Uno de los balnearios que más está sufriendo el cierre de fronteras es Punta del Este, cuyas temporadas tradicionalmente se nutrían de turistas argentinos, brasileños y de otras nacionalidades, de alto poder adquisitivo. Este año los operadores debieron apostar al turismo uruguayo, y para eso tuvieron que hacer un proceso de reconversión. “Mis empleados y yo comenzamos a estudiar el idioma y las costumbres de los uruguayos, porque si bien ellos no dejan mucha plata, por lo menos dejan algo y, de hecho, es prácticamente lo único que vamos a facturar”, declaró un empresario puntaesteño.
El empleado de una tienda que también se está capacitando en este aspecto y que reconoció que 1º de enero vio a un uruguayo por primera vez en su vida consideró que los nuevos visitantes de Punta del Este “son gente linda, muy educada, pero gastan muy poco. En general son personas fáciles de tratar, aunque el idioma de ellos me está costando bastante. Parece que a las facturas les llaman bizcochos y a las zapatillas, championes. No sé de dónde saldrán esas palabras tan raras”.
Una moza de un bar relató que le costó un poco habituarse a los uruguayos. “Es raro verlos entrar con el termo y el mate abajo del brazo. Te sacan las ganas de atenderlos, porque te dejan por el piso el glamour del lugar. Honestamente, espero que el año que viene vuelvan los turistas normales de toda la vida”.