El 23 de abril, con la conmemoración del Día Internacional del Libro, se presentó el libro El quinto Quijote. Escrito por niños y jóvenes iberoamericanos, que se planeó, escribió y publicó a partir de una iniciativa del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, la Universidad de Alcalá y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). En la publicación participaron unos 300 estudiantes de 14 escuelas y liceos que trabajaron bajo la consigna de qué habría pasado si don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza se hubieran hecho a la mar para cruzar a este continente. Entre las 14 aventuras imaginadas y narradas está el trabajo de los estudiantes del liceo 26 Líber Falco, de Montevideo, con el apoyo de las profesoras de Literatura Carla Ferrari y Rossana Silva y la directora Martha Paciel, y con la tutoría del escritor Sebastián Pedrozo.

Los icónicos personajes de la literatura hispana comienzan su camino, en esta historia, en Alcalá, para pasar por Portugal y recalar en Argentina, desde donde recorren América hasta México, pasando por Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Panamá, Guatemala y El Salvador, y desde allí regresan a España. “Esta versión del mundialmente conocido Quijote abre sus horizontes para ir al otro lado del océano, un deseo que, según las crónicas, le fue negado a Cervantes. Así, con esta publicación iberoamericana se hace un homenaje a la diversidad de la lengua española, hoy conocida como ‘la lengua de Cervantes’, y que es compartida por una comunidad de más de 585 millones de personas en todo el mundo, lo que representa el 7,5% de los habitantes del planeta”, comentan desde la OEI.

Escala en Montevideo

El capítulo V, “Que trata de las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza en la ciudad de Montevideo, luego de conocer a Miguel”, fue escrito por María Álvez, Florencia Cardona, Macarena Fernández, Magalí Firpo, Sharon Gómez, Melina Lecuna, Jazmín Núñez, Marcelo Acevedo, Ismael Díaz, Christian Grahan Bell, Paula Murieda, Lucía Pietrafesa, Eyllen Climent, Franco Donato, Matías García, Bruno Larrea, Sharon Muñoz y Diego Rodríguez, estudiantes del liceo 26 de Montevideo. Cuentan lo que sucede cuando don Quijote y Sancho Panza recalan en nuestra capital una tarde cualquiera del siglo XXI y se sorprenden con lo que encuentran a su paso. Con un estilo y desde una perspectiva acorde a la obra con la que dialogan, los autores narran el encuentro de los personajes con Miguel, un viejo que busca a su amada, a quien no ve desde hace mucho tiempo. El universo alucinado de los personajes, sumado a las confusiones en un universo ajeno y desconocido –don Quijote le planta batalla a un ómnibus porque, a su manera de ver, “aquella criatura temible con forma de gusano gigante se había tragado a los muchachos” en la puerta del liceo–, dan pie a una historia que tiene por héroe a un enamorado y por tema la valorización del recuerdo de quienes ya no están.

“Una de las principales dificultades al abordar un libro como el Quijote es que, al ser un libro muy conocido en la literatura, fue difícil poder salir o despegarse de la historia que engloba al Quijote y a Sancho, con sus respectivas aventuras y demás, por lo que fue todo un desafío sacar de la cotidianidad a aquellos personajes y amoldarlos a nuestra creación”, cuenta a la diaria Jazmín Núñez. Por su parte, Paula Murieda destaca “el compañerismo, la buena disposición de las profesoras y lo maravilloso que es cuando en la educación se enseña a través del arte, cuando se tiene en cuenta ese instinto creativo que tiene el ser humano y que al ser desarrollado se abre un mundo lleno de posibilidades a la hora de enseñar y de aprender”.

Los autores coinciden en que una de las dificultades mayores fue ponerse de acuerdo para elegir una historia de las muchísimas que se les ocurrían. “Por supuesto, la dificultad más notoria se encuentra en la cantidad de alumnos que éramos para escribir un solo cuento. Creo que la clave en esto fue la organización y la disponibilidad de todos para escuchar todas las opiniones y decidir, como grupo, qué rumbo seguir con la historia. Y aunque es parte del proceso, es un poco triste que algunas ideas geniales no se hayan podido llevar a cabo”, dice Florencia Cardona, en una línea similar a lo que comenta María Álvez: “Fue complicado por el hecho de que eran muchas cabezas pensando, y eran tantas las ideas que llegar a un acuerdo era un poco difícil. Pero a la vez era divertido, ya que entre todos creábamos aventuras impresionantes. Es genial cómo teniendo un mismo objetivo podemos unirnos para crear estas cosas”.

En cuanto al proceso de escritura, Núñez comenta que “siempre es algo paulatino. No es lineal y, por tanto, tampoco es perfecto. Para mí fue una revolución de ideas que poco a poco, y con el trayecto de la historia y las ideas que iban surgiendo, tomaron forma y sentido”. Cardona complementa: “Creo que lo que más nos costó fue encontrar un balance entre lo que queríamos contar y la forma de hacerlo; para empezar, Cervantes tiene una forma muy característica de escribir, y nosotros queríamos mantenerla aunque sea un poco, al mismo tiempo que le dábamos nuestro propio toque”.

Con respecto a su participación como tutor, Sebastián Pedrozo cuenta: “Participé con los textos ya bocetados, encaminados, armados, estaban los borradores escritos. Ni siquiera era un primer ni un segundo borrador: tenían trabajo y mucha intervención de las profes en cuanto a lineamientos generales, temas estéticos, forma. Me pidieron que interviniera desde un punto de vista más de planificación de las estrategias y recursos literarios, de acrecentar el repertorio de herramientas. Fue más bien un andamiaje que una cuestión de reescritura. Hubo un encuentro presencial que fue muy lindo, con las profes y los alumnos, todos ellos muy abiertos a preguntar y a recibir sugerencias, y después trabajamos en forma virtual y en esa etapa sí hice algunos aportes respecto de la escritura, sobre un texto ya casi terminado”.

Mucho más que un libro

La inclusión del cuento en el libro El quinto Quijote surgió en el marco de una coordinación de asignatura entre las docentes Carla Ferrari y Rossana Silva. “Creamos un proyecto con la finalidad de ampliar nuestras estrategias pedagógicas para motivar a nuestros alumnos ampliando el abanico de abordaje a habilidades e intereses individuales. Decidimos centrarlo en el texto de Cervantes ya que, cercano al barrio Jacinto Vera, se encuentra el barrio Larrañaga, que contiene calles, comercios y esculturas que recuerdan la obra cervantina e incluso una comisión barrial que intenta cambiar el nombre de este barrio por Cervantino. Como parte del proyecto propusimos que buscaran en el barrio signos de la presencia cultural de Cervantes y de su novela; descubrieron que muchos locales gastronómicos llevaban nombres incluidos en la novela y que una plaza llevaba el nombre de la ciudad natal del escritor. También hay objetos artísticos: por ejemplo, en una casa hay un mural realizado en piedra con la representación de don Quijote y Sancho con los molinos detrás. Esos signos habían sido vistos por los alumnos de forma cotidiana sin reconocerlos en toda su dimensión; es un proceso de reconocimiento, de volver a conocerlos y darles otro significado, complementario, al significante”. La profesora destaca como un punto alto del trabajo la visita al artista Octavio Podestá, autor de la escultura Quijotada, emplazada en el barrio, en Bulevar Artigas y Luis Alberto de Herrera: “Estuvimos en su taller y nos regaló su calidez y calidad humana. Tiene un feeling especial con los jóvenes y su mensaje les llegó a todos y cada uno de los alumnos. Les comentó acerca del proceso de producción de sus obras. A partir de elementos que para nuestros alumnos forman parte de lo cotidiano pudimos llegar a aprendizajes y a la posibilidad de mostrarles una experiencia estética única a partir de una oportunidad didáctica única”.