En el fútbol, al igual que en muchos otros ambientes, existen palabras que de tanto repetirlas pierden su significado. Algunas ya desde el inicio no tenían razón ni sustancia –como los “técnicos trabajadores”– y otras quizás sí, pero en algún tiempo ya lejano. Si centramos el análisis en lo que ocurre fuera de la cancha, hay un término que seguramente ocupa la primera posición: “proyecto”. Los actuales presidentes de Peñarol y Nacional, Ignacio Ruglio y José Decurnex, nombraron esa palabra nueve veces entre ambos en la primera entrevista a ellos como candidatos que sale al buscar en Google.
Sin embargo, un simple repaso por los últimos años del fútbol uruguayo y sus clubes sirve para ver que la gran mayoría, a la hora de gestionar, no respeta la definición de la tan repetida palabra: “Idea que se piensa hacer y para la cual se establece un modo determinado a seguir y un conjunto de medios necesarios”. Una muestra bien elocuente de este desfasaje entre el término y la realidad podría ser el descenso de Danubio y Defensor, que marca el ocaso de los dos mejores formadores de futbolistas de las últimas décadas.
“En el fútbol cualquiera habla de proyectos y la gran mayoría no sabe lo que es, ni armar uno”, dijo a Garra el presidente de la Asociación de Entrenadores, Gerardo Pelusso, que cuenta con más de 35 años de experiencia en la profesión.
El nuevo escenario
Para algunos –analistas, hinchas y protagonistas–, bajo el formato de una sigla aparece algún atisbo de esperanza de ver florecer proyectos deportivos: las sociedades anónimas deportivas (SAD). Su historia dentro del fútbol internacional comienza en España en 1992, cuando el club Valladolid tomó esta forma de gestión, y en la actualidad sólo cuatro equipos profesionales de España son manejados por sus socios y no por un grupo privado. Algo similar ocurre en las demás ligas top de Europa y también en varias de la región.
Como toda tendencia internacional, las SAD llegaron varios años más tarde a Uruguay: el primer club que tomó esta constitución fue Deportivo Maldonado, en 2009. Sobre mitad de la década posterior el fenómeno empezó a consolidarse: primero una SAD logró un título (Plaza Colonia, el Clausura en 2016), después desembarcó en Uruguay el millonario City Group –de capitales árabes, dueño del Manchester City inglés– para gerenciar a Torque, y luego se transformó en algo habitual que entre los clubes ascendidos hubiera alguno bajo gestión privada.
Tanto peso tomó esta sigla que en la temporada recién finalizada cinco de las 16 instituciones que compitieron en Primera División tienen un grupo inversor detrás. Incluso esa relación crecerá de cara al torneo que se inicia en mayo, porque ninguna de las SAD descendió y de los tres ascendidos hay un club que tiene este formato de gestión, Sud América.
El Campeonato Uruguayo 2020 tuvo la particularidad de durar más de 15 meses a causa de las demoras provocadas por la pandemia. Si pasamos raya, por las cinco instituciones gestionadas como SAD pasaron siete técnicos –tres no lo cambiaron–, y en los otros 11 clubes trabajaron 27 entrenadores. Mención especial para Nacional, Peñarol, Defensor y Cerro, que tuvieron tres conductores distintos –también Progreso, pero su DT Leonel Rocco dejó el cargo por una oferta del exterior–.
¿Las SAD dan más estabilidad a los entrenadores? Con base en su experiencia, Pelusso respondió que hay “otro estilo de conducción, más empresarial”, en contraposición a los clubes donde “es todo pasión, los dirigentes son hinchas y se confunden las cosas ante un par de derrotas”. Igual aclaró que en los dos equipos populares que dirigió en el exterior bajo el formato SAD, Universidad de Chile e Independiente Santa Fe de Colombia, también mandan los resultados.
Las reglas del juego
La normativa local que regula las SAD fue dictada en 2001, dentro de una ley de promoción del deporte. El abogado Nicolás Rivadavia, especializado en el tema, explicó a Garra que si bien se contemplan tres modalidades de transformación de los equipos a SAD, la utilizada en todos los casos hasta ahora implica la firma de un contrato entre las partes –usualmente por un plazo superior a diez años– en que se dividen responsabilidades y obligaciones.
“La asociación civil traslada a la SAD el activo futbolístico, que suele incluir los derechos económicos por transferencias, los derechos de televisación [por lo que reciben un ingreso mensual los clubes] y fundamentalmente los derechos federativos sobre los jugadores. No se transfiere el patrimonio, como la sede o el estadio”, explicó Rivadavia.
¿Y qué dan a cambio los inversores privados? La realidad económica del fútbol uruguayo marca que en general asumen el pago de deudas que acarrea el club –que de no pagarlas le impedirían competir profesionalmente–, y también hay casos en que se comprometen a realizar inversiones en infraestructura o a efectuar un pago anual –puede ser ficto o como porcentaje de los ingresos obtenidos–.
Más allá de la fama de país pequeño que forma estrellas para el mundo del fútbol, los aspectos jurídicos e impositivos tienen peso para que cada vez más empresarios inviertan en Uruguay y en la pelota. Adrián Leiza –abogado y dirigente de fútbol que asesora a grupos inversores – detalló en diálogo con Garra que por normativa internacional dictada por la FIFA y por leyes locales, está prohibido que personas físicas sean dueñas de los derechos económicos de los futbolistas. El modelo de SAD permite a los empresarios “registrar en su club a los futbolistas que tienen” y luego negociarlos bajo el paraguas de un régimen fiscal reducido.
Modelos de gestión
El menú de empresarios o grupos que apuestan al fútbol uruguayo es variado. Según repasó Ovación tiempo atrás, hay contratistas uruguayos que manejan varias SAD –Flavio Perchman en Rentistas, Daniel Delgado en Huracán Buceo o Gerardo Rabadja en Miramar Misiones– pero también del exterior, como el argentino Andrés Fassi, que sumó a Atenas al grupo de clubes que administra –Talleres de Argentina y Pachuca de México–, o el sirio-venezolano Edmundo Kabchi, inversor principal de Boston River y también accionista del Albacete español –involucrado en negocios poco claros en su anterior rol de prestamista del Málaga de España–.
Pero también hay SAD con otras lógicas y alejadas de los representantes. Carlos Manta, exjugador y entrenador con más de 20 años de trayectoria, asumió junto al empresario coloniense Roberto Chiqui García la gestión del club Plaza Colonia en 2015. “El primer año fue sólo el plantel principal y al segundo la parte civil del club nos invitó a hacer un contrato de SAD. Lo hicimos por 14 años, nosotros estamos a cargo del fútbol en todos los aspectos, incluidas las formativas. Empezamos a crecer, fuimos campeones [en 2016, del Torneo Clausura, cuando le ganaron a Peñarol en el Campeón del Siglo], y eso nos permitió vender jugadores y luego invertir en infraestructura en los predios que el club nos dio en comodato [préstamo de uso gratuito]. Hoy día somos una sola cosa el club civil y la SAD”, manifestó a Garra.
El gerente deportivo de Plaza Colonia remarcó que la gestión realizada les permite hoy darse “el lujo” de elegir con qué representantes trabajar, e intentar como primera medida realizar ventas de club a club para evitar intermediarios. Además, destacó que el hecho de que un privado maneje el área del fútbol permitió ingresos para que el club desarrolle otras disciplinas, como hockey, vóleibol, natación y boxeo.
Asociado a esto último, en opinión de Javier Noblega, director de Negocios de Montevideo City Torque, suele haber una falsa dicotomía entre los dos modelos de administración de los clubes de fútbol. “Son distintos instrumentos para la gestión, no un fin en sí mismo. Hay SAD que no han hecho nada en lo social y otras que sí, y lo mismo con los clubes”, expresó. Al momento de la llamada de Garra, se encontraba en el vacunatorio que Torque instaló en su academia deportiva –inaugurada recientemente– para inmunizar a personas con síndrome de Down, imitando una iniciativa que realizó Manchester City.
Con billetera
El caso de Torque sin dudas tiene aristas muy distintas a otras SAD, por el hecho de que tiene por detrás a un grupo que viene invirtiendo decenas de millones de dólares en el mundo del fútbol, que ya gestiona 11 clubes y tiene presencia en todos los continentes.
“Hubo un compromiso de inversión a largo plazo del City Group. La pata fundamental de ingresos es la venta de futbolistas, y para lograrlo el razonamiento fue que precisábamos jugar de una cierta forma, que desarrolle físicamente y técnicamente al jugador. Se apostó a un staff de entrenadores en formativas y a mejorar la infraestructura”, repasó Noblega. El reciente éxito deportivo –Torque peleó el último Clausura, clasificó a la Copa Sudamericana y avanzó de fase la última semana– reafirmó ese camino, y subrayó que “el proyecto recién está empezando”. Lo innegociable, según expresó, es la línea de juego. “Por encima de cualquier resultado, jugamos de una forma, y si no estás de acuerdo no es el club indicado [para trabajar]”, remarcó.
En la última temporada ocurrió un movimiento inédito dentro del fútbol uruguayo: Santiago Rodríguez, formado en Nacional y que debutó en 2019, fue vendido a Montevideo City Torque por 3,5 millones de dólares. El monto es una muestra del poderío económico de la novel institución, fundada en 2007 y que pasó a ser gestionada por el City Group en 2017, y una amenaza para las lógicas que dominaron al fútbol local por décadas, concentrando el poderío en los dos cuadros con más hinchas.
Haciendo caja
Una ecuación inversa de algún modo vivió Rentistas, SAD que comparte con Plaza Colonia la distinción de haber levantado un trofeo, al coronarse campeón del Torneo Apertura 2020. Más allá de tener una gestión privada y el respaldo de un representante, no escapó a un mal histórico de nuestro fútbol: la vidriera que significó el título para muchos futbolistas tuvo como contracara que diez salieran al exterior en el transcurso de la temporada. Esa sangría llevó a que Rentistas estuviera cerca de descender, sin embargo se repuso y, tras ganarle la semifinal a Liverpool, logró clasificarse a la próxima Copa Libertadores, con lo que embolsó tres millones de dólares.
Los vaivenes que vivió Rentistas son una muestra de lo dinámico que puede ser el fútbol. También Manta se refirió a esto al contar una curiosa situación: hace tres años se discutió permitir que el campeón de la Segunda División pudiera jugar una copa internacional, y varias de las instituciones que votaron en contra pasado el tiempo descendieron, y otras que defendían ese premio actualmente compiten en Primera División.
“En el fútbol todos toman decisiones buscando sacar ventaja”, reflexionó, quizás revelando el principal motivo de la decadencia del fútbol local, más allá de que sean dirigentes o capitalistas los conductores de turno de cada institución. El gerente deportivo del club coloniense es contundente en su diagnóstico: “En Uruguay se han enriquecido muchos empresarios y los clubes han desaparecido”. El tiempo dirá si las SAD reafirman esa lógica o llegaron para cambiar el rumbo e instalar proyectos de verdad.