Con el alborozo típico de quienes han pasado la vida esperando el salto tecnológico que permitiría conquistar planetas, viajar en el tiempo y obtener un cuerpo capaz de regenerarse a medida que se descompone, los uruguayos recibimos hace una semana en el Centro de Convenciones de Punta del Este a Sophia, un aparato descrito por sus fabricantes –la empresa Hanson Robotics, con base en Hong Kong (China)– como la primera robot ciudadana del mundo. Bien adiestrada por sus programadores, Sophia sonrió, hizo chistes y se declaró admiradora de José Mujica, prometió volver al país a probar el mate en cuanto le instalen las papilas gustativas y confesó que le gustaría aprender a tocar el piano. Sin piernas, y ostensiblemente dependiente del humano que la hacía funcionar, la muñeca de cráneo vidriado resultó algo decepcionante si se la compara con las expectativas que siglos de ciencia ficción nos inocularon, pero suficientemente parecida a un cyborg como para convencernos de que vamos camino a contar con asistentes capaces de soñar con ovejas eléctricas.
Precisamente es en este punto del desarrollo tecnológico que la cuestión de lo humano, de las humanidades y del humanismo reclama ser estudiada bajo una nueva luz y postulada ya no como frontera última anterior a la razón automatizada de la máquina sino como posibilidad de aspiración a ideales de justicia, paz, igualdad o fraternidad, a configuraciones trascendentes que toman la forma del símbolo, del mito y de la metáfora.
El lunes 11 y martes 12 de marzo, en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), en Montevideo, tendrá lugar el Primer Coloquio Franco-Latinoamericano dedicado a “Las (des)construcciones de la humanidad en el siglo XXI (Historia, Filosofía, Política, Cultura)”, y que lleva por título una pregunta: “¿Renacimiento de las Humanidades o Cenotafio del Humanismo?”. La actividad continuará días después en universidades de Argentina y Chile.
En la organización del encuentro montevideano participa la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República, con la participación de la francesa Universidad de Paris 8 Vincennes-Saint-Denis y las chilenas Universidad de los Lagos, Universidad de Valparaíso y Universidad de Chile. Pero según Ricardo Viscardi, responsable del encuentro en Montevideo, “lo decisivo está en la intervención de colectivos vinculados de diferente forma con el intercambio, que incluye también al Colegio Internacional de Filosofía (y a la recientemente creada Revista Latinoamericana del Colegio Internacional de Filosofía, con importante presencia brasileña). Entre nosotros algunos grupos tienen presencia importante: Casa de Filosofía, el colectivo Prohibido Pensar, la École Lacanniene de Psichanalyse, el Grupo Anti-represión”.
Viscardi explica que el intercambio con la Universidad Paris 8 Vincennes-Saint-Denis comenzó formalmente en 2003, y que a partir de ese convenio se inició en el Instituto de Filosofía de la FHCE el sitio “Universidades en ciberdemocracia”. El Centro Franco-Argentino de la Universidad de Buenos Aires y las universidades chilenas de la región centro y sur también han sido protagonistas del intercambio. Algunas instituciones públicas (la Embajada de Francia en Uruguay, la Cooperación Francesa para el Cono Sur, el Ministerio de Educación y Cultura por intermedio del MNAV) apoyan el evento.
¿De qué hablamos cuando hablamos de humanidades, y en qué sentido el concepto puede oponerse (o no) a humanismo?
Cuando hablamos de humanidades hablamos de una tradición que se remonta al Renacimiento y que auspicia el surgimiento, alrededor de dos siglos después, del racionalismo clásico (Descartes, Leibniz, Spinoza). En ese planteo, el conocimiento del orden natural no diferencia entre ciencias naturales, exactas o humanas, sino entre grados de formulación posible, para la inteligencia humana, de un orden divino. Con la modernidad, la secularización de la razón pasa a sostener en la conciencia el principio del orden natural, y se separa el objeto del método para conocerlo, con lo cual el Hombre pasa a ser objeto y principio del saber, generando la perspectiva de una humanización de lo humano: el humanismo. La frase de Friedrich Nietzsche “humano, demasiado humano” da cuenta de esa tensión que gana a las humanidades (que se desdoblan entre lo empírico y lo trascendental, como señala Michel Foucault) ante el humanismo, que es el designio de una conciliación entre lo humano y su proyección mundana. Hoy la tecnología disuelve ese conflicto de la conciencia en la formalidad del procedimiento digital y lo proyecta sin saberlo, como su propia sombra, en el mundo que nos rodea (de transparencia sombría).
¿Por qué entienden que hay algo como un “renacimiento” de las humanidades? ¿En qué forma se manifiesta?
En 2011 encontré, de forma casual, en el entorno de un evento en Buenos Aires, a Marie Cuillerai, que también participará en nuestro coloquio. En torno a la preocupación de un grupo de estudiantes y egresados uruguayos por “el lugar de las humanidades en la universidad”, Marie me comentó que el planteamiento, por parte de [Jacques] Derrida, de “nuevas humanidades” había tenido gran impacto en un conjunto de universidades estadounidenses. En La universidad sin condición Derrida vincula las “nuevas humanidades” a los derechos humanos, en el sentido de “crímenes contra la humanidad”, y plantea al respecto “una suerte de principio de desobediencia civil, incluso de disidencia, en nombre de una ley superior y de una justicia del pensamiento”. La “justicia del pensamiento” que guiaría tal “desobediencia civil” no es la la crítica –en cuanto, según Derrida, oscila entre el “como tal” (conceptual) y el “como si” (metafórico) de la decisión–, sino la cuestión de la crisis que agrieta “humanamente” la perfección representacionista de la red de redes.
Las intervenciones en el coloquio se despliegan en torno a cuatro ejes: la cuestión de la crítica, la cuestión de la ciencia, la cuestión del sujeto y la cuestión del totalitarismo. ¿Qué vincula a estas cuestiones con las humanidades y con el humanismo?
La cuestión del sujeto humano es la cuestión del sentido. Cuando ese sentido cierra el horizonte de la experiencia bajo un criterio de conciencia (con-scientia escriben por igual [Martin] Heidegger y Derrida), sobre todo si tal conciencia-con-scientia se plantea como “crítica” a partir de sí misma, la autonomía racional requiere la totalización del sentido. Por esa razón la pregunta dominante en la filosofía durante la segunda mitad del siglo XX es la del totalitarismo de la razón moderna. Cuanto más insistamos en plantearlo como un problema de “sistema” (político, partidario, etcétera), más totalitario se hará el cierre del “sistema sistemático” sobre sí mismo.
Algunos de los trabajos se detienen en la situación de las personas que están a merced de la Justicia (o de la ley penal), otras hablan de la judicialización del terrorismo, hay una que aborda el tema de los refugiados, mientras que otra se pregunta por el papel de los medios en la reforma penal. ¿Dirías que la “cuestión humana” se expresa actualmente mediante los recursos jurídicos, en desmedro de los recursos políticos o filosóficos?
Diría que la “cuestión humana” se plantea al presente bajo la forma de la crisis, y no bajo la forma de la crítica. En un planeta globalizado por el “desarrollo” tecnológico, la crítica (en el sentido kantiano de la pregunta por “los límites de la razón”) es el principio del orden. “Desarrollista” es la denominación que hoy se le da a una profesión que consiste en programar tecnoinformáticamente los vínculos humanos. Por consiguiente, la propuesta de una resolución de la crisis por medio de la crítica se revierte, ya que es la programación del desarrollo (desideratum de la crítica) que pasa a ser interrogada por la crisis. La cuestión jurídica de la decisión desborda, por lo tanto, la formalidad del derecho (sin por eso ignorarla) y se presenta de más en más como una “justicia del pensamiento” (Derrida), es decir, como incondicionalidad ante una circunstancia humana globalizada.
El evento tendrá fechas también en Buenos Aires, Argentina (13 y 14 de marzo), y en varias ciudades de Chile: Santiago (18 y 19 de marzo), Valparaíso (20 y 21 de marzo), Valdivia (22 de marzo) y Osorno (25 de marzo).
Qué quiere decir decir
la diaria conversó también con algunos de los expositores uruguayos. Alma Bolón, cuya intervención, programada para el martes a las 10.00 en el segmento “Humanidades y (post)estructuralismo: la cuestión del sujeto”, se titula “Y todo el resto es literatura / Ét tout le reste est littérature”, dijo que “sin ningún ánimo historiográfico” tratará sobre esa afirmación, “de Paul Verlaine (en su ‘Art poétique’) a Jorge Luis Borges (en la dedicatoria de parte de las Obras completas a su madre), pasando por Guillaume Apollinaire (correspondencia), enfocaré cómo la afirmación queda rebotando entre un ‘no es más que literatura’ (‘es sólo literatura’) y un ‘todo lo que queda es literatura’; entre lo anodino y lo perdurable. Intentaré enfocar también la cuestión de que, en esa afirmación, sólo recibe nombre ‘el resto’, sólo es nombrable y nombrado ‘el resto’, mientras permanece sin poder ser dicho eso que no es resto, que no es literatura. Finalmente, trataré de decir algo sobre ese lugar de suplemento tolerado que tiene ‘la literatura’ entre nosotros, punto bien delicado cuando de humanidades se trata”.
Leonardo Flamia, que intervendrá el lunes a las 17.00 dentro del segmento “Humanismo y saber: la cuestión de la ciencia” con una ponencia titulada “Crédit 0: algunos apuntes sobre la cuantificación, creditización y fagocitación neoliberal del pensamiento crítico”, dijo a la diaria que su idea es trabajar sobre la creditización y cuantificación en las ciencias humanas y en las ciencias sociales “vinculándolo a un discurso que hay desde la izquierda de pérdida de la batalla cultural, pero sin entender que cuando se cuantifican, por ejemplo, los cursos, cuando se creditizan los cursos en las facultades, ya eso implica una pérdida en la batalla cultural”. Flamia explica que, por ejemplo, “en la Facultad de Ciencias Económicas se suele decir que la ciencia social que más ha evolucionado es la economía, porque se ha podido construir un modelo matemático para explicar determinadas variables que dan cuenta de algunos aspectos del funcionamiento social. Y ahí hay un problema epistemológico, que es sobre lo que a mí me interesa trabajar: cómo parece no comprenderse que justamente la subordinación a lo estadístico todo el tiempo, lejos de funcionar de manera descriptiva, está funcionando de manera más que nada normativa, y subordinando el pensamiento crítico a lo que se puede cuantificar”.
Respecto del modelo neoliberal, Flamia destaca que hay una tendencia en los estados a justificar la inversión en cultura a partir de lo que esta pesa, por ejemplo, en el Producto Interno Bruto. “Para mí eso es, claramente, poner la carreta delante de los bueyes, porque con ese argumento se puede justificar también la fabricación de armas en Estados Unidos o el comercio de drogas ilegal en México. Esa es la idea: pensar cómo los números por sí mismos están contribuyendo a determinar o apoyar un determinado modelo, cuando en realidad sólo sirven para explicar algunas cosas. Después deberían ayudar a definir en función de lo que tenemos como propuesta, pero no podemos quedar subordinados a los números”.
Alejandro Gortázar, que intervendrá a las 14.30 del martes en el segmento “Humanismo y tecnología: la cuestión del totalitarismo”, desarrollará algunas ideas de Herbert Marcuse en El hombre unidimensional (1964) y rastreará a partir de ahí “el problema de la tecnología y la dominación en el marxismo”.
A las 11.00 del lunes, en el segmento “Humanidades e imagen: la cuestión de la crítica”, Santiago Cardozo presentará el trabajo titulado “Sujeto del discurso: la propiedad/impropiedad del decir”, tomará un ejemplo de su tesis doctoral (un pasaje de un libro de texto escolar que habla de la historia nacional, específicamente del Éxodo del pueblo oriental), para pensar las cosas según el postulado bajtiniano de que todo enunciado tiene un carácter metalingüístico. “De esto voy al asunto del decir propio y el decir ajeno, en este caso entendido también como decir impropio, para mostrar cómo el primero (en tanto que decir que le pertenece al hablante, pero también un decir con adecuación, autoridad y pertinencia –propiedad en estos sentidos–) cede el espacio al segundo (un decir que no le pertenece al hablante y que, además, se muestra como inadecuado, sin autoridad y, llegado el caso, impertinente), modificando sus relaciones y produciendo todo tipo de efectos de sentido, uno de los cuales es la actualización del viejo problema entre el discurso verídico de la historia y el discurso ficcional de la literatura (porque el pasaje del manual escolar contiene una cita de Zorrilla de San Martín). Todo esto, finalmente, o en primer lugar, en el contexto de que la investigación humanística es pensamiento sobre signos, como dice el propio Mijaíl Bajtín”.