Comencé a leer El caso Alaska Sanders, la más reciente novela del escritor suizo Joël Dicker, y me encontré con una historia que enganchaba desde sus primeras páginas, pero que (sin recurrir a spoilers) se refería una y otra vez a acontecimientos de un libro anterior. Así que detuve mi lectura, fui a mi enorme pila de libros sin leer y extraje de ella La verdad sobre el caso Harry Quebert (Alfaguara, 2013). Mil doscientas páginas después, aquí estoy, con Marcus Goldman que me sale hasta por las orejas.

Hablemos brevemente del primer libro, que abre la llamada Trilogía de Goldman (el del medio, El libro de los Baltimore, de 2015, no lo tengo). Allí, el suizo introduce a su narrador, un escritor bastante agrandado que nos pasea por varias capas de realidad, ya que, mientras nos cuenta su vida y la relación con su mentor, el mencionado Quebert, intercala una investigación policial que involucra a ambos y al libro, que es resultado de dicha investigación.

Dicker, nacido en 1985, sabe cómo atrapar a los lectores con capítulos cortos y revelaciones constantes. Décadas después de su desaparición, el cuerpo de una joven de 15 años aparece en el jardín de un escritor veterano, mentor del protagonista, y rápidamente se descubre una relación entre ambos. Mientras Quebert está preso, Goldman colabora con la Policía (a veces la entorpece) en busca de la verdad.

Con características de thriller e intercalando las distintas líneas temporales a buen tiempo y sin confundir, el autor logra el objetivo de esta clase de libros, más cuando se trata de volúmenes con varios cientos de páginas: que quien está leyendo lo termine. Se le puede criticar la perfección de Goldman (que si fuera un personaje femenino sería acusado automáticamente de ser una Mary Sue), o al menos que su personalidad, que bordea el narcisismo, no sea criticada en el texto. Tampoco se critica la poco sutil homofobia de Mamá Goldman, que una y otra vez es tomada con humor, y mucho menos la relación “romántica” entre el mentor veterano y la jovencísima Nola, que, además, es (guiño) la víctima.

La narración del joven escritor no cuestiona jamás lo ocurrido entre ambos personajes y hasta lo naturaliza. Si bien recoge voces que califican a Quebert de “monstruo”, busca equilibrar la balanza con los testimonios del sospechoso, que una y otra vez repite que aquello era “amor verdadero”. Para Harry, Nola es su musa, y si Dicker realmente entiende que se trata de una obsesión potenciada por la belleza hegemónica de la menor (manifiesta en el texto), no hace un esfuerzo mayor por dejarlo claro en el libro, que no es de Goldman sino suyo. Sin hacer apología de la efebofilia, puede llegar a distraer.

De todos modos, la historia fue efectiva, manteniendo giros y revelaciones hasta último momento (se podría decir que le sobran uno o dos giros). Ese entretenimiento, sumado a la necesidad de hacer largos viajes semanales en ómnibus, me hicieron empezar y terminar de leer El caso Alaska Sanders.

Algunas características se mantienen: Dicker escribe en forma de disparos cortos, aunque no tan cortos como los de Dan Brown. Su prosa se lee con muchísima agilidad y la repetición de protagonistas (Goldman y el sargento Perry Gahalowood) le da una simpática familiaridad. ¿Puede ser disfrutado por alguien que no leyó el libro anterior? Puede, pero la estrategia del autor de no revelar mucho de lo que allí ocurrió hace que por momentos pueda distraer. ¿Cuál será la maldita verdad sobre el caso Harry Quebert?

También se repite el formato de cold case, la investigación policial que se retoma, en este caso, 11 años más tarde. La muerte de una joven (mayor de edad pero también “hermosa”) había tenido dos culpables, uno de ellos tras las rejas, pero otra vez Goldman husmeará y encontrará la verdad. Hay mucho menos espacio dedicado a su vida pasada, y un nivel menos de narración, ya que el libro sobre lo ocurrido recién aparece como condimento en las últimas páginas.

Si son amantes del género y están buscando algún libro que los destranque después de una racha, este podría ser un buen ejemplo. Al igual que el anterior, tiene algunos momentos que estiran el verosímil, pero en todo momento ocurren cosas, la trama se moviliza, y estamos más cerca de la siguiente vuelta de tuerca. Sin convertirme en seguidor de Dicker ni mucho menos, su nombre queda definitivamente instalado en mi radar. Antes no lo estaba, como atestigua el tiempo que pasó su libro anterior en la pila de los no leídos.

El caso Alaska Sanders. De Joël Dicker. Alfaguara, 2022, 592 páginas. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.