Pocas palabras debe de haber más bastardeadas, manoseadas, ultrajadas, vituperadas y torcidas para el lado que se le antoje al emisor que “democracia”. Su idealización, desde el nacimiento en Grecia hasta nuestro pedestre presente, constituye en sí misma la marca indeleble de su elasticidad semántica. Sobre el final del libro Democracia y globalización. Ira, miedo y esperanza, el politólogo y economista Josep M Colomer y la especialista en políticas públicas Ashley L Beale citan una suerte de diatriba del jurista, politólogo y político francés Maurice Duverger (1917-2014), que desmitifica y reposiciona el término con el que gobernantes (o aspirantes a) de las más variadas estofas se llenan la boca a diario en discursos, entrevistas y en los acotados caracteres de un tuit: “Vivimos con una noción totalmente surrealista de la democracia forjada por juristas, siguiendo a los filósofos del siglo XVIII: ‘Gobierno del pueblo por el pueblo’, ‘gobierno de la nación por sus representantes’; hermosas fórmulas, adecuadas para elevar el entusiasmo y facilitar el desarrollo de la oratoria. Hermosas fórmulas que no significan nada. Nunca se ha visto a un pueblo gobernarse a sí mismo, y nunca se verá. Todo gobierno es oligárquico ya que necesariamente implica el dominio de un pequeño número sobre la mayoría [...]. La fórmula ‘gobierno del pueblo por el pueblo’ debe ser remplazada por esta: ‘gobierno del pueblo por una élite originada por el pueblo’”.
En este acuciante ensayo, Colomer y Beale hunden el bisturí del análisis en la noción moderna de democracia, ligándola íntimamente con la de globalización. Dividido en dos secciones –“La gran disrupción: ira y miedo” y “El futuro global: esperanza”–, el texto tiene un punto de quiebre (y de arranque) en la crisis financiera global de 2008 y un giro inesperado (y cercano) en la crisis sanitaria mundial disparada por el coronavirus a partir de 2020. Sin abrazar el dictamen descarnado de Duverger citado más arriba, los autores esbozan un diagnóstico sobre la situación de la democracia a nivel global, basado en el descontento popular por la forma en que realmente funciona el sistema de gobierno. En un mundo pautado por cambios tecnológicos sostenidos, que continuamente reconfiguran no sólo los modos de comunicación sino los propios sistemas de valores y los modos de gobernar (desde una pequeña comunidad a una nación), las llamadas “recetas tradicionales”, tales como el refuerzo de la soberanía nacional y los partidos políticos ideológicos, ya no funcionan y, en ocasiones, pueden resultar hasta contraproducentes. Ante ese panorama, afirman Colomer y Beale, “una gobernanza eficaz y responsable requiere un conjunto renovado de instituciones en los niveles local, nacional, continental y global. La globalización erosiona la democracia y la solución es globalizar la democracia”.
En la primera parte de Democracia y globalización, los autores analizan la forma en que algunos gobernantes llegaron al poder, a partir de una reñida lucha de facciones en la que ira y miedo juegan papeles preponderantes: sembrar en el electorado la ira hacia el gobierno de turno y, una vez en el poder, azuzar el miedo a un eventual regreso de los que se fueron. A través de una serie de capítulos breves –“Cuanta menos burguesía, menos democracia”, “La escisión de la clase media”, “Nacionalistas contra la Unión Europea”, “Los Estados Desunidos de América”, etcétera–, Colomer y Beale alcanzan auténticas cimas analíticas, como cuando desmontan los intrincados mecanismos del brexit o las estrategias de la campaña electoral que convirtió a Donald Trump en presidente de Estados Unidos en 2016. Como es de esperarse, la mirada eurocentrista de los autores desinfla un poco el análisis global al centrarse específicamente en el eje Europa-Estados Unidos, como si el territorio existente debajo de la frontera con México fuera tierra yerma, aun sin conquistarse. Ocurre algo parecido con las referencias a China, por ejemplo, que siempre son circunstanciales o a modo de contraste. En contrapartida, el capítulo “India, Indonesia: pobres pero eficaces” se destaca por su profusión de datos de la actualidad, a partir de un revelador disparador: “India e Indonesia se encuentran entre los países con las mayores proporciones de ciudadanos que confían en el gobierno, incluidos los gobiernos federal, estatal y local, en una proporción de más de cuatro quintos”.
Trazado el diagnóstico del problema a nivel global, la segunda parte de Democracia y globalización analiza una serie de prácticas que pueden ayudar a que la democracia perdure y prospere. No se trata, desde luego, de recetas de manual ni construcciones idealistas para frases de marcador, sino de algunos abordajes a las dificultades que en la actualidad atraviesan los diferentes niveles de gobierno en la interna de un sistema democrático. El tránsito de una democracia nacional a una democracia global no implica una unificación de ciudadanos de carácter universal, sino la capacidad de los países para reforzar sus diferentes niveles de gobierno en la progresión local, nacional, continental y global. Sobre el final del libro, Colomer y Beale describen con precisión la tendencia a lo global que se ha ido incrustando en todos los que vivimos bajo un régimen democrático: “Como consecuencia de la gradual reasignación de poderes a los diferentes niveles de gobierno, la política nacional ha quedado sobrevalorada. La propaganda y las campañas permanentes, la obsesión de los medios con la política interior y la emisión de miles de noticias continuas sobre lo que hacen, dicen o tuitean los políticos y los partidos, son desproporcionadas en relación con su capacidad real de tomar decisiones importantes sobre muchos temas”.
De rabiosa actualidad, con un buen despliegue informativo y una solvente argumentación, Democracia y globalización constituye un acercamiento más que interesante al sistema de gobierno bajo el que nos movemos, menos anquilosado de lo que muchos creen y no tan ideal como otros pregonan.
Democracia y globalización. De Josep M Colomer y Ashley L Beale. España, Anagrama, 2021. 290 páginas.