En épocas en las que se machaca con que ya nadie lee, que aumenta alarmantemente el número de analfabetos, que las redes sociales redujeron la práctica lectora a un vuelo transversal sobre tuits y posteos, y otras afirmaciones igual de apocalípticas, las librerías persisten incrustadas en el paisaje urbano, autónomas o fusionadas a emprendimientos comerciales mayores, manteniendo su identidad o como parte de una cadena que las distribuye en serie, pero ofreciéndole siempre al eventual comprador una oferta (amplia o reducida, de novedades o de segunda mano, temática o heteróclita) de libros. Y si bien hay dependientes que venden esos objetos con la misma entrega (e indiferencia) con la que podrían comercializar bulones o carcasas de celulares, la figura del librero que conoce el valor de lo que vende, que asesora y recomienda, que está al tanto de la última novedad pero también de las particularidades de una primera edición, sobrevive en este presente aguachento que habitamos. Basta con recorrer Montevideo para encontrarse a esas librerías y a esos libreros que mantienen en alto, más allá del stock del que disponen, la capacidad del depósito y los títulos que eligen ubicar en sus vidrieras, un amor primigenio por el libro.

En Librerías –finalista del 41° Premio Anagrama de Ensayo en 2013, editado ese mismo año en la colección Argumentos de la editorial española, reeditado en versión ampliada en 2016 en la serie Compactos, cuya segunda edición ha desembarcado en las mesas de novedades locales–, el escritor y crítico literario tarraconense Jorge Carrión (1976) emprende un periplo personal por librerías de todos los continentes, a medio camino entre el ensayo literario y la crónica de viaje, deteniéndose no sólo en la arquitectura, la decoración y el ordenamiento interno de los locales a los que llega sino en las innúmeras historias que guardan, en sus propios orígenes (cuenta que en cada librería a la que entra consulta sobre un volumen con la historia de la propia librería), su evolución en el tiempo (su expansión o extinción) y su vinculación con el panorama de la ciudad en la que se encuentra, o incluso con el país.

El volumen resultante, de amena lectura, poblado por una infinidad de anécdotas protagonizadas por libreros, escritores, editores, impresores y un largo etcétera, se acomoda como otro ladrillo importante en la obra que Carrión viene construyendo con los años, que siempre, de una u otra forma, tiene al libro en el centro: desde el ensayo Teleshakespeare (2011) a la flamante novela Todos los museos son obras de ciencia ficción (2022), pasando por El lugar de Piglia. Crítica sin ficción (2008), oportunamente comentado en estas páginas, y la recopilación de artículos que conforman Contra Amazon (2019), entre otros.

Dividido en 14 variadísimas secciones –“Introducción a partir de un cuento de Stefan Zweig”, “Siempre el viaje”, “Atenas: el comienzo posible”, “Las librerías más antiguas del mundo”, “Shakespeare and Companies”, “Librerías fatalmente políticas”, “¿La librería oriental?”, “América: Coast to Coast”, “América: de Norte a Sur”, “París sin mitos”, “Cadenas de libros”, “Libros y librerías del fin del mundo”, “El espectáculo debe continuar”, “Las librerías cotidianas” y “Epílogo: las librerías virtuales”–, Librerías avanza en sus múltiples derroteros no sólo abriendo variados (y siempre novedosos) sentidos de lectura, sino también repertoriando historias que, a pesar de sus circunstancias particulares, terminan dialogando entre sí de manera armoniosa, siempre con el libro en el centro: la del vínculo de una lectora con un librero en la novela 84, Charing Cross Road (1970), de Helene Hanff; la de Roberto Bolaño consolidándose como escritor en Blanes, sin poder desprenderse de la tradición literaria del Cono Sur; la de la edición de las obras completas de Virgilio, realizada en Holanda, en 1636, por la familia de impresores Elzevir (tan exitosa que se reeditó 15 veces); la de la lucha de la cadena de librerías Waterstones para no aceptar la compra de espacio expositivo por parte de las editoriales, ni mesas ni escaparates; la de las circunstancias que rodearon a la fundación de la librería Shakespeare and Company en 1919; la de la atracción que provocó la ciudad de Tánger en un montón de artistas a lo largo del siglo XX, con el escritor Paul Bowles en el centro, y en la que Carrión sigue los pasos del autor marroquí Mohamed Chukri; la del librero español Benito Milla, que comenzó con un puesto de libros en la plaza Libertad de Montevideo y acabó fundando la editorial Alfa y dirigiendo varias revistas culturales, para luego establecerse en Venezuela y hacerse cargo de Monte Ávila Ediciones; la de las circunstancias de escritura y publicación de El último confín de la tierra (1948), de E Lucas Bridges, en Ushuaia, sitio al que el autor llegó tras los pasos de Bruce Chatwin; la del librero estadounidense George Whitman y la de su colega argentino Héctor Yánover, cuyas memorias iluminan de diversas formas las historias que protagonizaron o de las que fueron testigos, entre muchas otras.

En la disposición cronológica que Carrión ensambla a lo largo de Librerías hay auténticos momentos fundantes que permiten entender el propio espacio que las librerías ocupan hoy en día, tales como el capítulo en el que se repasa el proceso de consolidación del libro como mercancía o las reflexiones acerca de la movilidad, “el gran invento del siglo XIX”, que de la mano del tren permitió que los viajeros leyeran en movimiento, dejando atrás la práctica solitaria en un sitio fijo para “ir levantando la vista de la página, hilvanar los fragmentos leídos y por tanto imaginados con los fragmentos percibidos, vistos a través de la ventana (preparándose para la llegada del cine)”.

Librerías. De Jorge Carrión. España, Anagrama, 2021, 368 páginas.