Se conoció en la mañana de este viernes la noticia de la muerte de Atilio Duncan Pérez da Cunha.
Militante estudiantil, agitador cultural durante la dictadura, hombre de prensa y de radio, docente, poeta, narrador, Macunaíma, como lo llamaban todos, habitó con alegría inusual el terreno común entre el arte, el periodismo y la publicidad.
Hasta que se lo permitió su enfermedad, conducía el programa Otro rollo, en Emisora del Sur, y daba clases en la carrera de publicidad de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República, pero su carrera se remonta a varias décadas atrás. La Voz de Pocitos, El Popular, La Hora, El Dedo y Guambia fueron algunos de los medios en que podía leérselo durante los años 70 y 80. De esas épocas fueron también sus colaboraciones como letrista con Leo Maslíah y Eduardo Darnauchans, entre otros músicos con los que trabajó.
Igualmente, sus primeros poemarios, Derrumbado, nocturno y desván (1977) y Los caballos perdidos (1980) aparecieron en aquellos años, y en la década pasada fue uno de los encargados de reunir publicidad y literatura en el volumen colectivo La publicidad es puro cuento (2008). Manray y McCann fueron algunas de las agencias en las que se desempeñó como creativo.
Querido en todos los ambientes en que se movió, debió aclarar no pocas veces el origen del apelativo por el que se lo conocía: su abuela brasileña lo había asociado desde niño al protagonista indígena de la novela Macunaíma (Mário de Andrade, 1928), cuya pereza cuesta relacionar en primera instancia con la incesante actividad del uruguayo, hasta que se repara en su raíz común, subversiva.