Diego hace jueguito con la pelota. La quiere pisar con la suela de su zurda, pero rebota y se le escapa. Cuando la controla, tira un caño que pasa limpito; en otra jugada de otro partido, un jugador de Racing la va a buscar al lateral y Diego, que está dirigiendo, con borde interno se la pasa entre las piernas (y después lo abraza); Maradona y los caños: a una mujer que pasaba por detrás de él en un hotel, a la chica que lo fue a marcar en la canchita de fútbol 5, a alguien del cuerpo técnico de Gimnasia, a un joven trajeado que camina sin pensar, a otro que viene zonceando le tira un caño desde la silla donde está prácticamente postrado. En este último caso, después del tubo, Diego le pregunta al camarógrafo si está filmando, si quedó registrado. Y Maradona goza, ríe, festeja con quien esté cerca, demuestra la picardía: porque el caño para Diego es eso: la travesura para imponerse, la astucia necesaria para colarse por la hendija de las posibilidades, el disimulo y el engaño para decir quién es, para seguir inmortalizando quién es, aunque, ojo, esto de mofarse después de hacer un caño fue ya como exjugador; antes, con la 10, caño sí, pero respeto por el rival también. Cada mago con su magia.

Maradona aplaude. Camina unos pasitos y gira. Lleva el ritmo en el puño, después quiebra la cadera como si tuviera al defensor enfrente. Guaranguea, también, buscando la complicidad de algún compañero mientras se llevan las rodillas al pecho. Con las puntas de los pies marca el ritmo, sus rodillas obedecen al deseo. La pelota obedece, de acá para allá, de un botín desatado a otro, en el repiqueteo, entre los rulos, el empeine izquierdo la mece como en la cuna. Cuando lo recuerda, vuelve a aplaudir. Después, domina la pelota con un hombro, después con el otro, y hombro, hombro, hombro, hasta hacerla dormir en la cuna de su empeine, como casi toda la vida. Life is life when we all feel the power. Quien puso “Live is life”, de Opus, no pudo ser consciente de lo que estaba inmortalizando. Maradona baila. Y seguro bailó y bailaría cada vez que alguien quisiera entender la vida a través del fútbol, su fútbol.

Dice el filósofo Brad Evans en Fenomenología de Maradona (Altamarea, 2021): “Lo que nos cautiva, lo que encarnó Diego, es una teoría del fútbol que permite separar la excepción de la norma. Maradona fue la excepción. Se opuso a la norma: a lo que se esperaba de él, a las normas del juego, a las normas del espectáculo y a las de la vida”.

“¿Por qué hiciste eso, Diego?”, se pregunta Ayelén Puyol. La periodista argentina, feminista y maradoniana cuenta cuáles son las razones por las que Diego es amado, muy amado, y también odiado: “Simbólicamente la muerte de Diego Armando Maradona marca también el fin de una forma de vivir la masculinidad. [...] La deconstrucción es una tarea que Diego nunca inició. [...] No sabemos cómo serán los ídolos populares después de esta ola feminista y tampoco tras la muerte de nuestro tótem pagano. ¿Serán varones? Parece imposible concebir ídolos así: quién sabe, esto también es parte de su legado”.

Delfina Corti, futbolista, periodista y docente, dice: “Crecí siendo Maradona. Me hicieron creer durante años que jugaba al fútbol como él, que la tenía atada como él. [...] Enterarme de que Maradona apoyó el fútbol femenino cuando poca gente lo hacía me despertó una sensación agridulce. Me encantó leer las palabras de Diego –“Tengo que decir que es increíble cómo juegan al fútbol”– sobre el equipo femenino del Nápoles. Sin embargo, me hubiera encantado que aquellas palabras salieran a la luz cuando yo miraba cómo jugaban mis primos y mi hermano, sentada en el córner”.

Y dice el filósofo e investigador Santiago Zabala que Maradona “llevó la dimensión existencial del fútbol más allá del terreno de juego, y que simbolizó también qué significa ser un ser humano en el mundo capitalista; y recuerda Daniel Gamper, bisnieto de Hans Gamper, fundador del Futbol Club Barcelona, aquel tiempo de Maradona en Cataluña, la cruz de su destino, las ganadas y las perdidas, la gloria en Nápoles y la selección, y también recuerda su retiro: “Reconoce sus errores, la drogadicción, el desastre en el que convirtió su vida, la obligación de acabar su carrera antes de tiempo, y no quiere que su sombra oscurezca este deporte tan bello. ‘La pelota no se mancha’, o sea, no sólo no hay que manchar la pelota, sino que por mucho que se le acerque la suciedad de los hombres que cometen errores, no es posible mancharla porque es un juego”.

Y también dirá Antonio Moschella, que ahora es licenciado en Ciencias Políticas y periodista, pero que antes fue niño cuando el Diego jugó en Nápoles, que entre 1984 y 1987 “los días pasaron lentos pero felices. Fue la celebración más grande desde el término de la Segunda Guerra Mundial”.

Fenomenología de Maradona es un libro serio que se pregunta quién fue y qué significó Diego Armando Maradona y qué razones explican su triunfal y aclamado ingreso en el panteón de las divinidades laicas. Habla del mito, de la piel y los huesos, de que la gloria no tiene precio. Mientras Maradona se equivocó y pagó, Diego fue su motivo para ser feliz pese a todo. Por eso tira caños.