Hace unos años, en una entrevista, el traductor argentino Jorge Fondebrider señalaba que la literatura irlandesa, que fue prácticamente el corazón de la literatura por mucho tiempo llamada “inglesa”, cuenta con menos del diez por ciento de sus autores traducidos al castellano. Más allá de la trampa siempre evidente que establece el rótulo de cualquier literatura nacional y que, en este caso, agrupa por la sola pertenencia patria a autores tan disímiles como Seamus Heaney, Edna O’Brien, Elizabeth Bowen, Colm Tóibín y Claire Keegan, para no mencionar a los megacanónicos James Joyce, Oscar Wilde, WB Yeats, George Bernard Shaw y Samuel Beckett, y para no mentar, por puro regodeo acumulativo, al más grande de todos, el autor de Viajes a varias naciones remotas del mundo. En cuatro partes. Por Lemuel Gulliver, primero cirujano y luego capitán de varios barcos, la afirmación de Fondebrider tiene algo de descorazonador y, al mismo tiempo, de esperanzadora alegría ante cada arribo a estas costas desoladas de una nueva traducción de un autor nacido en aquella isla.

El escritor William Trevor (1928-2016) no es un desconocido en el idioma español. Con paciencia, el frecuentador de librerías de segunda mano (especies en extinción ambas: el frecuentador de librerías de segunda mano y las librerías de segunda mano) puede dar con algún ejemplar de Noches en el Alexandra, publicado por Edhasa en 1988 o de El viaje de Felicia, que Alianza editó en 1999 (hay película del mismo año, de Atom Egoyan, protagonizada por Bob Hoskins). En tiempos más cercanos, Salamandra dio a la imprenta La historia de Lucy Gault y Verano y amor, los últimos libros escritos por Trevor. La reciente aparición de estos Cuentos selectos permite acceder a un interesante muestrario de las ficciones breves de un autor que supo alzarse cuatro veces con el prestigioso Premio O’Henry.

La obra cuentística de Trevor es copiosa y difícil de apresar en un único volumen. Andrés Hax, antologador, prologuista y traductor de las piezas reunidas en este libro, da cuenta del intento de la editorial Penguin por reunir los relatos en 1992, en un tomo de 1.200 páginas que se complementa con otro aparecido en 2009 y un tercero editado en 2018. La escueta nota introductoria de Hax no menciona la procedencia ni el año de publicación original de los 12 relatos compilados, lo que puede apenas atisbarse por algunas referencias circunstanciales de las tramas. Esa omisión informativa, sumada a cierto descuido en la corrección del volumen (hay varias erratas y algunas faltas de artículos y conectores), empaña apenas estos Cuentos selectos. Vayamos pues a ellos, paisanos.

Ambientados en pequeñas comunidades rurales de su Irlanda natal, en algún suburbio de Londres o en enclaves turísticos de Italia, este chaparrón de cuentos de Trevor presenta situaciones cotidianas que viven personajes que no terminan de adaptarse a su entorno, o que de golpe comprenden la profunda ridiculez del mundo que los rodea. El patetismo como motor de la acción se trasluce especialmente en el primer cuento seleccionado, “El día del general”, que sigue el derrotero de un retirado militar octogenario por una vecindad que de frente lo reverencia pero se ríe de él a sus espaldas. Algo similar ocurre con “Dos galanes más”, en el que el centro de la trama lo ocupa la estratagema que un bribón prepara alrededor de un profesor erudito en Joyce. En este cuento en particular, aunque también se aprecia en otros, Trevor da vueltas sobre la figura del narrador, sobre quién es el que cuenta y cómo lo cuenta. Hay relatos en que lo anodino de los entornos y de los personajes es una capa delgada que propicia el paseo desinteresado para, en mitad del recorrido, resquebrajarlo todo y hundir en el abismo la falsa tranquilidad de antes. Sucede en “De los hábitos”, donde una conversación entre dos curas, uno ya veterano y algo olvidado por los fieles y el otro joven y respetado en la comunidad, se desliza hacia los ominosos terrenos de la pedofilia y las rápidas barridas para debajo de la alfombra propiciadas por la iglesia.

La prosa de Trevor es falsamente fría y precisa, y encuentra en el diálogo una herramienta destacada para la acción. “Romances de oficina”, pieza que refulge sobre el resto, se inicia con un diálogo anodino que, en pocos trazos, pinta el cuadro completo del escenario y el inminente conflicto: una joven administrativa recién llegada a su trabajo en una importante firma comercial londinense resiste los embates y finalmente se entrega a un galán, casado y con hijos, que a lo largo de una noche la enfrenta al entramado de falsedades que se construye a la luz del día. La misma disposición en cuanto a la técnica del relato se aprecia en el sórdido cuento “La fe”, que cierra el volumen, en el que, a través de la historia del vínculo entre dos hermanos que siempre han vivido juntos, se reelabora y diluye la memoria compartida y el presente tiende a fundirse en una suerte de entelequia común.

El gran protagonista en sordina de los cuentos de William Trevor es el tiempo, así, a secas, ese monstruo ingobernable que avanza sin pausa a lo largo de la existencia de los hombres, que estaba desde antes de que llegaran y que permanecerá después, cuando de todo este ruido no quede nada, ni siquiera la literatura que ha pretendido apresarlo.

Cuentos selectos. De William Trevor. Traducción de Andrés Hax. Buenos Aires, Edhasa, 2020. 320 páginas.