Si para Patricio Pron los autores no son más que una suma de prejuicios, en su nueva novela, Mañana tendremos otros nombres, el argentino eludió, a priori, su condición: se lanzó a un extenso trabajo de campo para explorar cómo las distintas mediaciones contemporáneas son articuladas por las redes sociales. Y con esta novela el autor de El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia ganó el Premio Alfaguara 2019 (dotado con 175.000 dólares y la edición del libro). Según el jurado –presidido por el escritor Juan José Millás–, se trata de una “fascinante autopsia” de una ruptura amorosa que va más allá del amor: “Es el mapeo sentimental de una sociedad neurótica donde las relaciones son productos de consumo. Bajo la anonimia de unos Él y Ella, construye la historia de dos personajes que son vagamente conscientes de su alienación”. Y lo hace a partir de un texto que considera “sutil y sabio”, “de gran calado psicológico”, que refleja la época contemporánea “de manera excepcional y toma el pulso a las nuevas formas de entender los afectos”.
Pron dijo a la diaria que, si bien a lo largo de su obra siempre habló del presente, intentó recurrir a refugios o mecanismos que pusieran de manifiesto que ese presente estaba imbuido de pasado. En ese sentido, “esta es la novela más contemporánea de las que he escrito”, aseguró. Además, en el marco de una teleconferencia organizada en Madrid por la editorial, dijo que Mañana tendremos otros nombres es una novela que no indaga al amor en términos trágicos, aunque esté presente lo propio de una ruptura, porque lo que se impone es el deseo de los personajes por comprender lo que les sucede. “Es un libro que anima la conversación en torno a lo que implica el concepto de las relaciones amorosas en los distintos momentos históricos”. Por eso, “las experiencias de estos personajes son más bien universales, y el hecho de no tener nombre contribuye a que sean sus acciones las que los definan”.
Para el escritor, cualquier novela que pretende ser contemporánea no debe excluir la esencia cada vez más importante de las mediaciones electrónicas, ya que hoy son las que determinan nuestros modos de consumo y relaciones personales. El eje de la novela son “las ideas que confluyen en torno al amor”, si bien los personajes cuentan con una forma de mirar que los caracteriza y que le aporta el tono a la novela. “Casi todos mis libros tienen detrás una larga investigación, que a veces se pone de manifiesto y otras se omite. Este es un caso en el que no se ven las referencias, pero hay mucho trabajo de campo que incluyó estadísticas acerca de cómo estamos conformando nuevas afinidades y relaciones amorosas, a qué recurrimos para definirlas, y de qué modo cuestiones como la paternidad y la soledad se reconfiguran a partir de estos cambios”, que se convierten en el trasfondo psicológico del libro. Como telón de fondo, se pregunta cómo vivimos la ruptura en el mundo contemporáneo, y cómo definimos el yo y el nosotros en este momento histórico. En definitiva, Mañana tendremos otros nombres es “la generación Tinder, de fotos de pretendientes que se borran con un dedo caprichoso”, “donde casi todos quedan expuestos” y, a la postre, desencantados.
Aproximación a su obra
Por Ramiro Sanchiz
Los libros de Patricio Pron, en papel al menos, lamentablemente no se consiguen con facilidad en Montevideo. Hace ya cierto tiempo, sin embargo, era un poco más fácil dar con algunas de sus primeras obras, las de esa etapa que (en una carrera que abarca ya más de dos décadas) podríamos pensar como la formativa o de aprendizaje. Rondaba algunas librerías, en particular, el compilado de cuentos El vuelo magnífico de la noche (2001), editado por Colihue y tercero de sus libros, que dejaba apreciar el perfil de un escritor por momentos intrincado, por momentos fantástico, atento a ciertas tradiciones rioplatenses que hacían pensar en Felisberto Hernández, Mario Levrero y Elvio Gandolfo.
Quizá la novela El comienzo de la primavera (2008) sea la primera de la serie “madura” de libros de Pron, junto con el libro de cuentos El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), en tanto allí es fácil ver el despliegue de una voz y el uso consciente de un conjunto de recursos. Es cierto, por otro lado, que las novelas que siguieron no parecen seguir “exactamente” la misma pauta tan notoria en El comienzo… (densa, alemana, filosófica, de un realismo paranoico extrañamente sutil), aunque un compilado de cuentos posterior, La vida interior de las plantas de interior, sí podía leerse como un añadido al de 2010.
Después, en 2011, Pron publicó una novela/crónica/testimonio/novela titulada El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, y allí quedó de alguna manera “consolidada” una línea que parecería más representada en su obra posterior y que involucra una atención o preocupación por la historia reciente de Argentina, a la vez que el mapeo de una zona contemporánea de derivas de identidad, desterritorialización y transculturalidad, por decirlo de alguna manera. Ese interés por la política en relación con la historia reciente (o viceversa) aparece tanto en Nosotros caminamos en sueños, de 2014 (que cabe leer junto a la alucinatoria Puerto Belgrano, de Juan Terranova, en una zona contemporánea de narrativa sobre las Malvinas), como en No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, de 2016, hasta la fecha la última novela publicada por Pron, que retoma también ciertas preocupaciones por la historia de la literatura y el arte (trabajadas de otra manera en el excelente El libro tachado, hasta la fecha la única obra crítica con extensión de libro publicada por Pron) y aborda, un poco en los concebibles (o inconcebibles) límites entre realidad y ficción, la obra de un grupo de escritores fascistas.
Habrá que leer Mañana tendremos otros nombres, que acaba de hacerse con el Premio Alfaguara de Novela (ver nota vinculada), para seguir ensamblando esta continuidad de libros, para sorprenderse o –y esta es la apuesta más segura– disfrutar del talento de uno de los narradores hispanoamericanos más importantes de los últimos años.