Probablemente Horacio Quiroga sea de los escritores más universales de la literatura nacional. No sólo por su proyección fuera de fronteras (y no solamente en Argentina, donde su peso en las letras nacionales es equiparable al que tiene en las uruguayas), sino porque, extrañamente, su lugar indiscutible en el canon rioplatense y latinoamericano no ha sido blanco de revisionismos ponzoñosos ni de parricidios. No obstante, siempre es posible que una lectura se estatice, en tanto la crítica intenta ubicar a un autor dentro de una categoría y desecha las aristas de lectura que no se adecuan a esa categorización.
El investigador y crítico brasileño Wilson Alves-Bezerra lleva adelante un trabajo sólido y sostenido en la investigación y análisis de la obra de Quiroga. Ha traducido al portugués varias de sus obras y hace muy poco terminó la primera biografía brasileña de nuestro cuentista. En Reverberaciones de la frontera en Horacio Quiroga, recientemente publicado en castellano por +Quiroga Ediciones, muestra varios aspectos poco abordados de su obra con gran solidez y creatividad. Alves-Bezerra logra llegar a conclusiones sumamente interesantes y esclarecedoras basadas en el respeto y la atención hacia trabajos críticos anteriores y, a la vez, a cierta falta de pudor o complacencia para discutir algunos de sus postulados.
El concepto de "frontera" articula el análisis de varios aspectos de la obra de Quiroga durante todo el ensayo, dialogando también con la noción de transculturación acuñada por Ángel Rama. Alves-Bezerra aclara desde un principio que no se refiere a la frontera “denotativa” sino “constitutiva” de la obra de Quiroga. No se trata de partir, por un lado, del dato biográfico de que Quiroga se crio y vivió casi toda su vida cerca de fronteras (ya sea en Salto como en Misiones) y localizar los territorios fronterizos como referentes. Alves-Bezerra contextualiza la obra de Quiroga en las postrimerías del discurso constituitivo del Estado argentino tal como fue enunciado por sus padres fundadores (obviamente, no puede pasar por alto alguna cita de Sarmiento). La frontera, entonces, más que a un límite geopolítico con otros estados remite al confín de la civilización, en oposición al desierto, la selva, la barbarie, todo lo que no tenía lugar en la conformación de la nación. Se construye, por tanto, como un frente de batalla: el terreno de lo “civilizable”. En la narrativa de Quiroga, posterior a ese relato, no hay “gauchos o indígenas salvajes a ser exterminados, sino, en su lugar, el day after de la conquista: peones e indios aculturados. Las fronteras nacionales ya están demarcadas y la propagada civilización se muestra a través de los yerbales, de los obrajes y de la caña vendida en incontables boliches. Una vez que la barbarie, al menos discursivamente, tiene su aniquilación firmada, entra en escena el olvidado territorio misionero de la literatura de Quiroga, para el terror o el deleite del público de la gran ciudad”. El autor entiende, por esto, que lo frontero en Quiroga no se encuentra sólo en los relatos ubicados en Misiones, sino en varias disrupciones de lo “civilizado” en cuentos que transcurren en territorios urbanos, en el parásito de “El almohadón de plumas” o en los hermanos idiotas de “La gallina degollada”.
Alves-Bezerra también cuestiona la idea de Quiroga como escritor “realista”: gran parte de sus textos transcurren en estados fronterizos de la conciencia: sueños, delirios, agonías... De hecho, uno de los cuentos que elige analizar, “A la deriva”, es muchas veces usado en la enseñanza secundaria como ejemplo de realismo naturalista. Sin embargo, el análisis del autor muestra al detalle cómo las descripciones del paisaje y el entorno están teñidas por la subjetividad de Paulino, el protagonista, y por los sucesivos estados de conciencia que atraviesa por los efectos del veneno.
Por otra parte, Alves-Bezerra presta atención también a otro aspecto fronterizo de la literatura de Quiroga: el habla de los personajes de sus cuentos localizados en Misiones, donde se mezclan castellano, portugués y guaraní, y que ha sido incomprensiblemente corregida en algunas ediciones.
Otro gran aporte de este ensayo es el análisis de un elemento siempre presente en la obra de Quiroga que quizá no ha sido convenientemente analizado: el rol de la ciencia. No es poco frecuente en su obra que aparezca la voz de la ciencia, tanto en relatos que hablan de experimentos como a través de la intervención de personajes relacionados con la ciencia y la medicina para explicar ciertos hechos. (Se sabe, además, que Quiroga también publicó artículos de divulgación científica en los medios en los que colaboraba). Pocos críticos han visto en la ciencia, en la obra de Quiroga, algo más que una forma de dar “credibilidad y razonabilidad a los hechos narrados”. Pero Alves-Bezerra lleva estas afirmaciones más allá, y nuevamente analiza qué implica la ciencia en esta construcción discursiva del Estado nación argentino, y en esta oposición entre civilización y barbarie para la que cierta concepción de ciencia pasó a ser columna vertebral de la tan ansiada civilización. (Y aunque el autor no lo anote, es imposible no pensar en otro uruguayo afincado en Argentina que contribuyó también a esta construcción discursiva: Florencio Sánchez).
Si bien este ensayo no es un texto de divulgación, puesto que su formato es netamente académico, la lectura no resulta críptica para público no especializado. Logra el difícil objetivo de aportar una mirada novedosa sobre un autor del que se ha escrito y analizado mucho. Nada indica que no pueda, con el tiempo, convertirse en una obra referencial.
Reverberaciones de la frontera en Horacio Quiroga. De Wilson Alves-Bezerra. Montevideo, +Quiroga Ediciones, 2021. 180 páginas.