El filósofo español Antonio Escohotado murió este domingo a los 80 años, a causa del cáncer. Su obra más conocida fue Historia general de las drogas, cuya edición definitiva es de 1989, en el que analizaba el uso de estas sustancias a través de la historia y planteaba su postura contraria a la prohibición del consumo. La mayor parte de este texto había sido escrito en una cárcel de Cuenca en la que cumplía una condena de dos años por tráfico de estupefacientes, recordó El País de Madrid. Él repetía que había sido una trampa que le tendió la Policía.

Escohotado decía que las elevadas cifras de consumo de droga en España estaban relacionadas con la política “prohibicionista y alarmista”, y prefería el modelo holandés. “Han tomado la sana medida de convencer a la juventud con cosas como los coffee shops, y al abrir la mano con el cáñamo han conseguido que la gente joven haga caso a las autoridades. De forma que hay drogas en Holanda, pero el consumo es menor”, declaró en el año 2000.

Su postura lo convirtió en figura repetida en programas de televisión, no solamente de su país. En 1996, el juez argentino Norberto Oyarbide emitió una orden de captura por apología de las drogas, después de que Escohotado estuviera en el programa Memoria de Samuel Chiche Gelblung y contara que había introducido a sus hijos en el consumo de sustancias cuando estos cumplieron los 18 años. Cuando supo de la medida judicial, el filósofo ya había abandonado Argentina.

“Antonio era un seductor, carismático, y le gustaba gustar. Se convertía en el centro de cualquier reunión. No era nada convencional, pero, a su modo, era muy riguroso”, lo recordó su colega Fernando Savater en conversación con el citado medio. Con él había formado “una especie de club de personas que nos reuníamos para reflexionar; escuchábamos música, consumíamos sustancias prohibidas”.

Escohotado también escribió Los enemigos del comercio (2008), en el que abordaba a la sociedad de consumo desde la Revolución francesa hasta la desintegración de la Unión Soviética. “Una obra extraordinaria, de una amplitud insólita, una reflexión de cómo determinadas ideas que son buenas intenciones se convierten en un peligro social”, la describió Savater.

Nacido en 1941, entre 1946 y 1956 vivió en Río de Janeiro junto a su padre, un militante falangista que actuó como agregado cultural en Brasil. Se consideró de izquierda por el rechazo que le producían los “fachas”, algo que padeció a su regreso a la España franquista. “La calle estaba llena de curas vestidos de curas y de militares vestidos de militares, y de grises (policía antidisturbios). Todo aquello me levantaba ampollas. Por eso milité en la extrema izquierda, incluso pensé en matar a Franco. Tardé mucho en comprender el valor infinito de la vida, empezando por la mía, pero sigo siendo de izquierdas en el sentido de dejar vivir, evitando el dogmatismo”, dijo en una entrevista a El Diario en 2019.

En los últimos tiempos su postura se había vuelto muy crítica con respecto al comunismo. “Me di cuenta de que aquello no funcionaba, que en realidad no funcionó nunca. Que no era una aventura de emancipación humana, compasión y eficacia. No había compasión, no había eficacia, fijar los precios por decreto era demencialmente ruinoso. También estaba convencido de que Marx era un gran pensador, y un hombre coherente, y sólo dos años de estudio incompartido demostraron que ni un solo concepto suyo llega a tal. Fue duro aceptarlo, porque revelaba mi trivialidad y descuido previo”, agregó.

En aquella misma charla le preguntaron por la experiencia uruguaya en la legalización de la marihuana. “Un desastre. Voy a dar una conferencia en Montevideo y me pondrán verde, pero es grotesco pasar de la prohibición a un monopolio estatal ñoño, donde sólo se admiten proporciones muy bajas -y encima caras- de THC. El mercado negro se aprovechará, y no olvidemos tampoco que el estigma del cáñamo ha desaparecido”.

Quizás las palabras más famosas de Escohotado son las que pueden escucharse en “Nunca es igual”, el tema de Andrés Calamaro que forma parte del disco Alta suciedad (1997). “Nuestra meta es vivir largo tiempo”, se lo escucha reflexionar. “Y claro, en el fondo no pretendemos vivir largo tiempo. Pretendemos vivir a secas, pretendemos vivir”.

Su deceso se produjo en Ibiza, a donde se había trasladado unos meses atrás para vivir sus últimos momentos. En esta misma ciudad quiso llevar a cabo la revolución sexual en los años 70, fundó una mítica discoteca y utilizó su cuerpo como “cobaya de la humanidad”, anotando los efectos que le provocaban las diferentes sustancias que consumía para así tener un juicio formado desde la experiencia. Consultado en 2018 por Icon acerca de cómo prefería esperar la muerte, dijo: “Lo mejor que puedes hacer para que vengan bien dadas es tener un botiquín de eutanásicos y, cuando vengan mal dadas, botiquín”.