Graciela Rebollo trabaja en el Departamento de Niñas de la Organización Nacional del Fútbol Infantil (ONFI). Además, es la entrenadora de Liverpool femenino. Su principal interés es fortalecer el lugar de las niñas en el fútbol porque, según comenta a Garra, están “unos cuantos escalones más abajo con respecto a los niños en cuanto a las oportunidades a la hora de practicarlo”. En este contexto, el departamento hizo un plan de trabajo que dio resultados que reflejan un crecimiento exponencial desde 2015 hasta la actualidad.

El Informe de desarrollo del fútbol de niñas entre 2015 y 2019 constató que, en cuanto a clubes, hubo 482% de crecimiento. En 2015 existían cinco ligas que organizaban sus torneos internos en la categoría de niñas, con 45 clubes en los que jugaban 2.200 niñas en todo el país. Montevideo tenía 11 clubes, ocho con sub 11 y sub 13, y sólo tres con sub 13.

La Teja Capurro era la única liga que hasta ese momento formalizaba las categorías internas de niñas. Canelones contaba con 11 clubes. Y la única que organizaba torneos internos era Barros Blancos. El resto tenía fútbol infantil mixto.

En 2019 se dio un crecimiento exponencial. Montevideo pasó a tener 53 clubes que juegan con sus distintas ligas con sub 11 y sub 13, lo que significa 482% de crecimiento. Y, además de La Teja Capurro, se sumaron las ligas Parque, AUFI, Prado y Paso Molino.

Ampliando el mapa, a fines del 2019 se registraron 24 ligas en todo el territorio nacional que juegan sus torneos en la categoría de niñas. Alrededor de 5.500 niñas son las que juegan fútbol en la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) en todo el territorio nacional: 378% de crecimiento en cuatro años.

Armando la jugada

El plan de trabajo desde ONFI consistió en recorrer casi todo el territorio uruguayo.

La estrategia fue dejar de lado el envío de comunicados formales e ir personalmente a conocer cada liga y cada club. Así recorrieron varios departamentos, donde los clubes ponían sobre la mesa las cuestiones que impedían tener categoría de niñas y desde ONFI se los guiaba sobre cómo armarla, además de ofrecer apoyo económico para este proceso.

Lograron que de las 62 ligas actuales en todo Uruguay 25 tengan actividad sólo de niñas. “En lugares como Bella Unión, Tomás Gomensoro, Belén, ya se juegan torneos de niñas”, sostiene Graciela, quien en el camino se encontró con que se repetían las mismas excusas a la hora de no generar un espacio exclusivo para niñas. “Los peros más comunes son el espacio, porque con ocho categorías de varones se complicaba por la cancha, y los gastos, como el pago de los árbitros. Entonces explicamos que la cancha se puede compartir, y ofrecimos la subvención del primer año de arbitraje pago para que el arranque les fuera leve y no tuvieran pretextos”, agrega entre risas que, de fondo, tienen algo de indignación.

Pero uno de los pretextos hace que no aparezca la risa: “No tengo niñas”. Graciela comenta que, cuando le dan ese argumento, “respondo que nacen cantidad de niñas en este país. No todas van a querer jugar al fútbol, como no todos los niños quieren. Si las categorías mixtas las arman por llamados, esto es lo mismo, no hay ciencia, a través de llamados y jornadas las niñas aparecen enseguida”.

Jugar de niñas hace mujeres fuertes

Es común que una buena cantidad de jugadoras de más de 23 años no haya hecho fútbol infantil. Rebollo, por su experiencia, considera que, por lógica, quienes hicieron escuelita son las que se destacan de grandes. Es en la niñez, esa etapa sensible para el aprendizaje, donde la técnica para el juego se adquiere con mayor fineza. “Evita que luego las mujeres más jóvenes tengan que enseñarles a cabecear a mujeres mayores”, pone como ejemplo.

Otro factor importante es lo social, no perder el vínculo que el deporte aporta. “El deporte colectivo tiene un trabajo social que da a la mujer una fortaleza y autoestima que no se la lleva nadie por delante; todos los técnicos de infantiles tratan de inculcarles esto a las niñas y jóvenes. Y en el mixto tienen valores agregados, porque se convive como una minisociedad. Si no estamos los adultos, los problemas que puedan surgir entre una niña y un niño en la cancha los resuelven entre ellos, con mayor naturalidad”, resume.

En cuanto al lugar que el país le da en general al fútbol de niñas y mujeres, Rebollo considera que es bueno. Desde su experiencia cree que se ha mejorado mucho en cuanto a los prejuicios, pero falta, ya que aún se visibilizan situaciones de padres reacios a que las niñas practiquen este deporte porque lo ven como si fuera de varones, o porque hay discriminación desde los clubes: “Hay padres que han llevado a sus hijas al equipo que les queda más cerca y no les permiten participar por no tener cupo, cuando en formativas eso no importa. Eso se debe denunciar, es violencia, para las niñas que se están formando siempre hay lugar”, dice Graciela.

El equipo del Departamento de Niñas también participa en cuestiones externas al juego en sí. Con diferentes cursos, ONFI articula entre los diferentes actores del fútbol infantil. “No es lo mismo cuando un niño ve al padre lavando los platos porque la madre llegó cansada de trabajar, por ejemplo. Lo mismo pasa con las profesiones, los roles de las mujeres o donde nos desempeñamos se tienen que ver con mayor naturalidad, tratamos de que las jugadoras vean a otras jugadoras, a periodistas, a médicas”, comenta, y agrega que, más allá de lo que ONFI puede hacer, la responsabilidad de inculcarle al niño esta naturalidad de ver las cosas es de los adultos: “¿Quién mide que una niña de seis años es más frágil que un niño de la misma edad? Si un niño sube al árbol y se raspa o se cae y se lastima, va llorando, se lo consuela y se lo manda a jugar de nuevo. El gurí se seca las lágrimas y va de nuevo a trepar el mismo árbol. Si eso lo hace una niña, la levantan a upa y la consienten distinto, hasta que ella no vuelve a la normalidad no la dejan ir a jugar, o le sugieren que juegue a otra cosa. Eso es un mensaje a su cerebro, así no aprende movimientos de corrección ante el error”.

Más y mejor camino

Rebollo considera que así como se les exige a los equipos masculinos del fútbol profesional tener plantel femenino dentro del club para poder competir a nivel internacional, se les debería sumar tener por lo menos una categoría infantil. Y basarse para esto en la igualdad; si el niño paga una cuota social y la niña también lo hace, están los mismos derechos y las mismas obligaciones.

“Las excusas se repiten: ‘¿Quién va a agarrarle la pierna a la niña si se lastima?’. Y yo me pregunto, esos padres ¿sólo llevan a sus hijas a pediatras mujeres? Si un niño o niña se lastima, hay que sacarlo del juego y atenderlo. No se puede poner tantos peros porque es buscar peras al olmo”, señala Graciela.

Volviendo al punto anterior, Graciela considera que la profesionalización del fútbol femenino uruguayo se está dando, pero cree que es un error pretender igualarlo al nivel del fútbol masculino. “Se piensa ‘¿por qué pueden tener contratos millonarios y yo no?’. Los contratos los brindan las instituciones, es un mercado de oferta y demanda. Soy mujer y quiero ese espacio, pero esa institución ¿por dónde percibe los ingresos? Las mujeres tenemos que generar algo para que la institución diga que sí. Ese es nuestro derecho y nuestra obligación. Pero también es una realidad que la institución aún no recibe dinero por el femenino, entonces, a la hora de elegir, piensa como empresa, porque lo es. Cuando el fútbol femenino se empiece a televisar o haya buenos patrocinadores, ahí empezaría a rodar esa máquina que es la economía dentro del fútbol”, opina Graciela, quien insiste en la responsabilidad de género para que esa máquina funcione, “de que el producto sea gustoso y se venda. Se está perfeccionando técnica, táctica y físicamente, pero también es importante que más técnicas, empresarias, periodistas, y todas, aportemos para sacar lo mejor de las jugadoras y hacer crecer el fútbol femenino; eso desemboca en un producto mejor que la gente va a querer consumir. Por ahora las instituciones solventan los gastos e incentivan a estudiar, sabiendo que el fútbol va a ser uno de sus trabajos, pero, como en muchas profesiones, va a tener que ser un multiempleo. Hay que trabajar por las que vienen. Esas próximas generaciones van a ser profesionales”, finaliza.

Muchas niñas soñaron con jugar al fútbol y quedó solo en deseo. Para muchas el fútbol fue una utopía, pero algo cambió, y, aunque falta, se transita por un mejor camino, que busca abrir espacios e incentivar a que las niñas jueguen este deporte.

Para el 2020 ONFI espera culminar las visitas pendientes para seguir concientizando en todo el territorio, y para unificar y fortalecer el lazo con la Organización de Fútbol del Interior (OFI), porque hay niñas que van a tener continuidad en lo federado y necesitan tener la posibilidad de jugar en la competencia que tenga OFI para no generar mayor deserción.

El Departamento de Niñas considera que si las niñas tienen las puertas abiertas en todas las instituciones, y conocen el deporte a temprana edad, ellas mismas van a generar la necesidad de jugar en una institución, lo que es imprescindible en un futuro cercano.