El florentino Roberto Calasso fue –es, en verdad, porque, como se sabe, los escritores siguen viviendo en sus libros, etcétera– uno de los intelectuales europeos más destacados de las últimas décadas: presidente y director literario de la prestigiosa editorial Adelphi, dominaba con soltura el francés, el alemán, el inglés, el español, el griego, el latín y el sánscrito, supo dictar clases en la Universidad de Oxford y escribió una personalísima obra compuesta por, entre otros, títulos como Las bodas de Cadmo y Harmonía (1988), Ka (1996), K (2002), La Rosa Tiepolo (2006) y La actualidad innombrable (2017), además de ese exquisito ensayo para bibliófilos llamado Cómo ordenar una biblioteca (2021), oportunamente comentado en estas páginas.

Cosmopolita y de múltiples intereses, hombre afable y de trato cordial con autores, agentes, editores, traductores, libreros y periodistas, Calasso amasó durante su larga vida –que se apagó el 28 de julio de 2021, a los 80 años– una fortuna de amistades en todos los continentes. Uno de sus colegas y amigos más cercanos fue Jorge Herralde, el fundador de la editorial Anagrama, sello de presencia habitual en las reseñas literarias de estas páginas y propietario de uno de los catálogos más completos y variados de la industria del libro en español. Poco antes de que se cumpliera un año del fallecimiento del intelectual italiano, Jorge Herralde publicó, dentro de la serie Argumentos, Para Roberto Calasso, un volumen compuesto por textos diversos que pretenden conformar un “retrato poliédrico” pero que, lamentablemente, se queda sólo en las buenas intenciones.

Para llevar adelante su homenaje al amigo muerto, Herralde recurrió a las plumas de algunos especialistas en la obra de Calasso, como el ensayista Gustavo Guerrero y el traductor Edgardo Dobry, encargado de trasladar al español casi todas las obras del florentino. El volumen incluye, además, el “Discurso de recepción del Premio Formentor”, que le fue entregado a Calasso en 2016, en la correspondiente traducción de Dobry. Al leer el discurso ocurre algo similar a lo que refería Ricardo Piglia en sus clases sobre Borges, acerca de los brulotes que dos por tres aparecían contra el autor de “El Aleph”: cuando el atacante de turno citaba a Borges, la fuerza de su escritura era tal que hundía a la del eventual detractor.

Acá el mecanismo es similar, pues la escritura de Calasso es tan poderosa que, en el contexto general del libro, debilita a la de los otros autores, empezando por la del propio Herralde, que en cada una de sus intervenciones en el tomo (“Homenaje en el ciclo La ciudad y las palabras”, “Tributo a Roberto Calasso” y “Palabras de felicitación”) se empeña en amontonar anécdotas (bastante irrelevantes todas, ocurridas en los encuentros de ambos en la Feria del Libro de Fráncfort o en las visitas del italiano a Barcelona), además de permitir, como editor del volumen, que una misma frase de Calasso aparezca tres veces (en las páginas 20, 47 y 98), lo que en un libro de cien y pocas páginas termina resultando algo excesivo.

La frase en cuestión, de cierto carácter borgeano, referida a la importancia del rol del editor en la conformación de un catálogo, es la siguiente: “Traten de imaginar una editorial como un único texto formado no sólo por la suma de todos los libros que ha publicado, sino también por todos sus elementos constitutivos, como las cubiertas, las solapas, la publicidad, la cantidad de ejemplares impresos o vendidos, o las diversas ediciones en las que el mismo texto fue presentado. Imaginen una editorial de esa manera y se encontrarán inmersos en un paisaje muy singular, algo que podrían considerar una obra literaria en sí, perteneciente a un género específico”. La frase ejemplifica la propia labor como editor de Roberto Calasso, aprendida de los míticos fundadores de Adelphi, Luciano Foà y Roberto Bazlen (protagonista de Bobi, libro de Calasso aparecido al día siguiente de su fallecimiento y autor del delicioso volumen Informes de lectura/Cartas a Montale, publicado en español por la editorial argentina La Bestia Equilátera en 2012 y que, si se me permite, recomiendo calurosamente), pero uno creería que de la vastísima obra del italiano seguramente podían espigarse otras reflexiones sobre el tema.

De los textos que componen Para Roberto Calasso, los más interesantes resultan ser el que firma Basilio Baltasar, “El gran círculo calassiano”, centrado en su rol de intérprete contemporáneo de las narraciones mitológicas, con especial atención al libro El ardor (2016), sobre el concepto de sacrificio en la antigua civilización de la India, y “¿Existe un sistema Calasso?”, de Edgardo Dobry, en el que el traductor avanza en las búsquedas del homenajeado como escritor, a partir de un disparador preciso: “Cuando tenía cerca de 40 años, hacia 1980, Roberto Calasso parece haber intuido que el mundo contemporáneo debía ser observado a partir de aquello que no tiene, que ha perdido”.

Las evocaciones de la escritora Yasmina Reza y del editor Carlo Feltrinelli, que cierran el volumen, son, además de breves, olvidables: una, por demasiado específica, y la otra, por demasiado hiperbólica, evidenciando ambas su redacción apurada, de mero compromiso para entrar en el tomo. El apartado fotográfico, compuesto por imágenes de los años finales de Calasso, generalmente en compañía de Herralde, pertenece a registros en cócteles, recepciones y presentaciones, por lo que su carácter de acontecimiento público, social, no aporta ningún momento relevante sobre la personalidad del homenajeado y de quien tributa el homenaje.

En conclusión, Para Roberto Calasso es un libro irrelevante, un panegírico fallido que no está a la altura de la riquísima trayectoria editorial del protagonista ni de la editorial (y el editor) que lo ha dado a la imprenta.

Para Roberto Calasso. Edición de Jorge Herralde, con la participación de Gustavo Guerrero, Basilio Baltasar, Edgardo Dobry, Yasmina Reza y Carlo Feltrinelli. España, Anagrama, 2022, 132 páginas.