Gonzalo Rubén Bergessio nació en Córdoba el 20 de julio de 1984. Llegó a Buenos Aires y defendió la casaca azul de Acasusso porque fue el equipo del barrio que lo recibió. Sin embargo, años después, llegó el soñado debut en Primera División con la camiseta del marrón de Parque Saavedra, Platense, el calamar del Polaco Goyeneche, que lleva en el nomenclátor de una de sus tribunas populares al viejo tanguero. “Yo jugué en Acassuso en juveniles porque era del barrio donde vivía, y después jugué en Platense en la B, en cada cancha que olvidate. Hoy en día, se sorprenden mis compañeros porque piensan que, como a algunos les pasa, les pegan las canchas donde se juega a veces, pero yo ya estoy acostumbrado, sé lo que son las canchas chicas porque jugué en la B”.

Volvió a su Córdoba natal para vestir la casaca de la gloria, las franjas rojas y blancas de Instituto. Llegó a Racing a fuerza de hacer sonar las piolas y siguió en el tren de vulnerar últimas líneas y sonrojar arqueros. Viajó a Portugal para jugar en el poderoso Benfica y, a pedido de Ramón Díaz, lo repatrió el cuervo, el popular San Lorenzo de Almagro, donde también es recordado por sus goles importantes, que llevaron al Santo de Boedo a las tablas altas de la Copa Libertadores de América. Emigró a Saint-Étienne, de la Primera División francesa. Pasó a Catania, en la bota sobre el Mediterráneo, volvió a Saint-Étienne y nuevamente regresó a Catania. Allí conoció el descenso. Pasó a Sampdoria y saltó el mar para jugar en el Atlas de México antes de volver al fervor de Boedo (aunque la cancha todavía estaba en el Bajo Flores). Jugó en la selección nacional albiceleste en los tiempos del Coco Alfio Basile y en los siempre turbulentos momentos de Diego Armando Maradona en la dirección técnica.

Llegó a Nacional sin prisa, sin pausa y sin ruido, después de un paso fugaz por Vélez Sarsfield. Los rugidos de la “primera hinchada del mundo” fueron bajando desde las alturas del Parque Central con cada suspiro de gol. “La mitad del país es de Nacional y se nota en la calle. Me encontré con un club enorme, que tiene carencias como tiene el fútbol uruguayo en general; el año pasado, por ejemplo, pasamos cinco o seis meses sin cobrar. Hay problemas económicos que afectan a todo el fútbol uruguayo, pero esta dirigencia está trabajando bien, encaminó las cosas y está tratando de mejorar en infraestructura y de cumplir con todo y con todos”.

Con oficio

Curtido en canchas del ascenso y habiendo viajado por el mundo atrás de una pelota deseando el área, al Bicho, Lavandina o Toro no le pesa salir del Parque o del coloso Centenario: “Con Nacional hemos ido a todas las canchas y hemos respondido. En algunos campos te pica mal la pelota, las condiciones no son las mejores y a veces te complica. Pero no nos quejamos”.

Se hizo querer por la hinchada a fuerza de gritos de gol, así como la hinchada de Nacional lo enseñó a querer al cuadro del bolsillo blanco en el lado cordial de las cosas: “Para el clásico en Estados Unidos vino gente de todos lados, algunos manejaron 24 horas para vernos. La gente acompañó como acompaña acá. Nos preparamos bien, hicimos una buena pretemporada, y ahora viene lo bueno, lo que venimos esperando durante un mes. Estamos para pelear de nuevo”.

En el complejo deportivo del Club Nacional de Football que lleva el nombre de los hermanos Céspedes –que se formaron futbolísticamente en Albion y fueron fundadores del bolso de la Quinta de la Paraguaya– los funcionarios se mueven como hormigas laburantes. Un tractor pasa con rumbo a las canchas de arriba con las herramientas llenas de pasto. Otro reposa esperando su turno de motor en las canchas de abajo. De la cocina sale humo con olor a familia, y en la puerta los feligreses esperan a sus apóstoles motorizados que, muy amables, descienden de sus coches para las fotos pertinentes, los abrazos, los pedidos y las promesas. “Por suerte, me ha tocado hacer goles y jugar bien desde el principio, pero ahora me siento más afianzado, con más confianza. Veo que mis compañeros se apoyan en mí, que puedo aportar la experiencia que tengo. Estoy muy feliz con el apoyo de la gente. Hay que tratar de seguir con el envión que veníamos para alcanzar la punta de la anual”, dice el goleador.

Cerca de donde conversamos hay una placa que indica que la cancha que está a nuestras espaldas lleva el nombre de Luis Artime, recordado delantero mendocino, quizá el más laureado argentino de los albos. En los últimos años la presencia de Matute Ángel Morales y de Marcelo Muñeco Gallardo ha engalanado las horas albas. También en la vecina orilla han sabido triunfar los uruguayos. Bergessio analiza los orígenes de “los fútbol” donde radica la diferencia que no opaca ni a unos ni a otros, sino que los ubica en el estilo y en la forma: “Son diferentes los fútbol, pero es cuestión de adaptarse. En Argentina al uruguayo lo hacemos sentir muy bien, y acá pasa lo mismo; a nosotros, los argentinos, nos hacen sentir como en casa, entonces la adaptación siempre es más fácil. La adaptación es todo. Al argentino le gusta el temperamento del uruguayo, por eso llegan a triunfar allá. El argentino quizás es más técnico; el tema pasa por la formación en infantiles. En Argentina se juega mucho fútbol de salón o fútbol en cemento, y se puede pisar mucho más la pelota. Acá es más potrero, más campo natural. Ahí quizá radican las diferencias entre un jugador y otro”.

El goleador, que venía de realizar las licencias C y la B en Argentina, correspondientes al curso de Director Técnico de Fútbol, llegó a Montevideo y tocó las puertas del Instituto Técnico Profesional dependiente de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol (Audef) para continuar su formación. Cuatro noches a la semana, afila el lápiz y clava la vista en el pizarrón igual que lo hace en el área: “Estoy haciendo licencia A. Hice el primer año en Argentina y, cuando me vine, me puse a hacer lo que me quedaba. A fin de año termino con la Licencia Pro. Son un montón de días a la semana, cuatro, eso es lo único. A veces en Audef, y a veces en el campo haciendo prácticos. Veo otras cosas que antes no veía: cómo se para el rival, dónde te dejan los espacios, la táctica, la estrategia. Hay ciertos aspectos de la táctica que me llaman mucho la atención. Algunas figuras son interesantes. En el 4-3-3, por ejemplo, podés parar el mediocampo de diferentes maneras, y después, con las transiciones, todo va cambiando, te cambia la figura constantemente”.

Nacional se alista para ser la sensación de un nuevo torneo en el libro de historia del fútbol uruguayo. Para eso, una preparación en tierras gringas, aunque con un clásico desfavorable, fue fundamental. En el trajín que se viene, con los grandes como protagonistas y los chicos que se preparan para el batacazo, a los que se suman aquellos que siempre son sensación más allá de los colores, Nacional se propone subir en la anual y conquistar, siempre conquistar. Lo saben Bergessio y los suyos. También, más allá de las fronteras del paisito, hay un debe que se añeja y que despierta en la hinchada esa pulsión de deseo desenfrenado: las copas internacionales. Define Lavandina: “En competiciones internacionales Uruguay está alejado de Argentina y Brasil que pelean las copas todos los años. Ellos están mejor parados económicamente, y en las copas se nota la diferencia. Hace tiempo que los equipos uruguayos no pelean instancias importantes; son puntos a mejorar. El fútbol uruguayo tiene mucho por mejorar. Porque no es casualidad que saquen tantos jugadores para todos lados, aunque el fútbol está como está”.