El 13 de mayo de 1990 jugaban el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado en el estadio Maksimir, en Zagreb. Dice Diego Mariottini sobre el partido: “Domingo caliente de primavera, en todos los sentidos. El estadio que se encuentra frente al Parque Maksimir está a punto de acoger uno de los derbis del campeonato yugoslavo. Entre los dos conjuntos y sus aficiones hay antiguas rivalidades y enemistades, sentimientos que van mucho más allá del fútbol. No solo se enfrentan dos equipos, sino dos pueblos, dos religiones (la católica y la ortodoxa), dos lenguas parecidas pero diferentes, quienes detentan el poder político y quienes quisieran tenerlo. [...] Lo que sucede aquella tarde es considerado, incluso desde el punto de vista histórico, como el inicio formal de la desintegración del Estado unitario. Se trata, como mínimo, de un evento que evidencia lo que va a ocurrir en el exterior. Señal funesta del futuro de un país”.

La pelota como método. Siempre. Para contar lo bueno, en ciertos casos, y para reafirmar lo malo, como en este libro, Dios, patria y muerte - El fútbol en la guerra de los Balcanes (Altamarea), muy bien escrito por Mariottini, que cuenta mucho más que el partido antes mencionado.

Hace rato que la violencia es la norma dentro del fútbol. También hace igual o más rato que venimos debatiendo si el fútbol está como está porque se parece a la sociedad o si sólo es problema del fútbol. Nos sentimos culpables y nos lavamos las manos a la vez. Todos. Rozando los dos conceptos, más allá de los debates que están pendientes, sobre el fútbol y las conductas de quienes lo rodean, dijo Pablo Alabarces a la diaria que “la violencia deja de ser un exceso y pasa a ser un mandato. Si esto se comprende como lógica que regula la práctica, entonces esta lógica me obliga a pelearme”. Agitado como si fuera un cóctel molotov, ese es uno de los puntos de este libro.

Del detalle a la historia

No, la guerra de los Balcanes no empezó por un partido de fútbol. Es más compleja la historia: para que una gota derrame el vaso, este antes debe ser llenado. Además, las guerras comienzan por las palabras.

Quien no esté muy al tanto de lo que pasó antes y después en aquel lugar del mundo llamado Yugoslavia bien podría considerar este libro una novela de esas buenas, en las que existe un personaje como guía para contar la(s) historia(s), personaje que podríamos llamar Željko Ražnatović, alias Arkan.

Como la realidad supera a la ficción –y este libro viene a ratificarlo–, para quienes sí conocen cómo se desmembró aquella república de socialismo “amable” para terminar siendo Croacia, Bosnia, Eslovenia, Serbia, Macedonia del Norte, Montenegro y Kosovo, conocer la carrera de Željko Ražnatović será un aliciente especial: Arkan es uno de los criminales (de guerra) más grandes del siglo XX y mucho tuvo que ver en la guerra de los Balcanes.

La vidriera

¿Por qué Arkan es importante en esta historia? Porque su posicionamiento político y paramilitar empezó a gestarse en las tribunas. No es novedad que el fútbol sirve como vidriera y escuela para la vida pública. Acá en las orillas del charco tenemos dos ejemplos de presidentes de clubes que llegaron a presidentes de naciones: Tabaré Vázquez y Mauricio Macri.

Salvando las distancias, representante de la peor escoria del barrabravismo, Ražnatović potenció su carrera como hincha del Estrella Roja. Arkan también fue delincuente, ladrón y asesino. Empezó su carrera bajo el mandato de Tito, y la consolidó con Slobodan Milošević después. Sí, Arkan trabajó para los servicios secretos yugoslavos. Por eso es el hilo conductor de esta triste historia balcánica.

Lo último y paro con el spoiler porque hace a la cuestión: Ražnatović, bajo la influencia de Milošević, formó un ejército paramilitar con el cual hizo todas las atrocidades de guerra que se puedan imaginar. Ese ejército, llamado los Tigres de Arkan, fue integrado por miles (se cree que fueron aproximadamente 10.000) de hinchas del Estrella Roja. La estupidez fanática, la banalidad del mal siempre vigente.

Vale este libro para repasar la historia en los Balcanes, entre la guerra, la geopolítica, las religiones, sea ortodoxa, católica, musulmana o la del fútbol. Valen estás páginas, también, para ver la corrupción que campea antes, durante y después de que la pelota se mueve. Sirve, además, para cuestionar los lugares que muchas veces elegimos dentro del fútbol. Porque sí: probablemente no terminemos siendo genocidas, pero no podemos ser tan estúpidos de alentar violencias.