Cuando se moría el partido 0-0 y nos íbamos a los penales, un increíble penal en el minuto 93 permitió a Vélez convertir en Montevideo –Thiago Almada– y por ese gol, a pesar de que un minuto después lo empatara también de penal Cristian Rodríguez, el elenco argentino clasificó, y Peñarol quedó eliminado. Increíble, pero definitivamente no inesperado.

Definir en casa. Todos, la gente del fútbol, saben desde 1960, cuando la primera Libertadores, lo que significa definir como local. Durante 60 años fue considerado a priori como una ventaja en llaves eliminatorias decidir en casa. Claro, durante todas esas décadas los estadios rioplatenses reventaban de gente cuando se jugaba todo. ¿Pero ahora? Sin gente, apenas con unas banderas que georeferencian la localía, en algunos casos con unos DJ que pinchan mp3 con los gritos que la jugada pide, en otros con la banda de sonido de una práctica. Antes, cuando el partido venía para casa tampoco se tomaba en cuenta como elemento definitivo la cantidad de goles que se marcaban como visitante, y entonces si uno no había marcado de visita, no había nervios extraordinarios a la hora de defender el arco propio. Ahora eso pesa más que nada cuando las igualdades en puntos.

Hubo un esperanzador y auspicioso inicio carbonero. La presencia de Matías Britos como delantero por el centro ha sido determinante para el ensamble con acierto de todo el equipo. Britos da una estación de descanso para esperar a quienes vienen de atrás, pero también contagia con su ímpetu y su entrega. También ayuda en estos partidos la capacidad del Cebolla Rodríguez, en su versión veterana de centromedio, porque el lacacino ofrece jerarquía para sostener sus decisiones efectivas. Llegó fluido el equipo de Ruben Paz y hubo un par de peligrosos remates de David Terans que pudo salvar el ecuatoriano Alexander Domínguez.

También atacó Vélez, porque a pesar de la reciente vuelta al fútbol –el de este miércoles fue el tercer partido oficial de los argentinos– el juego de Fernando Gago en el eje central lo permitía. La potencialidad ofensiva de los carboneros se centraba en la rápida circulación hacia las bandas principalmente ocupadas por los laterales, Giovanni González en la derecha y Joaquín Piquerez en la izquierda.

Cuando el chileno Christian Bravo sustituyó al lesionado –y tal vez por eso intrascendente– Jonathan Urretaviscaya, Peñarol tuvo la posibilidad de hacer el 2-1 por ambos lados. En la segunda parte si bien la iniciativa siguió siendo carbonera, a medida que fue avanzando el partido, y tal vez por el cambio de protagonistas que tuvo Vélez –que otra vez como en Argentina colocó en la segunda parte a Ricardo Centurión, Ricky Álvarez y Thiago Almada– el elenco de Liniers creció notoriamente en despliegue de ataque. Igual, nadie esperaba ese penal postrero, ni el otro tampoco. Pero el que definió todo fue el que pasó a gol Thiago Almada. Chau con el gol de visitante, no hubo nada qué hacer ni con el empate del Cebolla. Todo mal.