Efraín Abreu asumió como subdirector ejecutivo de la Policía, cargo que tenía Jorge Berriel, quien fue imputado por varios delitos asociados al caso de Alejandro Astesiano, exjefe de la custodia presidencial. Abreu era el director nacional de Educación Policial, cargo al que accedió luego de que Washington Curbelo fuera cesado cuando Luis Alberto Heber, ministro del Interior, asumió al frente de la cartera. Hasta ese momento, Abreu era subdirector de esa dependencia.

Según informó El Observador, a fines del año pasado fue citado a declarar por un caso en el que un policía mató a una persona que intentó robarle. El policía fue condenado por homicidio a título de dolo eventual.

El medio consignó que, en el marco de la investigación, uno de los citados fue Abreu, quien dirigía la educación policial, con el fin de dar cuenta de cómo se enseña a los policías a “repeler agresiones” con armas de fuego. Abreu afirmó que las armas de fuego se usan “cumpliendo la norma y en la academia se enseña lo que dice la norma”.

En particular, la defensa del policía le consultó sobre la técnica “doble tap”, que consiste en hacer dos disparos consecutivos. Abreu explicó que la enseñanza policial promueve esta técnica como un disparo “de combate”, que tiene tres principios: “rapidez, eficiencia/eficacia/efectividad y la precisión”.

El exdirector de Educación Policial se refirió a que se busca que los disparos sean “eficientes” y para eso se hacen las prácticas. Abreu explicó que “diferentes son los casos que se dan después, porque hay un montón de factores que pueden incidir en un enfrentamiento, pero lo que se enseña en la academia es que el policía debería tirar en una zona específica del cuerpo. Que es de la cintura para arriba hasta los hombros y cabeza, que es una silueta en forma de botella ¿Por qué es ahí? Por uno de los tres principios de los que contaba, que es que es efectivo, porque es la zona en la que están todos los órganos que pueden incapacitar a una persona”.

Pero aclaró: “La Policía, y quiero que quede bien claro, no enseña a tirar a matar, sí a incapacitar a la persona para que cese con su agresión física o su movimiento físico”. Por eso, el doble tap se usa para “para duplicar la potencia sobre el cuerpo que lo amenaza. Máximo hoy, cuando la mayoría de los delincuentes usan chaleco antibalas. Entonces, si bien un impacto lo puede neutralizar un poco o parar, dos duplica[n]”.

El caso fue investigado por la Fiscalía de Homicidios de tercer turno, a cargo de la fiscal Adriana Edelman, quien entendió que el caso “era claro” y pidió una condena de siete años de prisión para el policía.

La ley orgánica policial establece que “el uso de la fuerza, incluyendo los distintos tipos de armas, debe ser moderado, racional, progresivo y proporcional, considerando el riesgo a enfrentar y el objetivo legítimo que se persiga”. Esta normativa fue clave para argumentar la acusación del policía por homicidio.

Según la fiscal, el policía declaró que corrió un ómnibus que terminó perdiendo, y dijo que el hombre que terminó asesinado lo seguía, por lo que no fue que “lo tomó por sorpresa”, sino que se preparó para eso. La víctima iba en bicicleta, por lo que Edelman concluyó que “nunca llegó a acercarse al acusado”. Aunque el policía sostuvo que el hombre le dijo “dame la plata o te quemo” y le mostró un arma, lo cual quedó registrado en cámaras de seguridad de la zona, y por eso le gritó “alto, policía” y le disparó, “quedó probado a través de las imágenes que la víctima se acerca al imputado montado en su bicicleta, con un arma de juguete y sin entrar en contacto con este, de lejos; frente a lo que puede ser un ademán con su mano, el imputado comienza a disparar su arma de fuego, primero a una distancia de aproximadamente nueve metros, de donde efectúa tres disparos. Cayendo al impactar el segundo y perdiendo su arma. Posteriormente y ya caído su contrincante, dispara nuevamente”, afirmó Edelman.

La fiscal tomó en cuenta un antecedente del policía, en el que también mató a una persona en un hecho similar, pero el caso se archivó porque no fue registrado por cámaras ni hubo testigos del hecho. Además, si bien Abreu sostuvo que la actualización de la formación policial era obligatoria, el condenado no había hecho ningún curso desde que ingresó a la institución en 2014.

Otro de los que declararon como testigos del caso fue Berriel, a quien se le consultó específicamente cuándo cesa una amenaza de alguien que empuña un arma de fuego. El exsubdirector de la Policía, ahora imputado, dijo que “es una situación adrenalínica muy grande [...] La amenaza termina, puede ser cuando se le indica que deponga su actitud y cuando llegue a usar el arma la persona se sienta herida, tire el arma o deponga la actitud de la agresión. Ahí cesaría la amenaza. Mientras el arma esté empuñada y en condición de herir, hay una amenaza”.

Según Berriel, no hay una cantidad estipulada de disparos necesarios. A Berriel se le preguntó específicamente si el doble tap se debe utilizar cuando hay una persona tirada en el piso, herida y desarmada, a lo que respondió: “El uso de esa técnica, como puede haber otras, es en un momento de enfrentamiento [en el] que se den las circunstancias para utilizar el arma de fuego. No se enseña a eso que usted me dice. Es una técnica que ayuda a neutralizar y cortar el movimiento físico del agresor”. Esto fue cuestionado por la Fiscalía, que le consultó si en el caso de que un agresor esté en el piso y sin movimiento sería necesario o no usar el doble tap. Berriel se excusó planteando: “Pero no sabemos si, por más de que esté en el piso, puede estar ejerciendo movimientos que pueden ser ofensivos aun en el piso”. A esto la fiscal retrucó: “¿En el piso, herido, desarmado?. “Le podría decir que no”, afirmó Berriel.

La defensa del policía también le preguntó a Berriel si se puede usar el doble tap cuando la persona está en el piso pero tiene un arma, a lo que contestó que “si el agresor aún tiene posibilidad de movimiento y no está inhabilitado por los disparos, lo que se configura es una posible reacción y cuántos policías tenemos, capaz fallecidos, porque nos confiamos”. Y agregó que “son momentos únicos, de mucho estrés, que, obviamente y con las disculpas del caso, capaz no estaríamos acá si no hubiera una persona fallecida, pero por lo menos no tengo que lamentar la muerte de un policía como ha pasado en otro momento. Es solamente una apreciación personal. Si el agresor todavía tiene posibilidad de movimiento y está armado y el policía no tiene esa situación dominada, sí, los disparos se pueden dar”.

El juez Marcelo Malvar, que resolvió condenar al policía a dos años y ocho meses de prisión, se apoyó en las declaraciones de Abreu para definir la condena: “A pesar del tono moderado y los eufemismos utilizados por el testigo [Abreu], se revela que los policías son entrenados para enfrentarse cuerpo a cuerpo con los sospechosos, y son entrenados para disparar a zonas vitales con la innegable finalidad de detener con violencia los ataques”.

Según el juez, que fueran dos disparos fue excesivo y por eso se rondó tanto en la explicación sobre la técnica del doble tap para determinar la condenada.

Para el magistrado, si bien “la Policía no enseña a tirar a las piernas ni a las manos, sino al torso o a la cabeza, y aunque nadie desee la muerte del atacante, ella es casi inevitable con las técnicas que se enseñan”.

En este sentido, concluyó que “el acusado entonces actuó conforme [a] las enseñanzas de la academia, cuya pertinencia o no es un tema de técnica policial y de combate que no corresponde juzgar en este proceso”.

El policía declaró: “Me defendí. Somos policías 24 horas. Me defendí. Cuando veo que el señor cae, veo que me sigue apuntando y por eso me sigo defendiendo. Y bueno, y cuando logro defenderme, no voy a seguir lastimándolo, incluso voy a asistirlo, llamo a la emergencia, paro a un auto que iba pasando y bueno, eso... No me siento contento por eso que pasó, no quise matar a nadie”.

La defensa del policía argumentó que el policía tuvo sólo “nueve segundos” para resolver qué hacer y que “repelió la agresión de acuerdo a las enseñanzas del Ministerio del Interior”. También criticó que se considerara el caso anterior en que el policía mató a otra persona, ya que ese caso fue archivado.

El juez aceptó el argumento de la defensa, pero entendió que los últimos disparos fueron excesivos, aunque reconoció que la víctima lo apuntó con un objeto que tenía forma de arma y “lo acechó durante seis cuadras”. Por eso, afirmó que el policía “imaginó lo peor y repelió la agresión” y que su defensa fue “necesaria”, por lo que, inicialmente, no fue “desproporcionada e irracional”.

Pero lo que pasó después fue determinante, porque el policía usó dos veces la técnica de doble tap, es decir, le dio cuatro disparos. Después de que el atacante cayó e intentó incorporarse, el policía le disparó otra vez. La víctima, ya caída, movió un brazo y el policía siguió disparando. En total, le disparó ocho veces, varias de ellas cuando el hombre ya no era una amenaza, según el juez.

Por ese motivo, un caso que empezó siendo una presunta legítima defensa terminó “volviéndose una situación cada vez más gris, más dudosa, más turbia… culminando en una situación de exceso”.