Peñarol fue goleado en Río de Janeiro. Goles prácticamente en el inicio de ambos tiempos, superioridad del rival en todos los sectores de la cancha, fuera atacando o defendiendo, desconexión total para levantar el marcador, cabezas y ánimos bajos. Ese es el resumen de lo visto ayer en el Maracaná, en la victoria de Fluminense 3-1 sobre Peñarol, partido que cerró el mano a mano de octavos de final con un global de 5-2 para los cariocas. Fluminense esperará al desenlace de la llave entre Corinthians y Wanderers para saber quién será su próximo rival.

El conjunto carioca, mal tirando a muy mal en el Brasileirão, encontró su vida útil en el plano internacional. La Copa Sudamericana le cayó como anillo al dedo, como respiro a las críticas y como señales de que buen juego tiene.

En la primera que tuvo la mandó a guardar. Así fue. El bueno de Marcos Paulo, de actuación redonda, aprovechó la dormitada de la última zona carbonera y a los 2' de partido convirtió el 1-0 para el tricolor. Hasta ahí el problema no era tan grande porque, si bien Peñarol tenía que meter dos goles sí o sí -y de no recibir clasificaría directamente- la necesidad de convertir lo que ya sabía le daba la posibilidad de penales. Esa era el resquicio de ilusión que siempre da la vida. Pero no fue, ni cerca.

Cuando el colombiano Yony González puso el 2-0, nada más que a los 27 de la primera parte, fue la desazón. Un golpe anímico continuado, como los de los boxeadores, porque la defensa mirasol sufrió a González en la ida y en la vuelta, no con uno ni con dos, sino con tres goles. El punta recibió un pase profundo de taco de Pedro -porque si es en Brasil y ganando la clase siempre sale y demuestra- y golpeó de derecha, seco, imposible para un Kevin Dawson solo. Misión imposible.

En el inicio, otra vez arroz: jugada que elabora el crack de Ganso, mueven los hilos hacia la izquierda, el siempre trepador lateral zurdo Caio Henrique le gana la espalda a Giovanni González, intenta su gol con remate cruzado, pero ataja Dawson. Marcos Paulo, claro, siempre al acecho, hizo del rebote el 3-0. La brecha grande.

Con orgullo y hasta tozudez, Peñarol intentó lo que pudo. Se fue arriba, ya sin Walter Gargano ni Cristian Rodríguez, a quienes Diego López prefirió sacarlos -seguramente por razones físicas sumadas al resultado adverso-. No logró mayores situaciones de gol, pero lo encontró gracias a una pelota quieta: tiro libre de Canobbio a la barrera, rebota, el volante le da de volea en el aire, la bocha pega en el travesaño, rebota casi adentro y Lucas Viatri, de zambullida, puso el descuento. Nada más.