En un tramo de Baumeister, la última novela de Martín Bentancor, el protagonista le dice a otro personaje: “Hablá ahora o te rompo la cara, judío de mierda”. Su interlocutor anota el “gesto antisemita” en una libreta de apuntes (lo está entrevistando), pero el asunto no se retoma directamente. Es decir, la historia de Carlos Baumeister, funebrero de la Tercera Sección en la que Bentancor viene ambientando sus ficciones desde hace décadas, continúa sin ser afectada por este rasgo, que, en definitiva, se vuelve una faceta más en el retrato de un descendiente de alemanes nacido en Colonia.

En verdad, la novela no es una biografía de Baumeister, sino que está estructurada como una sucesión de relatos narrados por él a un periodista que, suponemos, quiere hacer un artículo basado en la serie de casos extraños que el funebrero ha ido recogiendo a lo largo de décadas en la profesión. Baumeister intercala esas historias –que nos instalan cómodamente en el esquema del realismo mágico latinoamericano– con la que en realidad le interesa contar: la de los diversos obstáculos que encontró, durante varios años, para publicar un poemario de su fallecida esposa. En esa otra trama, Bentancor exprime humor, como en algunos de sus cuentos, a partir de las mezquindades del “mundo literario”, y le superpone un marco de thriller policial, con sicarios, científicos nazis y represores paramilitares de la predictadura.

Nos reímos con esos hallazgos y también con el cúmulo de pequeñas y grandes maldades que despliegan los personajes de la Tercera Sección, quienes, quizás con más claridad que en otros libros de Bentancor, se muestran estúpidos, ruines o las dos cosas. De hecho, no se salva nadie: también el periodista va embruteciéndose a medida que avanza la entrevista, y aparece como un tipo vulgar y poco inteligente.

Las dos columnas de relatos se entrecruzan de a ratos, pero no terminan de conformar una historia grande con un sentido evidente; por el contrario, lo que se impone es el placer de contar (y leer) por puro juego. La comparación con los cuentos interminables de Landriscina –paradigma de la narración prolongada como arte, e igualmente apoyada en rescates del “habla del interior”– se sostiene también gracias al chiste que remata efectiva pero lateralmente el torrente.

Pero no es la comicidad ni la abundancia lo que más brilla en Baumeister, sino la prosa. Por un lado, el cuidado de cada frase y de cada escena, aunado a la creación de voces pueblerinas gracias al registro de expresiones olvidadas y de una fabulación verosímil. Por otro, el hojaldre de niveles en el que conviven los relatos que emprende el protagonista, los relatos que le fueron referidos a él y las circunstancias del “presente” de la entrevista. Bentancor (a quien pueden leer frecuentemente en esta sección) hace ostentación de un dominio narrativo excepcional al prescindir, como en la mayoría de sus ficciones, de algunas convenciones gráficas que permiten separar citas e interlocutores, y consigue un continuo tan inteligible como admirable.

Queda lo otro, lo del principio: lo de la naturalización de una postura aberrante. Para poder disfrutar de estas proezas técnicas hay que negociar como se negocia cuando se lee autores cuya visión del mundo pertenece a otras épocas, pero cuya escritura sigue maravillando: priorizar el cómo y relegar el qué.

Baumeister, de Martín Bentancor. Tusquets (Planeta), 2022. 284 páginas.