Cuando una etapa del Tour de France se termina, la gente algo se lleva. Hay flechas negras sobre fondo amarillo fluorescente que indican el recorrido y desaparecen. Luego se ve cómo son lucidas dentro de los vehículos de fanáticos de la carrera. Hay carteles de fondo negro y texto en amarillo indicando la dirección de la zona de prensa, del espacio para invitados VIP o de acceso de los equipos. Tienen el logo del Tour. El público los descuelga y se los lleva de recuerdo. Hay unos con forma de pico montañoso que indican cuánto falta para completar un ascenso. Se van de recuerdo. En las zonas donde los ciclistas tienen autorizado tirar sus caramañolas ya vacías, antes del recambio por nuevas provisiones, la gente se para a esperar la suya, y generalmente la consiguen. Son más de 150 ciclistas tirando al mismo tiempo sus botellas de desecho, que para cualquier ciclista amateur o aficionado se convierten inmediatamente en un trofeo.

El Tour se terminó el domingo en París y ahora todos hurgamos en los recuerdos de la carrera para saber qué nos llevamos. Luego de unos días de carretera en Francia, ya del otro lado de la frontera, en España, un grupo de amigos de vacaciones en la Costa Brava comenta que han visto las etapas del sábado y del domingo en sus teléfonos celulares. Un padre de familia en un pueblo catalán a orillas de un lago resalta que ha podido ver por televisión y en horario laboral las etapas de los dos últimos jueves, en Alpe d'Huez y Hautacam, decisivas para la clasificación general. En Uruguay la etapa del domingo también se siguió y los comentarios llegaron por las redes. Todos nos llevamos algo porque el Tour nos acompañó las últimas tres semanas, con mayores y menores niveles de atención, pero con la relevancia de los grandes eventos deportivos.

Los ciclistas más importantes del mundo también se llevaron souvenirs. Jonas Vingegaard por primera vez se pudo llevar la malla amarilla de ganador, pero además se llevó la de lunares rojos, de mejor en la montaña, terreno donde marcó las diferencias que lo proclamaron ganador.

Wout van Aert, que ganó con una gran demostración la crono del sábado, fue además quien se vistió de verde, la camiseta para el mejor de los sprinters. Una absoluta bestia durante las tres semanas, demostró inmensas capacidades en todos los terrenos y modalidades. Ganador de tres etapas, además de en el premio al sprinter, fue fundamental para el líder de su equipo en la montaña y redondeó con victoria en una contrarreloj. Por todo eso también se fue como el más combativo; otro premio.

Tadej Pogačar algo se llevó. Ganador de los dos Tour anteriores, segundo esta vuelta, se fue con la malla blanca de mejor ciclista joven. A fin de cuentas, quien parece un veterano de mil batallas apenas tiene 23 años y le seguirá poniendo color al ciclismo durante varias temporadas. Geraint Thomas completó el podio e integró la escuadra del INEOS, ganador de la clasificación por equipos, aunque ese premio colectivo tiene sabor a consuelo al lado del Jumbo-Visma, el equipo del campeón y de Van Aert, que fue verdaderamente la alineación más destacada del Tour.

Tal vez sea esto último un aspecto a destacar en el triunfo de Vingegaard. No lo consiguió solo, lo hizo con el trabajo permanente de desgaste de todos sus compañeros: Primoz Roglic, Sepp Kuss, Steven Kruijswijk, Tiejs Benoot, Christophe Laporte, Nathan van Hooydonck y, claro, Van Aert. Algunos ni siquiera llegaron a París, como Roglic, que se retiró con dos vértebras rotas una semana antes del final y podría perderse la Vuelta a España, de la que es tricampeón vigente. No hubo esfuerzo que no hicieran por su líder, quien se ganó la condición de tal en la ruta, al demostrar sus piernas fuertes para pelearle al máximo favorito la competencia.

No se terminó

Se fue un Tour y empezó otro, horas antes de la etapa decisiva. El Tour de France femenino se relanzó en 2022, luego de más de diez años de ausencia. Lorena Wiebes ganó la primera etapa, pero la favorita es Annemiek van Vleuten, neerlandesa que viene de ganar el Giro de Italia por tercera vez y que fue medalla de oro en la contrarreloj olímpica en Tokio, así como medalla de plata en una prueba de ruta con curiosa definición, ganada por la amateur austríaca Anna Kiesenhofer, en la que Van Vleuten cruzó la meta pensándose ganadora. No durará tres semanas, pero ofrecerá emociones hasta el 31 de julio, cuando cierre en una dura etapa de montaña, con llegada en La Planche des Belles Filles.

Facundo Castro, desde Francia.