Con el paso del tiempo, muchos exponentes del género negro han concentrado los vaivenes políticos y sociales y, en más de una ocasión, interpelado al orden establecido junto a personajes que no resultan funcionales al sistema y que, en más de una ocasión, están dispuestos a compadecerse y vengarse, mucho más cuando la víctima es un paria. De modo que si en la clásica novela policial la culpa siempre es individual y el delito es una desviación que altera el orden social, el noir irrumpió como una fuerza que cuestiona esa realidad.
Esta semana comenzó la VII edición de la Semana Negra, el encuentro internacional de novela policial de Uruguay que este año se extenderá hasta el sábado 27 de julio en tres salas –el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), Cinemateca y el Centro Cultural de España–, alternando literatura, cine, teatro, periodismo, derecho y criminología, para debatir sobre corrupción, mentiras oficiales, escándalos y distintos modos de abordar los relatos y las noticias policiales. Así, entre hoy y mañana Cinemateca exhibirá películas del género, como Los sobornados, de Fritz Lang (1953), El beso amargo, de Samuel Fuller (1964), y Que el cielo la juzgue, de John M Stahl (1945).
El jueves, el viernes y el sábado, la programación se concentrará en el MNAV: la apertura (a las 18.00) estará a cargo de Claudia Piñeiro, una de las escritoras argentinas que cuentan con más adaptaciones al cine (Las viudas de los jueves, Betibú, Tuya) y que en su momento fue conocida como “la autora de los policiales de country” por dos títulos: uno ambientado durante la fiesta menemista de los 90, en el que retrató la particularidad de los barrios cerrados desde adentro; y otro en el que volvió a los barrios cerrados pero para describirlos desde afuera. En otros trabajos más recientes, como Una suerte pequeña (2015), la autora bucea en un drama familiar en el que se alternan el encubrimiento, la culpa y las posibles redenciones, y en Las maldiciones (2017) explora la “nueva política”, que antes que por propuestas programáticas apuesta por el marketing y la estrategia desde un inquietante vacío ideológico.
Además de los invitados nacionales, este año la presencia extranjera se concentrará en los argentinos, como la escritora, periodista y activista por los derechos de las mujeres Florencia Etcheves (creadora de la saga policial del detective Francisco Juárez y conductora del ciclo de entrevistas Las vidas de Carlos Monzón, que Space produjo para Youtube, en paralelo a su serie sobre Monzón); el también periodista y escritor Juan Carrá, una de las voces más personales de la literatura contemporánea argentina de género y que este año editó –junto con Iñaki Echeverría– Esma, una novela gráfica sobre un periodista que sigue el proceso judicial de la megacausa (como se llama a una serie de causas judiciales por delitos de lesa humanidad) de la Escuela de Mécanica de la Armada (Esma), donde funcionó un centro de detención y tortura de la dictadura argentina; y Federico Axat, nombre que comenzó a circular, sobre todo, con su celebradísima novela La última salida (2016).
Ampliando el margen
El sábado a las 16.00, la mesa redonda que abrirá la última jornada será “Literatura a prueba de balas”, en la que los escritores Renzo Rossello y Elvio Gandolfo rescatarán autores que “rompen las reglas del género”. Hace unas semanas, Gandolfo publicó una nota en La Nación en la que planteaba que, hasta hace pocas décadas, el relato policial y la ciencia ficción eran los dos géneros populares importantes, pero, con el tiempo, el segundo casi había desaparecido, mientras que el primero se había “desplegado al extremo”. “Creo que tiene que ver sobre todo con el mercado”, dijo el escritor a la diaria al volver sobre este fenómeno. “En este caso, el género tiene una flexibilidad extraordinaria para pintar realidades muy distintas (mediterránea, nórdica, latinoamericana), aparte de la raíz principal anglosajona. Y asegura entretenimiento y horas ociosas llenadas a vastas cantidades de consumidores”, agregó.
Con respecto al encuentro, Gandolfo adelantó que se referirán a los modelos que eluden las fórmulas habituales para “escribir auténtica literatura”, como Arthur Conan Doyle, Georges Simenon y James Ellroy. Rossello, por su parte, sostuvo que uno de los ejemplos más obvios es el caso de El largo adiós, de Raymond Chandler (1953), y que, en tren de ponerse provocativos, podrían proponer una “imposible lista” con las diez mejores novelas del siglo XX, en la que incluiría El largo adiós, junto con las obras de James Joyce, William Faulkner, Gabriel García Márquez, Albert Camus o Juan Carlos Onetti. Cuenta que, en paralelo, también se referirán a aquellos autores que, apelando a códigos aparentemente más rígidos dentro del género, han extendido sus límites. En esa línea, plantea que es casi imposible ver las obras de Ellroy como “simples novelas negras”, ya que también operan como novelas históricas, políticas, o relatos del poder. “Algo similar ocurre con Dennis Lehane, que tiene una producción muy variada aun dentro del género, que va desde el thriller hasta la novela de gángsters y, más recientemente, el domestic noir”. Recordó que dentro de esta categoría también se encuentra “lo mejor del realismo moderno”, en el que ubicó exponentes clásicos, como Simenon, Andrea Camilleri y Manuel Vázquez Montalbán. Entre los latinoamericanos, Rossello espera detenerse en autores argentinos, mexicanos y otros “muy marcados por el género”, como el salvadoreño Horacio Castellanos Moya y el guatemalteco Rodrigo Rey Rosas.
De este modo, además de acercarse a nombres y obras que rearticulan sus propios códigos, el género también se posiciona como una forma de interpretar la vida social. Como señaló en más de una ocasión el teórico e investigador argentino Ezequiel de Rosso, “lo negro” ya no sólo se refiere a una forma de literatura, “ahora parece referirse a un conjunto de prácticas y modos de entender el crimen, que incluye a la ficción pero no se limita a ella”.