Un cruel dulzor atraviesa el libro Nuestra Manhattan, la primera novela de la psicóloga María Eugenia Trías, que también coescribió y estrenó la obra de teatro Un pedazo de bosque.

En un enorme cuadro de pensión comunitaria –donde se ritualizan los desparramos invasivos–, el desborde y la contracción amistosa se vuelven una aventura tan pegajosa como la más turbia de las levedades domésticas. La protagonista, que alquila un altillo en una casona heredada, luego de convivir con variedad de inquilinos, familiares y visitantes, se ve absorbida por una paradoja esencial que la va difuminando en el ecosistema del espacio compartido.

Más allá del altillo, la azotea, los pasillos, los dormitorios y los espacios interiores, es una novela que supura intemperie. El ambiente se desborda y se coagula con la plástica poco ingenua de una experiencia de escritura que desacraliza lo cotidiano, poniéndolo en el centro.

Dentro de la fractura de la simbiosis comunitaria, el exceso de confianza en el devenir y el naufragio natural de las expectativas trabajan, justamente, a favor de un extrañamiento. El desarraigo, el aferramiento, la soledad y el rejuntadero se mezclan en un espacio colectivo recorrido por una sensibilidad, digamos, trastocada.

En este escenario, las actitudes, las posturas, los encuentros, los festejos y los cálidos gestos estallan como mínimos fotogramas en descomposición. Mientras los habitantes abusan literalmente del espacio y de las pertenencias ajenas, la atmósfera se satura de tensiones. Por otra parte, los personajes y animales dan una punzante caracterización a la desesperación, al hambre y a la amenaza.

Sin embargo, es interesante ver cómo, lejos de la intempestiva composición, la novela parece dirigirse sin concesiones al tono expresivo que realza cierta nota infantil y expectante de la protagonista. Uno no deja de sentir, mientras lee, un tono de voz especialmente inocente que extrae de las experiencias algo más interesante que la decepción y el desengaño. De esta manera, los hechos cotidianos se van desnaturalizando producto de una acentuada indulgencia sentimental con el entorno.

Alrededor de otras recurrencias, como el calor, el amontonamiento por la lluvia, la acumulación o vaciamiento de objetos, impera el desgaste exteriorizado. Otra cosa sucede frente a la experiencia vital de la protagonista: si bien sus amantes se presentan como síntomas físicos y espirituales del devenir amoroso, una caracterización paródica los hunde en el vitalismo fugaz y la lástima. Así sucede con Horacio (alcohólico y ensimismado), Gastón (un abusador del espacio y la comida) y Pedro (un cantante muy venido a menos que se va con las lluvias).

El personaje que habita sintomáticamente un espacio y se tensiona en sus costumbres y relaciones –interés temprano de la autora– había aparecido en el cuento “Mi amiga Sandra”, publicado en el volumen colectivo Toda la verdad sobre la organización social de las abejas (Pez en el Hielo, 2017), aunque en esa instancia no se había afirmado aún la estética de Nuestra Manhattan.

Digamos que el distintivo de la novela es el gran conflicto de la diversidad (el residuo de los encuentros íntimos). Y su atractivo es el pegoteo de los desconciertos, esa forma de atorarse con la sensibilidad barrial de la comunicación y la conveniencia encallada. Finalmente, toda esta casa que se mueve, se transforma y se desarma da lugar a una especie de siesta nerviosa para los peregrinos. En la contratapa del libro, Felipe Palomeque ha escrito sugerentemente que la casa “es el mapa y, también, la trampa”.

En esta mezcla, las situaciones cotidianas van provocando pequeñas disrupciones insólitas, con una fuerte impronta que resulta de presionar poéticamente lugares comunes del relacionamiento. Ciertamente, hay más para decir sobre esta novela. Pero, en definitiva, la amplitud y constricción narrativa le conceden mucha originalidad. La palabra “Manhattan”, que quiere resaltar la diversidad de componentes dentro de la casa como una referencia sencilla del trajín cultural, termina por destrabar la gruesa ironía del espacio.

Nuestra Manhattan. De María Eugenia Trías. Montevideo, Pez en el Hielo, 2021.