La jueza en lo penal de 27° turno, Silvia Urioste tomó declaración este jueves a Fernando Heber, hermano del ministro del Interior, en la causa que investiga el asesinato de su madre, Cecilia Fontana, ocurrido el 5 de setiembre de 1978.

Durante la audiencia, la jueza consultó a Heber sobre algunos recuerdos que tenía del hecho para corroborar o descartar aspectos de una de las líneas de investigación que en los últimos meses se fortaleció a partir de la implementación de nuevas técnicas vinculadas a las pericias ya realizadas, según informaron a la diaria fuentes allegadas a la causa.

Tras tomar declaración a Heber, la jueza anunció la convocatoria de unos diez policías de la época vinculados a la causa, algunos en calidad de testigos y otros como indagados, entre ellos, se encuentra el policía retirado Ricardo Zabala, quien en marzo de 2012 fue procesado por su participación en el homicidio del maestro Julio Castro, ocurrido el 3 de agosto de 1977 y en 2015 absuelto por la Suprema Corte de Justicia, pese a que él había reconocido su participación en la detención ante el entonces juez Juan Carlos Fernández Lecchini. Las nuevas audiencias, que serán al menos tres, se concretarán a partir de la semana que viene.

Además, dispuso la reiteración de pericias que ya se han realizado pero que, a partir de las nuevas técnicas y de lo que pueda surgir de las respuestas de los indagados, podrían confirmar la línea de investigación que viene llevando la fiscalía especializada de Crimenes de Lesa Humanidad, a cargo de Ricardo Perciballe.

Las fuentes destacaron la importancia de las nuevas técnicas sobre las pericias y del trabajo de investigación que permitió establecer nuevas conexiones entre los indagados y contextualizar algunos datos que formaban parte de la causa.

La “nueva mirada a las pruebas”, tanto a la botella en la que fue enviado el vino envenenado, como a la escritura del mensaje que acompañaba la botella “permitió contextualizar” y determinar “cómo llegaron las huellas a la botella”.

Sobre este punto declarará Zabala, quien integraba la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) en 1978. Si bien su huella fue registrada desde el inicio de la causa en la botella, siempre se consideró que estaba allí porque la DNII fue la responsable de la investigación del asesinato, al igual que el registro de otra huella de un exintegrante de la DNII, que también declaró en la causa.

Zabala nació el 18 de diciembre de 1949, fue ayudante de la Brigada de Investigaciones de Narcóticos y desde allí pasó en comisión al Servicio de Información de Defensa el 14 de julio de 1976, volviendo el 12 de agosto de 1977 a la Brigada de Narcóticos, que estaba a cargo del inspector Hugo Campos Hermida y que pertenecía a la DNII.

Una de las discusiones de la época era por qué esa causa había sido investigada por narcóticos, cuando por la naturaleza de los hechos la investigación correspondía a otra dependencia policial, algo que se justificaba señalando la intervención del veneno, que fue identificado como Foxdrin, en aquel momento de venta libre.

“El jueves 31 al mediodía brindaremos por la patria en su nueva etapa”, decía la esquela que llegó junto a los vinos envenenados que fueron enviados a la casa de Luis Alberto Lacalle Herrera para ser repartidas a los otros integrantes de la dirección del Partido Nacional, Carlos Julio Pereyra y Mario Heber, padre del actual ministro.

El día fijado en el mensaje para abrir los vinos envenenados, hubo una reunión del Consejo de Seguridad Nacional que se extendió desde la mañana hasta las 20.00, en medio de rumores en el ámbito diplomático de que habría cambios en el Ejecutivo.

Policías que realizaron las pericias recordaron cómo fue el proceso de trabajo

Las pericias sobre el mensaje manuscrito entregado con los vinos fue una de las claves de la investigación, que inicialmente, por el tipo de caligrafía, apuntó a mujeres egresadas de un colegio de Montevideo. La primera pericia, realizada en 1978, no arrojó resultados determinantes. En 1982, Washington Curbelo, exdirector de la Escuela de Policía Nacional que fue cesado por el ministro Heber cuando asumió, realizó otro informe que tampoco fue concluyente en cuanto a la identificación de la autora del mensaje. En 2009, Roberto de los Santos, el actual director de la Escuela de Policía Nacional, determinó que la autora del mensaje había sido la expolicía María Lemos, quien en el momento del asesinato pertenecía a la DNII.

Lemos fue detenida por orden de la jueza Gabriela Merialdo, quien durante su detención decidió convocar nuevamente a Curbelo para que realizara una pericia que resultó negativa y fue puesta en libertad.

En diferentes declaraciones a la prensa, el actual ministro Heber cuestionó el trabajo de Curbelo y dijo que existía “un vínculo estrecho” entre Curbelo y Lemos, además de expresar su convicción de que Lemos era la autora de la carta.

En diálogo con la diaria, Washington Curbelo negó esa vinculación y aseguró que sólo se limitaba a haber sido compañeros de trabajo en la Policía, desconociendo cuáles eran los vínculos de la acusada, e hizo hincapié en que antes de hacer la pericia advirtió a la jueza Merialdo del vínculo laboral.

“La conocía a María Lemos pero no tengo ninguna amistad con ella, ni razón que me hubiera invalidado de actuar, antes de presentar la pericia, en la audiencia con la juez, yo aclaré esos términos y consulté si eso podía ser invalidante, si yo me tenía que excusar, y me dijo que no”, expresó Curbelo, quien agregó que Lemos era una persona muy conocida en el ámbito policial.

“Actué con la mayor objetividad posible”, afirmó Curbelo, quien subrayó que nunca fue acusado de parcialidad en ninguno de los casos en los que actuó y en los que está en juego su “prestigio como perito y como policía”. “El resto son conjeturas de las que no participo”, añadió.

En diálogo con la diaria, De los Santos explicó que llevó a cabo el estudio grafoscópico en el período de un año, tomando tres muestras en diferentes meses para ver cómo afectaba el paso del tiempo en la evolución de la escritura y logró corroborar que no había cambiado. Además, se comparó con escrituras de apuntes y firmas de diferentes épocas. El estudio, que fue realizado con otros dos peritos, concluyó que coincidían ambas caligrafías, teniendo la certeza de que se trataba de la autora de la esquela.