Cuando entró a la cancha, miró deslumbrado a la tribuna. Estoy seguro de ello porque mis ojos le estaban haciendo un seguimiento particular a Agustín Álvarez Martínez, el chiquilín que debutó con la celeste a los 20 años.

El Canario estaba en su estadio, no en el Campeones del 47, sino en el Campeón del Siglo, e igual oteaba de lado a lado hacia las tribunas. No se precisaba demasiada investigación del porqué de la ensoñación del goleador hacia las tribunas: el partido con Bolivia, el de su debut con la selección, fue apenas su segundo partido con gente en las tribunas. El Agustín Álvarez de San Bautista debutó en la primera división del fútbol uruguayo un año atrás, en setiembre de 2020, cuando la pandemia ya nos había corrido de las tribunas.

“El aficionado es una parte muy importante del espectáculo del fútbol, del sentido de pertenencia en la selección. Cuando ese público juega a favor tiene mucha influencia en la relación de fuerzas, por la relación especial que hay entre el público que va y los futbolistas”, sentenció el maestro Óscar Tabárez unas horas antes del partido, unas horas antes del debut del gurí, que seguramente debe haber tenido problemas para conciliar su sueño biológico con su sueño metafórico al advertir que comandaría el ataque celeste.

Los héroes del pueblo

¿Quién no recuerda a los campeones del pueblo, del cuadro de la selección? Nosotros, la gente, por lo general somos unos agradecidos a nuestros héroes vecinos, parientes, primos de la que se casó con aquel.

Ahora, un pueblo que homenajea a sus campeones poniéndole al estadio Campeones del 47 merece sumo respeto.

Ese pueblo es San Bautista, uno de los tantos del santoral canario, el lugar de nacimiento y crianza de Agustín Álvarez Martínez, y ese estadio es la forja donde este chiquilín debutante con la sagrada celeste empezó a soñar a imagen y semejanza de veteranos cracks de ancha cintura y fina calidad, que con movimientos de cumbia en el área contraria generaban movimientos de ballet que terminaban con la pelota en las redes.

Una gallina y un pollo se elevan en la entrada de lo que hoy es la capital nacional del pollo y la gallina, en el kilómetro 63 de la ruta 6. A unas cuadras de allí, por la 81 se llega al Campeones del 47.

San Bautista tiene un cuadro, el Vida Nueva, y el estadio homenajea a aquellos 15 o 20 campeones que en 1947 se consagraron por primera vez en la Liga Centro Norte. San Bautista tiene un estadio, una cancha, al que se llega a pie o en chiva, con los zapatos de fútbol en la mano o en una bolsita debajo del brazo, así como llegó el Canario Agustín al complejo Uruguay Celeste para ponerse por primera vez la camiseta de la selección.

La selección de los canarios

Hay por todo Uruguay otros canarios, otros sueños, otros pastizales, como seguramente hay en todo el mundo, pero para que puedan suceder debuts, carreras y continuidad en la historia de estos cracks, es necesario que haya un proceso que los prepare, los acompañe y los apriete de abrazos en el acierto, y los sostenga con esos mismos brazos en el fracaso.

Antes de que el Canario ayer, más acolchados por el camino, más pertrechados de pedacitos de experiencias, consejos y pruebas, han pasado en estos últimos 15 años otros canarios, que se pueden llamar Luis Suárez, Edinson Cavani, Nicolás Lodeiro, Matías Vecino, Rodrigo Bentancur. Sueño contra sueño, ahí está, Agustín Álvarez Martínez levanta sus brazos, hace un corazón, su corazón, el de su pueblo. Es gol.