Desde hace unos días circula en Montevideo Tu casa en una altura, una novela de Armonía Somers de la que sólo habían aparecido fragmentos en revistas especializadas y que los estudiosos de su obra mencionaban como una obra completada, pero no publicada.

El impacto de la aparición puede calibrarse a la luz de lo que significó la irrupción de la autora en el panorama de la literatura uruguaya en 1950 con la novela erótica La mujer desnuda y de su creciente valorización, que incluye reediciones y traducciones, en una coyuntura favorable a escritoras vinculadas con su legado.

La reciente edición corrió por cuenta de la editorial Linardi y Risso, y el material procede del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Poitiers, en Francia, donde funciona el Fondo Armonía Somers, dedicado a la preservación y la investigación de los documentos y manuscritos de la escritora, donados a ese centro en 2010 y que antes había conservado el investigador y escritor Miguel Ángel Campodónico, fallecido el año pasado.

La responsable científica del fondo, la argentina María Cristina Dalmagro, de la Universidad de Córdoba, es la encargada de contextualizar, en uno de los prólogos de Tu casa en una altura, el proceso que llevó a la publicación de la obra, así como de establecer vínculos con otras zonas de la producción de Somers.

Esa vinculación con el resto de la obra de la autora es necesaria, en cierto modo, porque la novela, escrita en 1962 para un concurso del semanario Marcha, figuraba, en dos de las tres versiones conservadas, con el rótulo de “no publicar”.

Para Dalmagro, Tu casa en una altura presenta diferencias con el resto de la obra de Somers, pero también ligazones atendibles, especialmente con la que es considerada su novela mayor, Sólo los elefantes encuentran mandrágora, escrita una década después, en 1971, mientras la autora padecía una grave enfermedad pulmonar.

Entre las diferencias, hay algunas marcas de estilo, como el “lenguaje estereotipado”, la transcripción de elementos del habla popular (la pronunciación de inmigrantes, por ejemplo), y también asuntos de fondo, como el hecho de que Tu casa en una altura está más claramente anclada en el modo realista que el resto de la obra de Somers: su protagonista, Juan Gabriel, es un militante sindical que trabaja en la industria cárnica montevideana de principios del siglo XX. Además, la novela está organizada de una forma que la acerca a la literatura “panfletaria” (por caso, es narrada desde el punto de vista del abogado defensor de Juan Gabriel).

Sin embargo, Dalmagro encuentra conexiones fuertes con Sólo los elefantes… en el lugar central que ocupa el anarquismo y los anarquistas (Juan Gabriel lo es) en ambas obras, así como en la propia biografía de Somers, cuyo nombre, fuera de la literatura, era Armonía Liropeya Etchepare, hija de un militante libertario. En las dos novelas, además, juega un papel la obra anarquista Sembrando flores, de Federico Urales, de cuya protagonista devienen tanto el nombre de pila de la autora, elegido por su padre, como el de la protagonista de Sólo los elefantes….

El segundo prólogo que acompaña a la edición de Linardi y Risso corre por cuenta de Carolina Repetto (de la Universidad de Misiones), que recoge el material que acompañaba a los manuscritos y el prolijo trabajo de acumulación y documentación que evidentemente acometió Somers en la preparación de la novela, observable, por ejemplo, a partir de los recortes de diarios que daban cuenta de las luchas obreras en los frigoríficos del Cerro.

Repetto también reconstruye el modo de trabajar de la autora, y resulta particularmente llamativo el hallazgo de que había muy elaboradas frases-idea –encontradas en las archivo, en papeles aparte de los manuscritos– que precedieron a la redacción del texto principal.

Juego de pseudónimos

Dalmagro también especula sobre los motivos por los que Somers prefirió no publicar la novela. De algún modo, Tu casa en una altura es una novela de denuncia acerca de la situación del movimiento obrero con la que tal vez la autora, cuyo interés principal provenía de su propia imaginación, quiso tal vez “ponerse a tono” con la narrativa política de los años 60.

La edición de Linardi y Risso, además, incluye un facsímil de un artículo en el que Ángel Rama comenta –como miembro del jurado junto al paraguayo Augusto Roa Bastos y el argentino David Viñas– el material recibido en el Concurso Internacional de Narrativa organizado por Marcha. Allí señala la falta de distanciamiento y el exceso de diálogos de Tu casa en la altura, aunque, cabe sospechar, sin conocer la identidad de su autora, cuya obra ya venía promoviendo como editor y como crítico (y continuaría haciéndolo).

Cabe sospechar, entonces, que Somers, una autora de un elevado nivel de autoexigencia, no quisiera reconocer como suya una obra que envió al certamen con el pseudónimo “Juan del Pueblo”, que mantuvo en todas las versiones de los manuscritos. Así como “Armonía Somers”, la firma con la que Etchepare separó su labor como pedagoga con repercusión internacional de las transgresiones que acometió en la ficción, el heterónimo “Juan del Pueblo” la pudo haber mantenido a resguardo de cuestionamientos estéticos.