Testamento de juventud, de Vera Brittain, es un libro muy conocido en el mundo angloparlante, pero su primera traducción al castellano tardó casi 90 años. Editadas originalmente en 1933, estas memorias de la juventud de la autora suelen ser revisitadas en adaptaciones cinematográficas, documentales y teatrales, especialmente en instancias conmemorativas de la Primera Guerra Mundial, como el Remembrance Day (efeméride del armisticio que puso fin al conflicto, celebrada anualmente en Reino Unido). Recién aparece traducido a nuestro idioma en 2020, en esta edición de Périférica y Errata Naturae. Hay que decir que tanto la última adaptación fílmica del texto, producida por la BBC y homónima al libro, como la edición de la correspondencia de Brittain durante esos años (Letters from a Lost Generation, 1998) coincidieron con una gran circulación de revisiones sobre la Primera Guerra en los últimos años, dado que hace poco finalizamos el ciclo del centenario de esta enorme calamidad bélica que destrozó Europa entre 1914 y 1918.
La primera edición fue un rotundo best seller. La obra narra los años juveniles de Brittain, enfocándose especialmente en sus primeros esfuerzos para cursar estudios universitarios (Oxford recién comenzaba a admitir mujeres, aunque no se les permitió matricularse hasta 1919), proyecto interrumpido por la guerra. Al ver marchar al frente a su prometido, su hermano gemelo y sus amigos varones más cercanos, Brittain se enrola como enfermera voluntaria. A primera vista, podría ser un drama romántico-bélico digno de la más lacrimógena producción hollywoodense, con final feliz (aunque muy trabajoso) y todo. Y sí, lo es. Pero no solamente.
Mike Bostridge, principal biógrafo de Brittain y editor de su correspondencia, ha afirmado, no sin razón, que la personalidad de la autora se encuentra a medio camino entre la sensibilidad victoriana y las aspiraciones emancipatorias de lo que él llama la “mujer moderna”, aquellas que en la puja por el acceso al sufragio, la formación académica y la independencia económica dieron lugar a las conquistas del feminismo de la primera ola. Por otra parte, además de haber formado parte de este movimiento y haber participado en reivindicaciones concretas como la matrícula universitaria femenina, Brittain trabajó luego de la guerra como conferencista para la entonces recién creada Sociedad de Naciones (antecedente de la actual Organización de las Naciones Unidas), y luego de su experiencia y la de su entorno con la guerra, adoptó una postura rotundamente pacifista e internacionalista, que más tarde, ya en los años de la Segunda Guerra, le costó episodios de persecución política por haberse manifestado en contra de los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas. También militó activamente en las filas del Partido Laborista británico.
Por todo esto, Testamento de juventud ha atraído a públicos populares y predispuestos a producciones de ficción más comerciales y también a quienes se interesan seriamente tanto en la Primera Guerra Mundial como en la historia de los primeros feminismos. El relato no se queda en un mero ejercicio confesional o una apelación al sentimentalismo fácil. Mientras traza un retrato de sí misma, de su familia, amigos y amores, y cómo fueron afectados por la guerra, Brittain no pierde de vista nunca los hechos históricos y políticos que trascienden esas vivencias individuales o grupales, y la forma en que las afectan. Virginia Woolf, pese a haber deslizado algún comentario irónico en algún escrito sobre el sentimentalismo de la obra, admitió posteriormente que la lectura le quitó horas de sueño, y que muchas de las ideas expuestas tuvieron incidencia en algunos de sus ensayos, como Tres guineas (1938), escrito ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, en que la postura antibelicista y antifascista de Woolf se entrelaza con los reclamos que sostuvo toda su vida sobre el acceso de las mujeres a la educación superior y a los espacios de decisión política.
Brittain no se limita a simplemente narrar los hechos: intenta comprenderlos y explicarlos, en un afán también, por cierto, bastante idealista, de que su experiencia y la de su generación constituyan una contribución para sanar a la humanidad. No parece, en estos tiempos, una aspiración cercana a realizarse. Pero al menos, nos permite acercarnos un poco más a un episodio cuya importancia en la conformación del mundo en que vivimos no siempre tenemos presente, por más que en el Río de la Plata no seamos pocos ‒sobre todo entre los descendientes de italianos‒ los nietos o bisnietos de quienes migraron en tiempos de la Gran Guerra. El libro logra todo esto y alcanza, además, un justo equilibrio entre la tensión emotiva y el análisis histórico nada fácil de conseguir.
Testamento de juventud. De Vera Brittain. España, Periférica-Errata Naturae Ediciones, 2020. Segunda edición, 848 páginas.