El deportista precisa desafíos. Situarse en circunstancias de presión que le permitan conocer su mente y su cuerpo, prepararse para los momentos en los que el máximo rendimiento no es una opción, sino el único escenario posible.

En busca de un desafío están los veleristas olímpicos uruguayos de la clase Nacra 17. Pablo Defazio y Dominique Knüppel pusieron todos sus recursos económicos y esfuerzos para su preparación de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Se propusieron viajar a Europa en marzo del pasado año y encontrar allí la competencia de primer nivel, codo a codo con la flota internacional. El plan, luego, consistía en instalarse en Tokio dos meses antes de los Juegos Olímpicos. Entrenar y competir, competir y entrenar. Todo lo que un equipo olímpico precisa para estar a punto cuando la llama se encienda.

Crisis sanitaria mediante, nada fue como esperaban. Confinados durante dos meses en Francia, vieron limitadas sus posibilidades. Dedicaron sus días al entrenamiento físico y, cuando las autoridades francesas otorgaron permisos excepcionales, pudieron trabajar en el agua. Lo hicieron primero en La Grande Motte y luego en Barcelona, pero siempre entrenando, faltó la competencia. Los campeonatos se suspendieron e incluso el gran sueño de los Juegos Olímpicos se postergó un año.

Su regreso a Uruguay les permitió recuperar la cercanía con sus afectos, disfrutar de la compañía de familiares y amigos mientras recalculaban su ruta rumbo a unos inciertos juegos. Entrenaron en Montevideo en los últimos meses de 2020 y en Punta del Este durante enero y febrero de 2021. Pero el desafío seguía sin aparecer.

Entonces decidieron construirse un objetivo a su medida. Eligieron una fecha y una hora y se propusieron batir el récord navegando a vela entre Punta del Este y Montevideo. Actualmente ese récord pertenece a otro timonel olímpico uruguayo: Ricardo Fabini. Lo consiguió navegando en un barco más grande y con una tripulación también más numerosa. El equipo Defazio-Knüppel lo intentará en un velero más rápido. Con 15 nudos de viento (28 km/h aproximadamente) pueden navegar a 25 nudos (46 km/h), pero esa velocidad tiene su precio. La exigencia física del Nacra 17 es máxima en comparación con la de otras clases de yachting. Navegando colgados del trapecio, una línea asegurada directamente a la parte alta del mástil, hacen contrapeso para soportar los fuertes vientos.

La adrenalina vuelve a recorrer esos cuerpos. Las emociones de competir, en este caso contra el reloj, vuelven a poner a los deportistas a prueba, a empujarlos a la excelencia. Este sábado 27 de febrero, desde las 9.00, cuando recorran la bahía de Maldonado, Pablo y Dominique volverán a exigir el físico y la mente. Si algún despistado por las ramblas de Carrasco, Malvín o Buceo ve a un bólido de velas blancas y azules pasar por el Río de la Plata en el entorno de las 13.00, sabrá que son ellos, persiguiendo el objetivo que se propusieron luego de meses en los que competir no fue una posibilidad. Navegarán ininterrumpidamente durante cuatro horas y sabrán que, una vez más, es el desafío el que moldea a los héroes olímpicos, en el éxito o en la derrota.