Alejandra Laborda es la futbolista uruguaya con más goles: su total de conversiones ronda en los 630 tantos. La fuente son la propia jugadora, sus entrenadores y sus compañeras, ya que en el fútbol femenino no hay registros oficiales de estadísticas.

Esa escasez de archivos públicos sobre nuestro fútbol de mujeres, hace que muchas veces sean las protagonistas quienes deban contar su historia. En la década de 1990, El País publicaba un recuadro con los resultados del juego femenino del fin de semana. “Yo no tenía plata para comprar todos los días el diario, al igual que las demás compañeras, entonces fuimos formando la historia uniendo los recortes que todas tenemos, pero está diferido”, explica Laborda.

Nos reunimos en un restaurante céntrico de Montevideo. Al momento del encuentro, aparece primero una valija digna de un viaje a un destino lejano, sosteniéndose, una mujer delgada y con una sonrisa tímida. Es Alejandra y sus cientos de recuerdos, de esos que forman la historia. Recortes de diarios, revistas, acreditaciones, un sinfín de camisetas y otras prendas, y por supuesto varios trofeos, medallas, premios, y otros reconocimientos que dan cuenta de la larga trayectoria de la futbolista, que aún no terminó su carrera.

“En su primer día de Reyes, recibió muchos regalos, pero se detuvo en una muñeca. No sabía ni para qué servía, porque aún era bebé, pero le sacó la cabeza y como pudo la pateó. Ese fue el comienzo de esta jugadora”. Así presenta Teresa Ramos a su hija.

Nacía una campeona

En el sorteo de la Asociación Uruguaya de Fútbol para el registro de las primeras jugadoras fichadas en 1996, a Alejandra le tocó el número 12, por Danubio. Hoy, 31 años después, con 42 años, juega en Parque del Plata. Su técnico, Hugo Fernández, que ya la había dirigido en Miramar en 2017, la llamó apenas se formó el equipo el año pasado. No pudo asistir por una lesión en los meniscos y además rechazó las invitaciones a formar parte del cuerpo técnico. “Hasta mi último respiro, voy a jugar al fútbol”, sostiene Laborda, aunque, para las jóvenes del plantel su presencia pionera y goleadora significa mucho.

Se podría decir que su historia comenzó justo cuando nació el fútbol femenino uruguayo, en realidad es al revés: Alejandra es formadora de nuestro fútbol de mujeres. Se trata de la pionera más reconocida a nivel local e internacional.

En 1997 ganó un Premio Charrúa. “Los hermanos varones influyen” se tituló una nota en un periódico de ese tiempo, que contaba la historia de Alejandra.

La aventura con la redonda tuvo inicio a sus nueve meses de edad. Su hermano debía cuidarla mientras sus padres trabajaban, pero él no quería perderse sus actividades y entonces la incluyó en ellas. La bebé iba a partidos de fútbol y siempre terminaba jugando con la pelota, porque desde ese entonces ya manifestaba su amor por el deporte.

Cuando alcanzó la edad en la que los niños varones se inician en la escuela de fútbol, no había lugar para ella. En esa época el baby fútbol para niñas era algo impensado, pero Laborda se las ingenió, y creó un equipo propio, gestionado por ella.

Entonces, si bien podría decirse que su primer equipo fue Danubio, fue así sólo en lo formal, porque su primer conjunto fue el de su barrio, en el que ella, única mujer y capitana, se encargaba de hacer los carnets de cada integrante con trozos de cartón. Quién no contará con esa identificación, no podía acceder al equipo de la goleadora y debía limitarse a jugar en alguno de los otros conjuntos del barrio Parque Rivera.

Foto del artículo 'Alejandra Laborda: la máxima artillera del fútbol femenino uruguayo'

Foto: Natalia Rovira

Entre las tareas que los jugadores debían realizar para mantener el cuadro, estaba recolectar dinero para comprar cal y pintar la cancha, organizar el horario para las disputas de los fines de semana, lo que incluía la previa coordinación con los vecinos que eran fieles espectadores y nunca se ausentaban de los fulbitos de la cooperativa de viviendas Covisunca.

Nadie olvida a una estrella

“Ale, la que nos goleaba”, le gritó un muchacho hace unas semanas en la calle. Era uno de los privilegiados en jugar con ella los picaditos barriales. No es nada difícil recordar a una de las primeras figuras que tuvo nuestro fútbol femenino.

Corría 1996 cuando un dirigente del equipo de la curva pasó en el momento justo en que se llevaba a cabo uno de estos fulbitos y le preguntó a su madre si podía vestir a Alejandra de blanco y negro.

Teresa siempre la apoyó y es hasta el día de hoy su fan número 1. Su padre, en cambio, no estaba conforme con que “su nena” jugara al fútbol, pero no tuvo margen para resistirse. Poco a poco se le fue haciendo costumbre colgarse de algún alambrado para alentarla.

Así, comenzó a formar parte de las mujeres que crearon nuestro fútbol femenino, cuando no había divisionales juveniles y jugaban todas las edades en una misma categoría. Alejandra tenía 12 años y era una delantera goleadora particular: muy delgada y pequeña, siempre fue la más joven de los equipos en los que entrenaba.

En esa época el equipo Amazonas, del Cerro, era el más temido por todas las pioneras. “Andaban con cuchillos, eran todas gigantes”, cuenta, entre risas Laborda. “En la cancha te pinchaba con alfileres, vos gritabas “jueza, un alfiler” y era imposible encontrarlo, se salían con la suya”.

Primeras celestes

Laborda formó parte de la primera selección femenina, con la que viajó a Mar del Plata en 1998 para enfrentarse con Argentina. “En esa ocasión jugamos en el preliminar de San Lorenzo, en la época en la que jugaba el Loco Abreu. Perdimos 3 a 1. Mi gol fue el primero en el exterior de un equipo uruguayo”, recuerda con la mirada llena de orgullo.

No contaban con ningún tipo de apoyo para competir por Uruguay en aquel Sudamericano. “Por eso yo lo que quiero es que las chicas de ahora no pasen por lo que yo pasé, ahora tienen indumentaria, viáticos, baños en los lugares de entrenamiento, entre otras cosas que nosotras no teníamos”.

El Rampla arrasador

Sus dotes en la cancha la llevaron a defender la camiseta del mejor equipo de la época: Rampla. Con el rojiverde se coronó campeona por seis años consecutivos, siendo la única jugadora que participó en todos esos títulos.

En 2000 viajó a Perú a disputar una “Copa de las Américas” en Perú, que luego se oficializó como Copa Libertadores en 2009, en la que también participó con Rampla Juniors. En 2010 fue la segunda Libertadores y Laborda fue invitada para reforzar el equipo de River Plate. Allí fue capitana y goleadora. “Una iba haciendo camino y rompiendo hielo, siempre soñaba con jugar, pero nunca imaginé llegar a ser goleadora”.

Luego recibió la propuesta de viajar a Italia a jugar Fútbol 7, pero tuvo que rechazarla por inconvenientes burocráticos.

Detrás de la Alejandra deportista, estaba la trabajadora. Como hasta el día de hoy “todo el día trabajando en una zapatera, descargando camiones, muy cansada, pero sin dejar de jugar al fútbol”.

En 2013 volvió a la competencia, pero con futsal, también con River. El equipo tenía como técnico a Juancito Castillo, quien ya la había acompañado en Rampla. Castillo escribe a Alejandra como “una referente con todas las cualidades que se necesitan. En todos los años fue goleadora, algo inexplicable”.

En cualquier cancha, pero siempre fútbol

En paralelo, jugaba al fútbol 5 desde 2005, cuando Uruguay fue invitado a participar de un Sudamericano en la disciplina y se armó un equipo para disputar el campeonato. “En ocho prácticas nos enseñaron las reglas, aprendimos a jugar con la pelota pesada y dura. Se armó una selección con jugadoras de fútbol, de handball y demás” cuenta Laborda.

Fueron a competir a San Pablo, y no sólo les fue bien, porque salieron cuartas, sino que además, Alejandra resultó ser la mejor jugadora de esa competencia, arrebatándole el reconocimiento a jugadoras profesionales, que desde hacía años se dedicaban al fútbol 5. Luego formó parte de Río Negro City y de Peñarol, entre otros equipos de esta disciplina.

“Alejandra es referente y está en el podio de las mejores, siempre se distinguió por su manera de moverse, su técnica y táctica. En el futsal eso cuenta mucho, sobre todo acá que no hay formativas” sostiene Luis Silva, el entrenador de Río Negro City.

Nunca se apaga una pasión

En cuanto al fútbol 11, en el 2019 volvió a Rampla, cuando le pidieron que ayudara al cuerpo técnico. “Yo hablaba con las contrarias y les explicaba la línea de offside, como me tenían que marcar, y mi equipo me rezongaba, pero para mí es como una vocación”.

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Foto: Natalia Rovira

“Quiero transmitirles todo lo que yo viví y ojalá ellas no pasen ni por la mitad de lo que yo pasé, yo iba desde el autódromo de El Pinar hasta Lagomar en bici a entrenar. Mis padres me daban todo lo que más podían, porque al fútbol siempre lo puse en primer lugar en mi vida” dice, recordando su mejor época en el fútbol, que implicó siempre mucho esfuerzo de su parte.

Las alegrías y tristezas que le ha dado este deporte son únicas: “Poder mostrarte a vos todo esto, queda mucho más eso que los resultados, las amistades, los reconocimientos en el exterior y demás, son lo que una se guarda para siempre”.

El mayor lugar del corazón

“El fútbol es todo para mí, hasta mi última respiración quiero jugar. Siempre dejé de lado otras cosas, porque siempre me sentí profesional; trabajaba y entrenaba sin parar, corría, me exigía mucho comía y me iba a trabajar de nuevo”, dice.

Esa forma de jugar de manera profesional se plasmó perfectamente en la cancha. Si tenía algún déficit estudiaba y se entrenaba fuera de las prácticas para mejorar en el aspecto que fuera necesario. Esa forma de aprender y de mejorar, la transmite a las nuevas generaciones.

Actualmente lo hace en Parque del Plata. “Recién empezaron el año pasado y ganaron la permanencia. hoy en día agradecida por poder estar con ellas, es un equipo superhumano. Ellas te escuchan, aprovechando mi experiencia”.

El cambio de piso, del fútbol 11 al del fútbol sala, sumado a estar todo el día parada, subiendo y bajando escaleras en su trabajo, le afectó y se lesionó los meniscos, pero eso no le impide jugar.

Referente, amiga y maestra

Laborda recibió un homenaje de parte de sus compañeras y técnicos, para el que grabaron una presentación en formato de video en el que la describen como “la depredadora del gol”.

“La conocí en 2002 cuando llegué a Rampla por primera vez, que era el equipo donde jugaban mis ídolas, el mejor equipo de fútbol uruguayo, compuesto por Sarita Figueras, María Chazarreta, Alicia López y la gran Alejandra Laborda”, dice su ex compañera Jimena Suárez.

Lo mejor que conserva de su vida futbolística son las tantas amistades duraderas, tanto de Uruguay como del exterior. En junio se realizó un foro internacional de pioneras, y Laborda participó en representación de nuestro país.

Diversas futbolistas hablan de Alejandra como una estrella, como la ecuatoriana Andrea Persantes, que la conoció en 2011 en el Sudamericano de futsala. “Nos acercamos con otras compañeras para saber más de ella porque verla jugar era único, era una diosa”, dice Persantes.

Y como las diosas nunca dejan de serlo, Alejandra está muy orgullosa del camino recorrido “por haber estado en todas las etapas con lo difícil que era antes” pero no imagina una vida sin el fútbol y no tiene por qué hacerlo.