La cuestión de hasta cuándo puede escribir un escritor tiene que ver, más que con el genio, con la biología. “He vivido dos guerras, he visto dos veces al cometa Halley. He sobrevivido a dos hijos”, escribió Ernst Jünger en su diario (en una traducción de Isabel Hernández) el día que cumplió 100 años. William L. Shirer, por su parte, poco antes de morir, a los 89, le dedicó el último libro que publicó –Amor y odio. El tormentoso matrimonio de Sonia y León Tolstoi– al cardiólogo que le permitió seguir viviendo para terminarlo. Y también está el caso de Herman Wouk, que a los 97 dio a la imprenta la que sería su última novela, The Lawgiver, compuesta por cartas, memorándums, correos electrónicos y mensajes de Skype. El asunto no es sólo tener algo para decir sino permanecer en condiciones para hacerlo.

Aunque nunca está formulada de manera precisa, la pregunta sobre hasta cuándo podrá seguir escribiendo reverbera a lo largo de las 600 y pico de páginas que conforman Desde dentro, el reciente libro del escritor británico Martin Amis (1949), un inclasificable volumen de corte autobiográfico que acaba de aterrizar en las librerías y que complementa a Experiencia, publicado 20 años atrás. El implacable paso del tiempo y la entrada a pleno en la ancianidad no merman ni un ápice el estilo incisivo, irónico y confesional de Amis, el mismo que comenzó a leudarse con su primera novela, El libro de Rachel, publicada cuando el autor tenía 24 años, y que le valiera el premio Somerset Maugham. Al igual que en Experiencia, el género “memorias” es desmontado e intervenido como en una mesa de laboratorio, ensamblando fragmentos de crónica familiar con protuberancias ensayísticas sobre el oficio de escribir, injertando ramalazos de historias de alcoba con las grandezas y las miserias de algunos colegas y las suyas propias, para dar como resultado una contundente criatura de Frankenstein literaria, con la particularísima marca de Amis.

En Desde dentro, cuya primera y descartada versión el autor comenzó a escribir en Uruguay, durante el período que vivió en José Ignacio (2003-2006), son varias las líneas temáticas que atraviesan el relato –sus tiempos como editor literario en The New Statesman, la relación sentimental que vivió con Phoebe Phelps, el nacimiento de sus hijos, la mudanza de Londres a Nueva York, el 11 de setiembre, la propia escritura de sus memorias– y, de la misma forma que sucedía en Experiencia, la compleja figura de su padre, el novelista Kingsley Amis (1922-1995), aparece y desaparece de la crónica, así como la luminosa presencia de la segunda esposa de este, la también novelista Elizabeth Jane Howard (1923-2014), protagonista de la emotiva adenda posepílogo con la que se cierra el libro. Pero las tres figuras centrales de Desde dentro, que estructuran no sólo su organización interna sino el propio desplazamiento de Amis por el vasto territorio de su memoria, son tres escritores muertos cuyas obras –y especialmente sus vidas– marcaron de diversa forma al autor, a saber, el poeta Philip Larkin (1922-1985), el novelista Saul Bellow (1915-2005) y el ensayista Christopher Hitchens (1949-2011).

Los lectores de Amis están habituados a la presencia de su admirado Saul Bellow: desde las páginas que le dedica en Experiencia hasta el sitio central que ocupa en el volumen de artículos periodísticos El roce del tiempo (2019), oportunamente comentado en estas páginas. Para el inglés, el autor de Herzog, El diciembre del decano y Ravelstein, entre otros, demasiados, buenos libros, constituye una suerte de genio tutelar, tal como reflejan las diversas conversaciones entre ambos recogidas en Desde dentro, pero el Saúl Bellow que aparece con mayor fuerza acá es el de los últimos días, el escritor sabio y longevo que va sucumbiendo ante el alzhéimer y que, al conocerse la noticia de su muerte, lleva a Amis a volar desde Uruguay para despedirlo en el cementerio de Brattleboro, en Vermont. Allí, ante el túmulo, ve desfilar a los dolientes, que toman la pala y arrojan un poco de tierra mezclada con arena anaranjada. Más allá del dolor, sus ojos de novelista registran escenas puntuales de desconcertante autonomía narrativa: “Cuando le llegó el turno a Philip Roth, echó una mirada desdeñosa a la pala, metió la mano derecha desnuda en el montón de tierra, alzó el brazo y abrió los dedos sobre el rectángulo de la fosa”.

El nombre de Christopher Hitchens tampoco es desconocido para los lectores frecuentes de Amis: amigos desde la juventud, su relación pasó por diversos momentos de zozobra a partir de sus posicionamientos políticos, magistralmente retratados en Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, el libro que el novelista escribió alrededor del infame Iósif Stalin y en el que también se cuela la figura omnipresente de Kingsley Amis. A Hitchens, un gigante de espíritu inquieto y torrencial con un gran sentido del humor y enamorado de todos los placeres de la vida, le detectaron un invasivo cáncer de esófago a los 60 años. Sus 18 meses finales, con dolorosos tratamientos y permanentes entradas y salidas de diversas clínicas, son narrados con puntillosidad por Martin Amis, que acompañó al amigo en muchas de las instancias médicas en Houston, en un perturbador tono confesional entre el informe clínico y el derroche irónico ante la cercanía de la muerte que dialoga estrechamente con Mortalidad, el volumen sobre su enfermedad y agonía que el propio Hitchens escribió entre sesiones de quimioterapia, aparecido póstumamente al año siguiente de su fallecimiento.

Prodigioso ladrillo de conformación poliédrica y caprichosos pasadizos, como suelen ser siempre los que construye la memoria, Desde dentro presenta a Amis en plena forma, lo que en tiempos de librerías saturadas de novedades pueriles y olvidables significa mucho más de lo que el lugar común pretende expresar.

Desde dentro. De Martin Amis. España, Anagrama, 2021, 624 páginas. Traducción de Jesús Zulaika.