Magdalena Ruiz Guiñazú se había iniciado en el periodismo a fines de los años 50, provenía de familias de clase alta y era cercana a los sectores conservadores de la sociedad argentina. Todo eso le dio una credibilidad extra cuando, a finales de la década de 1970, cobró conciencia de su rol en la denuncia de los crímenes cometidos por la dictadura militar que gobernaba su país desde 1976 y comenzó a exponerlos en foros internacionales.
Según relataba, fue en 1979, durante una cobertura del primer viaje de Carol Wojtyla como papa de la Iglesia Católica al campo de concentración de Auschwitz, cuando decidió trabajar sobre las violaciones a los derechos humanos en Argentina. En 1984, al finalizar la dictadura, integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), presidida por el escritor Ernesto Sábato. El organismo, creado por el presidente Raúl Alfonsín, recogió miles de testimonios y verificó la existencia de decenas de centros de detención clandestina.
Antes, en 1975, Ruiz Guiñazú había sido despedida del informativo de la televisión pública en los últimos meses del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, entonces conducido por su viuda, Isabel Martínez. No sólo por eso era ya entonces una figura notoria en su país, sino también porque era una periodista todo terreno que realizaba tanto entrevistas políticas como crónicas de eventos culturales y de manifestaciones callejeras.
Autora de decenas de libros de ficción y también traductora, la veterana periodista mantuvo, hasta hace relativamente poco tiempo, columnas en medios conservadores como La Nación y Radio Mitre. Su muerte ocurrió este martes. Tenía 91 años.