El juez de 4° turno de Maldonado, Sebastián Amor, procesó con prisión al capitán retirado Eduardo Giordano por el asesinato de Francisco Chocho, ocurrido en noviembre de 1972 en el Batallón de Ingenieros 4 de Laguna del Sauce.

Amor dispuso el procesamiento de Giordano por homicidio muy especialmente agravado en calidad de autor. Si bien la defensa de Giordano pidió prisión domiciliaria, el magistrado dispuso la prisión efectiva.

En diálogo con la diaria, la abogada denunciante, María del Carmen Salazar, destacó la relevancia de la sentencia y la importancia de que durante el proceso se pudo comprobar que Chocho murió a causa de la tortura. Además, fue valiosa la declaración de un soldado que dijo haber escuchado a Giordano comentar que se le había “ido la mano” tras el interrogatorio de la víctima.

En la sentencia, a la que accedió la diaria, Amor rechaza el pedido de prescripción realizado por la defensa de Giordano, en la medida en que se trata de delitos de lesa humanidad, declarados imprescriptibles en la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad de noviembre de 1968, ratificada por el Parlamento uruguayo en junio de 2001.

Amor citó como jurisprudencia una sentencia redactada por el expresidente de la Suprema Corte de Justicia John Pérez, en la que sostiene que “no puede invocarse la teoría clásica de la soberanía para limitar la protección de los derechos humanos”.

El juez señaló que, con base en el principio de irretroactividad y legalidad de la ley, no podría aplicarse la Ley 18.026, que regula los delitos de lesa humanidad, porque fue aprobada en 2006, pero sí se podría en función del derecho internacional público de origen consuetudinario y por el artículo 120 del Código Penal, que determinan que el plazo de prescripción se interrumpe con la presentación de la denuncia, que en este caso fue realizada en mayo de 2009.

Por otra parte, Amor rechazó la versión dada por la defensa de Giordano en cuanto a que no participó de la tortura de Chocho, ni llegó a verlo con vida, debido a que el mismo Giordano declaró ante la Justicia que estaba en la unidad militar y que ese día intentó reanimarlo con masajes cardíacos. Además, fue quien informó a sus superiores sobre su muerte.

La investigación penal desarrollada por el fiscal de Crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, pudo determinar que Chocho fue detenido el 23 de noviembre de 1972 y trasladado con los ojos vendados al Batallón de Ingenieros, donde fue sometido a submarino.

En el interrogatorio, además de Giordano, participaron los entonces tenientes José Hugo Iglesias Martínez, ya fallecido, Ulysses Prada Núñez, Álvaro Rovira y los entonces alféreces Dardo Barrios y Roberto Echavarría.

Chocho era taxista, militante del Partido Nacional y dueño de un restaurante en Maldonado. Su hijo, Francis, integraba la Armada Nacional, y buscó ponerse en contacto con el batallón tras enterarse de que había sido detenido, y horas después le informaron que había muerto. Al no tener información clara sobre la muerte de su padre, porque le habían dicho falsamente que había muerto por una embolia cerebral, Francis logró encontrar el cuerpo en la morgue de Maldonado.

El médico de la unidad militar, Julio César D'Albora, llegó al batallón poco después del homicidio y declaró que la muerte de Chocho, considerando las circunstancias del lugar, “fue porque le hicieron el submarino”, y descartó muerte natural.

El Departamento de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República concluyó que la causa directa más probable fue la asfixia provocada por el submarino, y también constató fuertes golpes en la cabeza.

La causa contó con el testimonio del exsoldado Sergio Bueno, quien estaba de guardia cuando llevaron detenido a Chocho: “Entré a la una de la madrugada, el jeep llegó desde afuera y venía el chofer, el capitán Giordano, un soldado y el detenido. Lo bajaron ahí [...] y lo llevan hacia donde era el dormitorio de oficiales. Ahí había un hall donde se había trasladado la sala de interrogatorios. Estaba el tanque de agua [...] con los respectivos magnetos de corriente. Aproximadamente a la 1.15 vi salir al capitán Giordano para afuera a los gritos: ‘La puta, se me fue la mano, lo maté’. Giordano fue al casino de oficiales y vi que estaba hablando por teléfono”, declaró ante la Justicia.

Un día antes de su declaración ante la sede judicial, Bueno recibió la visita de uno de sus superiores en la unidad, a quien no había visto en más de tres décadas.