Como una ameba multiforme, la masa de trabajadores del fútbol empieza a moverse. La muchachada de la C es la más vulnerable: son alrededor de 500 familias. Tanto para la Mutual como para la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), siempre fueron ajenos; son los desamparados. Sin embargo, la C es una de las almas más antiguas de nuestro fútbol, que cobija recuerdos entrañables de jugadores enormes y canchas mínimas, clubes de antaño con barriadas que gozan de ese pulmón para contrarrestar la rutina los fines de semana.

De esos 500 futbolistas que rotan año a año según los horarios del laburo o las esperanzas, hay unos 200 que están, como se dice, “en la lona”. Hay unas 60 canastas recolectadas y repartidas desde la sede del viejo Salus, en Nuevo París. Algunas son alcanzadas directamente a los futbolistas, otras se las han llevado hasta en bicicleta. En estos días se espera poder cubrir con la totalidad de los más necesitados.

En la B, salario, olla y hambre son conceptos que se suman y hace tiempo no circulaban. El seguro de paro –y la flexibilización para casos particulares– es la única solución que han encontrado hasta el momento los clubes nucleados en la AUF. El panorama es turbio, son unas 400 familias más. Habrá una donación de la Fundación Celeste, que cubrirá las canastas para casos urgentes de la A, todas las de la B y la gran mayoría de la C, aportando al movimiento que ya se viene generando. La forma de recepción y distribución de las canastas está siendo estipulada entre los directivos del gremio y los referentes de los clubes organizados.

El sentido de pertenencia aflora. A la fuerza popular sólo hay que agitarla, más aún cuando la urgencia es ayer y cuando hay sectores a los que la crisis por el virus les pega, en principio, más que a otros. Si esta situación se sostiene en el tiempo, latigazo habrá para todos. La solidaridad no tiene filtros, o es trucha, o es una bandera interminable sin colores. Cuanto más tire la piola global, más fuerte habrá que atarla al alambrado común. De las canchas vacías al amplio cielo sólo cuelga el hilo de humo de una chimenea. En sus cubiles los deportistas se baten entre la deportividad y el mango, entre la perspectiva y los championes.