El viernes falleció la rosarina Mirta Rosenberg, considerada una de las voces más destacadas de la poesía argentina, además de traductora fundamental de clásicos como Emily Dickinson, Marianne Moore, William Blake, Anne Carson o William Shakespeare, trabajos que en varias oportunidades publicó en la colección Los grandes poetas del Centro Editor de América Latina. Rosenberg cuenta con una decena de poemarios, y además integró el consejo de dirección del fundamental Diario de poesía (entre sus fundadores estuvo Elvio Gandolfo), que desde el comienzo tomó partido por los creadores jóvenes y fue el puente, por ejemplo, entre Circe Maia y los lectores argentinos. En 1991 fundó la editorial Bajo la luna, uno de los sellos más buscados en la Feria del Libro de Buenos Aires por los interesados en el género.

Rosenberg creía en la función política de la poesía, y concebía al poeta como un ser reflexivo que analiza el acontecer de su tiempo. También estaba convencida de que leer poesía implica ingresar a otro mundo, y demandaba el desafío de pensar en nuevas categorías: “Creo que tiene que haber necesariamente un vínculo entre la poesía y la verdad. Le tenés que infundir al lector la idea de confianza, de que leyendo esto va a aprender algo nuevo o va a pensar algo nuevo. Y creo que hay mucho más de eso en la poesía que en cualquier otro género”, decía.