En esas primeras décadas del siglo XX signadas por la barbarie bélica, el movimiento pacifista, de vocación internacionalista, tuvo un impulso acorde a la severidad de los tiempos. Y las mujeres, históricamente relegadas al recinto de lo doméstico, no sólo salieron a las calles a reclamar paz entre las naciones, sino que conformaron un movimiento organizado que, si bien no alcanzó sitiales en la toma de decisión, sí hizo su aporte a la conversación pública sobre tales asuntos.

Visibilizar ese rol y, de alguna manera, saldar la deuda de reconocimiento con esas mujeres es lo que se propone Yvette Trochón en este trabajo que condensa un intenso recorrido por ese primer medio siglo, desde los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial hasta la segunda posguerra, explorando así las modulaciones de ese movimiento pacifista ante el devenir de una violencia devoradora. La crónica de tales hechos, que abarca momentos clave de la historia europea, desde el ascenso de los fascismos hasta la guerra civil española, e hitos del movimiento tales como la celebración del Congreso Femenino de La Haya en 1915 y, ya en nuestras latitudes, la fundación del Consejo Nacional de Mujeres y de la revista Acción Femenina (1916), es acompañada por una documentada selección de pasajes de correspondencia y artículos periodísticos, en los que reverbera la voz de aquellas mujeres comprometidas con su tiempo. Tal es el caso de la estadounidense Mary Borden, quien, habiendo ejercido como enfermera durante la Primera Guerra —un destino compartido por muchas mujeres de clase acomodada que eligieron sumarse al naciente movimiento de la Cruz Roja—, narra en sus memorias su tétrica experiencia en un hospital donde, según evoca, ya no había hombres sino “cabezas, rodillas y testículos destrozados... había esas cosas, pero no hombres”.

Los perturbadores efectos de una tecnología bélica hasta entonces desconocida también fueron registrados por otras notables cronistas, entre ellas la inglesa Vera Brittain, autora de Testamento de juventud (1933), donde plasma su experiencia como enfermera y la devastadora pérdida en combate de su pareja, hermano y otros amigos, o de la mismísima Edith Wharton, quien por entonces oficiaba como corresponsal de guerra en Francia y publicaría, en 1915, una recopilación de crónicas titulada Fighting Fance: from Dunkerke to Belfort. Gran atractivo en esta recuperación de voces femeninas se adquiere con la presencia de las incansables hermanas Luisi, cuyas acciones, escritos y vinculaciones con la militancia femenina pacifista en América y Europa alcanzan momentos de singular interés. Entre ellos, el intercambio epistolar entre Paulina y la española Clara Campoamor, de quien se distanciaría ideológicamente tras el inesperado cambio de signo político de la exrepublicana ante el avance del franquismo.

Ya en sus primeras líneas, el libro indaga en la naturaleza del movimiento pacifista, estableciendo ciertos puntos de divergencia con otro movimiento ascendente en los albores del siglo XX: el del feminismo. Porque si bien las pacifistas se sirvieron de las prácticas y estructuras de acción de las feministas, no siempre coincidieron a la hora de tomar postura ante la guerra. El caso más claro, seguramente, sea el de las sufragistas inglesas, quienes, tal como bien ilustra The Suffragette en su portada del 23 de julio de 1915, alentaban la participación en la guerra bajo un titular entusiasta: “For king and country!”. El dato viene a desmoronar, así, uno de los lugares comunes en torno a la mujer y su pretendida y “natural” inclinación hacia la paz, algo que el libro deja claramente en evidencia, problematizando, no obstante, otro concepto clave: el del maternalismo y su incidencia en una posible vocación pacifista. Porque si bien tal perspectiva fue abiertamente rechazada y abolida por los estudios femininistas posteriores, Trochón se permite una mirada más amplia, de contexto, para entender cómo, para aquellas pioneras pacifistas, su singularidad reproductiva y la sensibilidad diferencial que suponía tal condición era quizás el único recurso disponible para hacerse escuchar en una esfera pública siempre esquiva.

Una reseña de este libro, aunque apurada, no debería dejar de citar algunos nombres epigonales del movimiento: Bertha Von Suttner y Emily Greene Balch, galardonadas con el Nobel de la Paz; la anarquista Emma Goldman; la médica argentina Alicia Moreau de Justo; la húngara Rosika Schwimmer; las españolas María Martínez Sierra y Carmen de Burgos; la médica holandesa Aletta Jacobs; la estadounidense Mabel Vernon, quien mantuvo correspondencia con Paulina Luisi, entre tantas otras. En su entrega y compromiso sobrevuela, con vigencia, aquel potente alegato de Virginia Woolf en sus Tres guineas (1938), cuando desdeñaba el valor que, para una mujer, suponía esa patria que tanto “les había negado el derecho a la educación, los derechos políticos, la posesión de bienes, tratándolas como esclavas”. Razón suficiente, pues, para declarar que “como mujer no tengo patria. Como mujer no quiero patria. Como mujer mi patria es el mundo”.

Las pacifistas en un mundo de catástrofes (1914-1945). De Yvette Trochón. Montevideo, Fin de Siglo, 2021, 380 páginas.