A la memoria de Alfredo Otonello.

La lluvia se tornó copiosa, por suerte, porque es más poético, digamos, que una lluvia lerda, que una lluvia mansa. Se instaló después del silbato como una constante y peinó el partido que disputaron papales y fusionados en el Prado de Montevideo.

Sobre un lodazal creciente y desparejo, los campeones del 90, dirigidos por un histórico (Jorge Casanova), se plantaron a defender los ataques constantes de Miramar Misiones, que se extendieron hasta la mitad del primer acto.

Miramar Misiones, fusionado desde 1980, jugó con la emoción de volver al mundo donde pertenece, la segunda división profesional. Para ello, el equipo de Richard Pellejero plantó dos temibles delanteros tocayos, el colombiano Yepes y el criollo Ignacio San Martín.

La presión desbordó el vaso medio lleno de una tarde inhóspita. Tras haber rozado las piolas en un gol anulado por fuera de juego, el equipo de Villa Dolores alcanzó el descuento con un gol de antología de San Martín, que descargó los años peleándola, desde unos 30 metros que se metieron en la portería local que defendió como pudo Sebastián Medina.

Bella Vista entonces revoleó el poncho, sacó el cuaderno de historia, y de los pies de Franco Farinasso salió el centro que conectó Juan Sandín, de gran partido, esta vez por los aires. Federico Andrade quiso todo el tiempo, y Bella Vista creció en la cancha con el empate, que lo colocaba en el profesionalismo. Miramar apretó los dientes. Con la igualdad, el destino decía repechaje.

Sobre el final del primer tiempo se entreveró el partido, en la cancha y en las gradas. Todo bajo la custodia de una lluvia intensa.

En los alambres se lavaron los trapos y se nombró a los líneas. Se protestó todo. Para un lado y para el otro. Y hubo algún que otro tumulto por una mezcla folclórica de hinchas en la tribuna local.

El escenario se puso rápido y torpe. Los paraguas pintaron la escena, corrida por el torrente que cayó sobre Montevideo como en una canción de Los Traidores. Casanova tiene el alma brava como un barra, y nada tiene que ver con estos cuadros. Pero esa poesía nos define cada vez que llueve así en esta ciudad.

Miramar Misiones fue al frente, porque hay nombres en su historia que así lo exigen, desde la lejana figura de Misiones, Leandro Andrade, hasta uno de los mayores emblemas modernos de su existencia, el Pelado Carlos de Castro. Bella Vista se sostuvo con Christian Rossi y Rodrigo Brasesco, ambos de gran actuación, y con el cuaderno de historia y una hinchada infalible de las formativas del club detrás del arco.

Pellejero mandó a la cancha a Romario. Bella Vista jugó con el reloj. Sandín fue, quizás, el de mayor criterio. Estuvo todo el partido a un ritmo distinto.

Miramar se mudó a cancha rival. Pidieron penal, tiraron una chilena inadvertida. Hurgaron en el banco la respuesta. En el alambre visitante, la bandera con el rostro de Alfredo Otonello es un amuleto para siempre.

Fue un partidazo, típico de nuestra cultura. El empate depositaba a Bella Vista en el supuesto profesionalismo de la B, pero Héctor Romario Acuña, sobre la hora, metió un cabezazo que nunca va a olvidar. Ni él, ni Gerónimo, ni Marcos, ni La Matera, ni los Domínguez, ni el Pingüino, ni Alfredo Otonello, ahora convertido en una estampita para historias mínimas.

Sobre el final se dieron unos guantazos al borde del área, el tumulto contagió a la gente en las tribunas y el juez mostró tarjetas rojas. Llovieron también proyectiles. Miramar Misiones ascendió a Segunda División, esa es la síntesis. En la hora sentenció el partido con un contragolpe fulminante. La palabra campeón brotó de almas mojadas.

La definición

Con 35 puntos Miramar Misiones es campeón de la Primera División Amateur, dejando en cuarto lugar a Bella Vista, que había arrancado la fecha primero y terminó con los mismos 33 puntos.

Tacuarembó y La Luz, ambos victoriosos en la última fecha, terminaron igualados con 34 unidades y deberán jugar un partido de desempate por el segundo puesto. El vencedor, jugará la repesca contra el penúltimo de la Segunda División, Villa Teresa. El que gane ese duelo interdivisional, jugará en la B la próxima temporada, y el perdedor jugará en la C.