipos claudica, algo especulan, Argentina es más activo en ataque y Catar en defensa.

Sobre los 80 minutos del partido, Sergio Agüero, peleado con la claridad pero a tezón y magia, tras jugada individual pone el segundo. Apiló cataríes contra la derecha del ataque argentino, y definió tras amagues y quiebres, con un tiro de billar cruzado, al palo más lejano del arquero estirado y en el piso. Se oyó un suspiro de cuarenta millones. Catar con dignidad siguió en tren de adelantar líneas. Argentina se condensó en defensa y el partido se terminó con justicia. En la tribuna y en las villas argentinas de la Quiaca a Tierra del Fuego, la voz barrabrava que entonó el himno, volvió a sentirse en melodías conocidas.