Quizás sea exagerado considerar a Stephen Fry una leyenda, pero este británico de 63 años acumula mucho más que 12 tareas en su biografía. Sus roles más conocidos son los cinematográficos, como protagonizar Wilde (1997), la película de Brian Gilbert en la que interpretó al popular poeta irlandés. También fue el inspector de Gosford Park: Crimen a medianoche (Robert Altman, 2001) y Mycroft Holmes en Sherlock Holmes: Juego de sombras (Guy Ritchie, 2011).
Entre sus actuaciones que podríamos considerar “de culto”, al menos por estas latitudes, se encuentra la comedia de sketches que creó, escribió y encabezó junto con el mismísimo doctor House, Hugh Laurie. Su muy adecuado título es A bit of Fry and Laurie y su visualización es más que recomendada.
Dueño de una voz hipnótica, fue el Gato de Cheshire para Tim Burton, el narrador de la adaptación cinematográfica de La guía del autoestopista galáctico, el de Pocoyó, y es quien lee los siete audiolibros de Harry Potter en su versión en inglés. En cuanto a su rol como escritor, entre muchas obras ha publicado tres autobiografías: Moab is my Washpot (1997), The Fry Chronicles (2010) y More Fool Me (2014). La primera es apasionante, la segunda interesante y la tercera se deja leer.
En los últimos años se dedicó a escribir una trilogía de libros sobre los relatos de la antigua Grecia, el primero de los cuales fue editado en español por Anagrama como Mythos: Los mitos griegos revisitados.
Los mitos fritos
Más allá de que lo hace explícito en el preámbulo, queda claro que Stephen Fry es un enamorado de las antiguas historias griegas. De ellas rescata en particular “la energía, el humor, la pasión, la particularidad y la precisión creíble de su mundo”.
Un día comenzó con esta tarea, que combina sus conocimientos de escritor con los de (ni más ni menos) contador de historias, sin importar si son suyas o ajenas. Puso su voz narrativa, inconfundible incluso a través de la traducción y la letra fría sobre el papel, para tomar el gran caudal de relatos que constituyen la mitología griega y ordenarlos, condensarlos y volver a contarlos, quitándoles la solemnidad de la academia, porque si hay algo que abunda en estas historias es la humanidad. Porque hasta el más poderoso de los dioses ama, ansía, odia y pocas veces aprende. ¿Les recuerda a alguna especie de este planeta?
Mythos, si me perdonan la poesía barata y casual, baja a tierra aquellas leyendas que con seguridad muchos de ustedes conozcan. Las de dioses y titanes, las de Zeus convertido en animal para andar entre los humanos y las de humanos convertidos en animales por haber ofendido a los dioses.
De todos modos, no es necesario más que un conocimiento básico y un poco de curiosidad para sumergirse en este libro y descubrir que los olímpicos (que no eran los de Jaime Roos ni los de la panadería) tejieron entre ellos un drama que no tiene nada que envidiarle a Juego de tronos, de George RR Martin (que a este paso va camino a convertir en leyenda sus últimos dos libros).
Lo primero fue el caos
El comienzo del libro es, a juicio de quien escribe, lo más atractivo de esta obra de más de 400 páginas que se lee a muy buen ritmo. Si lo comparamos con otros universos de la ficción, es cuando la historia tiene un puñado de personajes y casi todos son importantes. Cuando cada acto es fundamental (y fundacional). Cuando las cartas se colocan sobre la mesa para un juego que se irá desarrollando con el correr de los siglos y los episodios.
Este arranque potente sirve también para establecer hasta dónde Fry se meterá con el texto y con los lectores. Y la respuesta es que bastante, aunque conforme las historias se vuelvan más pequeñas (aunque no menos atrapantes), el narrador dejará de opinar tanto, ya que habrá bastante material original como para que el mito se cuente solo. Esto hace un poco de mella en el disfrute del libro, porque perdemos el “comentario del director” y nos quedamos simplemente con el repaso moderno de las aventuras antiguas.
Pero no nos adelantemos. Nuestro simpático cronista tiene que explicarnos cómo los griegos resolvieron que de la nada empezaran a surgir todas las cosas. Cómo del caos surgieron la oscuridad y la noche y “copularon enseguida”, porque si algo tienen estos mitos es cachondez. De la cópula surgieron el día y la luz, mientras surgían también otras entidades. Entre ellas Gea, madre de Urano, y juntos pondrían en marcha el tiempo y engendrarían a los titanes.
Como en la primera temporada de una serie de televisión, todas son novedades. Y como si quisieran asegurarse de que ningún ejecutivo los cancelara, en esas primeras historias no faltan el incesto (Gea y Urano), las maldiciones, la cólera y las conspiraciones para cometer parricidio.
Las secuelas
Fry cuenta cada una de esas historias con la fascinación que le provocan y con los elementos modernos con los que cuenta. De Cronos dice, por ejemplo, que tenía algo de Hamlet, “un toquecito de Morrissey”, algo de Macbeth “y no poco de Hannibal Lecter”.
Su toque colabora con el disfrute del libro, pero hay que reconocer que los griegos hicieron un buen uso de la imaginación para explicar el origen de los días y las noches, las estaciones, o por qué aquel pajarito tiene el pico de determinado color.
Lo que se va perdiendo con el correr de las páginas es el estricto orden, porque los mitos posteriores no están encadenados y se podrían contar con diferente jerarquía. Aunque quizás el mayor enemigo del autor sea la profundidad de las historias que siguen al establecimiento de los 12 dioses del Olimpo.
Si la fabulosa guerra de diez años entre titanes y dioses podía contarse en pocas páginas, debido al escaso material de referencia que se conservó, más adelante se les dedicará igual o más espacio a Pigmalión y Galatea, con tantos detalles para señalar que la opinión de Fry queda prácticamente relegada.
Pese a que el libro transita una curva descendente, al final quedan ganas de acercarse a textos que ahonden en lo que el autor apenas sobrevuela, mientras esperamos la llegada de los otros dos libros de la trilogía, con los sugerentes títulos de Héroes y Troya.
Mythos: Los mitos griegos revisitados. De Stephen Fry. Barcelona, Anagrama, 2019, 448 páginas.