Se murió Líber Arispe, y por lo menos yo cumpliré con la alegoría de la película Coco y trataré de mantenerlo vivo para que nunca se apague su recuerdo. Se debe velar la vida de tal forma que viva quede en la muerte.

En 1984 no había teléfonos celulares, no existía internet, no había redes sociales, no había computadoras de un tamaño inferior al de un ropero. Había cuatro canales de televisión –no existía el cable–, cinco diarios de circulación nacional, unas cuantas radios de amplitud modulada y apenas un par de programas diarios de fútbol.

El 1º de setiembre de 1984, Central Español, dirigido por Líber Arispe, consumó la, hasta estos días, mayor hazaña del fútbol de clubes profesionales de Uruguay, al ser, en secuencia, campeón uruguayo de la B y de la A.

Se dio la vuelta olímpica en el Gran Parque Central, fue un lindo jolgorio el vestuario, y después los deportistas, los hinchas, y los dirigentes se fueron cada uno para su casa, para ver el Polideportivo y a Sánchez Padilla, y a comer una pizzas para festejar tan enorme hazaña.

Esos eran y son los campeones del Bola Líber Arispe, una persona de una singular línea de vida, sabiduría, empeño y rectitud, que amalgamó un colectivo sin más brillos y figuras que la cohesión, la vergüenza y los sueños fogoneados por el trabajo de cada día.

El Bolita Arispe tiene una singularísima historia en el mundo del fútbol. Debutó con 16 años en primera división en Colón FC y fue partícipe del primer y único ascenso de los del Reducto. Ese mismo año, en 1964, fue campeón sudamericano juvenil con Uruguay, y después de un primer paso por Defensor, se fue a Independiente de Avellaneda e integró el plantel campeón de la Copa Libertadores que por primera vez ganó la Intercontinental en 1973. Volvió a Uruguay para Nacional y en 1976 fue activo protagonista de la hazaña defensorista dirigida por el profesor José Ricardo de León.

Retirado de la práctica activa del fútbol, se dedicó a la dirección técnica, y en su primera experiencia en primera, consiguió en 1982 el segundo campeonato de ascenso con Colón Fútbol Club. En el primero había sido participante como jugador, y lo había llevado a la A; en este segundo, su primero como técnico, la reglamentación de entonces le impidió el ascenso directo y debió jugar un repechaje con Huracán Buceo, que finalmente se quedó en primera. Fue el primer campeonato sin premio para Arispe. El segundo, como está dicho, fue el de la hazaña palermitana de 1984.

Ese año a Central, para asegurar sus mayores posibilidades de llegar a la Libertadores, le convenía perder con Peñarol, para que los carboneros se quedaran con la Liguilla y evitar que Bella Vista lo consiguiese y se quedase con el cupo directo. Las horas previas a ese juego fueron tan tensas como intensas para aquel plantel que se había encontrado con la gloria con base en esfuerzo y sueños nunca abortados.

Ya en el Centenario, en los vestuarios, en la charla previa a la salida a la cancha de aquel olvidado pero inolvidable partido de diciembre del 84, Líber Arispe reafirmó la oncena titular con los que él creía los mejores para afrontar ese partido de tarde-noche, y así les habló a los campeones: “El fútbol es un deporte que se juega para ganar. ¿Alguna vez salieron a una cancha para perder? ¿Cómo salimos campeones? Salgamos a ganar como siempre, porque será mejor ganar y perder una clasificación, que clasificar y perder la dignidad del fútbol que tanto queremos”.

Central fue ganando casi todo el partido 1-0, y allá a las cansadas lo empató Peñarol. Central es hasta nuestros días el único campeón de Campeonato Uruguayo que no llegó a jugar la Copa.

El Bola los hizo campeones de todo, y de la dignidad y la humildad por sobre todas las cosas.

Trabajador, ser pensante, con convicciones e ideas solidarias y progresistas, Arispe también dirigió a Rentistas y Villa Española. Fue en 1996 y 1997 técnico del Logroñés, cuando el elenco jugaba en la primera división del fútbol de España.

Un crack el Bola, que por siempre seguirá haciendo jugar las ideas y la dignidad.