La primera página de la novela ya es en sí misma una declaración de principios. En ella leemos cómo una asustada pero decidida chica de 18 años abandona por la noche su segura y cómoda casa en el recóndito e impronunciable pueblo austríaco de Glühwürmchen, desafiando posibles condenas sociales, para adentrarse en el peligroso bosque en busca de una bruja que pueda curar la enfermedad mortal de su madre. Estamos en la segunda mitad del siglo XIX, y la escapada de Mina Strolz la lleva primero a ser testigo de un asesinato, que elige no revelar para evitar castigos por su escapada, y luego a una serie de acontecimientos que la llevan, tragedia tras tragedia y revelación tras revelación, a un tremebundo viaje por el centro de Europa y por las propias raíces de su linaje. Puede parecer un poco sorprendente que Mina elija no denunciar un asesinato para evitar un rezongo paterno, pero [tal es la lógica de la novela gótico-romántica, que es el género que Las lunas de marzo (Puck, 2022) sigue con fidelidad.
No sólo hay un claro apego a un género en esta novela de Sofía Aguerre (Montevideo, 1993), sino también a un estilo y a un lenguaje. La prosa de Aguerre es tersa, rica, levemente desfasada. Un lenguaje claramente de traducción, en el que las frases se espetan y los sollozos estremecen. El mismo estilo de lenguaje, pero no de género, se mantiene en la segunda novela de Aguerre publicada el mismo año, Adagio (Sujetos Editores, ganadora del primer premio en el concurso Juan Carlos Onetti de la IM de 2021, categoría Narrativa Infantil y Juvenil). El ambiente aquí no puede ser más distinto: estamos en un futuro indeterminado, en alguna parte de Australia, donde un inmenso domo de cristal alberga a la que sus habitantes creen la última ciudad de un mundo devastado por una catástrofe ambiental. La ciudad está organizada en anillos concéntricos, que dan lugar a enormes diferencias de calidad de vida entre uno y otro. Hay un crimen espantoso al inicio (peor que el de Las lunas de marzo), que desata una serie de revelaciones sobre la verdad oculta por el gobierno de la ciudad. El protagonista principal esta vez es masculino, pero el relato no está nada corto de mujeres jóvenes y decididas que, en un final abierto que preanuncia futuras continuaciones, quedan separadas de sus acompañantes varones y forman un grupo unido de sororidad frente a los eventos que puedan venir.
Tanto las novelas de Aguerre como las de la otra sensación uruguaya, Camila Silva, autora de Entre relojes (Puck, 2022, previamente publicado en edición de autora), se enmarcan en un movimiento conocido como “literatura juvenil”, una especie de denominación paraguas bajo la cual entra todo un ecosistema cerrado en el que autores, lectores, editores y otras figuras como booktubers, instagramers e influencers literarios se mueven e interactúan a un nivel insólito en lo que respecta a lo que es tradición en el mundo del libro. También saltan de una categoría a la otra con facilidad.
Claramente, la literatura juvenil así entendida no es un género, sino que se nutre de varios otros, principalmente (pero no sólo) de la fantasía, la ciencia ficción y la novela romántica. Del pastiche de estas y otras influencias nacieron dos géneros propios, el retelling (contar de nuevo relatos e historias clásicas, por ejemplo, agregándoles zombis) y el dark academia (relatos centrados en el mundo académico pero con fuertes componentes de melodrama, fantasía y romance gótico: una mezcla entre Harry Potter y Cumbres borrascosas). Todo comenzó, por ponerle una fecha, en 2014, con la publicación de El secreto, de Donna Tart, un novelón de 1.000 páginas que sentó las bases de lo que sería la movida dark academia y el éxito del género y sus derivados. Pero siendo sinceros, el fenómeno ya viene de bastante antes. El mérito o la culpa es de JK Rowling y el triunfo descomunal de su saga de Harry Potter. Varias generaciones de niños y adolescentes tempranos llegaron gracias a ella a convertirse en aficionados a la lectura, al relato fantástico, a los novelones cada vez más extensos y al fenómeno de la lectura como una actividad compartible. Esos niños y adolescentes crecieron y se apoderaron de ese mundo, y así nació la actual literatura juvenil: hijos e hijas de Harry Potter reclamando una literatura a la medida de su gusto.
Hijos e hijas, pero en realidad podría decirse hijas a secas. Casi la totalidad de los integrantes de este movimiento, con excepciones, son mujeres jóvenes entre los 20 y los 30. O mayores, lo cual no es de extrañar. Vivimos en una época en que las pasiones de la adolescencia, que antes se consideraba un rito de paso obligatorio abandonar a cierta edad, se mantienen sin vergüenza durante la vida adulta. Escribir o leer literatura juvenil ya no es sinónimo de ser adolescente, como tampoco lo es leer historietas, ver animé, ser aficionado al cosplay o consumidor de chupetines Pico Dulce. Hoy, las pasiones son para siempre.
Los protagonistas
Soledad Viera es quien se encarga del material de literatura juvenil en la librería Puro Verso, una de las que más trabajan el género. “Hace unos años no hubiéramos pensado en tener una sección tan grande de literatura juvenil en la que están incluidos el retelling, el dark academia, todo eso”, cuenta. “Hoy en día es una parte muy importante de la exhibición, y es importante para el público. Principalmente en los últimos dos años he empezado a trabajar mucho con bookfluencers. He ido a las convenciones que hacen para Instagram y me he metido un poco en ese tema, porque me parece que es un público creciente. No hay que pensar mucho para darse cuenta de que mueven el tema del libro de una manera diferente y que vale la pena enfocarse en ellos, más allá de que uno no comparta los géneros. Justamente por eso, porque yo no leo ese tipo de literatura, necesito tener el apoyo de quien sí lee eso, tanto para vender como para promocionar y para ampliar el mercado que tenemos nosotros. Y mi experiencia, la verdad, es sumamente positiva al trabajar con ellos y mover ese ambiente”.
Paula Gissel (“lectora uruguaya”, según la presenta el sitio goodreads.com, una comunidad de lectores que comparten sus impresiones) explica las diversas categorías de influencers que pueden encontrarse: “El booktuber se denomina así por la combinación de palabras book (libro en inglés) y tube (de Youtube), lo que implica que la red social predeterminada es Youtube. En las otras redes podés encontrar bookstagrammers (Instagram) o booktokers (Tik Tok). Hay quienes se denominan bookfluencers (o influencers literarios), ya que abarcan más de una red social. Fuera de Youtube, muchos booktubers interactúan con sus seguidores en Twitter o Instagram. Pero depende mucho de la aplicación que la persona prefiera utilizar”. La propia Gissel es un ejemplo de cómo los influencers utilizan diversas redes, o migran de una a otra: “Empecé a subir videos sobre libros allá por 2017 en otro canal, que tenía contenido muy variado. Luego decidí crear un canal exclusivo de libros, y creo que en ese momento empecé a usar la etiqueta de booktuber. Comencé subiendo videos hablando de mis lecturas para poder conectar con otras personas que hubieran leído los mismos libros. Con los años mi contenido fue variando, pero siempre volvía a los libros. En su momento tuvo un gran alcance, pero ahora, en la era de Tik Tok y reels en Instagram, creo que un video de Youtube es algo muy largo que la gente no termina de ver. Así que de a poco he ido haciendo la transición a estas dos plataformas y ya casi ni subo a Youtube”.
En el ecosistema literatura juvenil pesan mucho los bookfluencers. Lo fundamental, explica Camila Sande, otra bookfluencer conocida en el ambiente, es enamorarse de “una actividad que consiste en compartir en diversas redes sociales las cosas que leemos, libros que recomendamos y diversos contenidos relacionados con la literatura. Nuestra ‘tarea’, por decirle de alguna manera, consiste en reseñar libros y hacer recomendaciones en redes. Todo esto surge del deseo de encontrar a otras personas que también disfruten de la lectura, de conectar con ellos y crear una comunidad. Muchos de los bookfluencers empezamos hace años en Blogger, una plataforma online donde compartíamos reseñas y demás. Creé mi blog a los 14 años, en 2016, y ya en ese entonces había algunos influencers literarios iniciados y otros que, como yo, recién empezaban en el mundo de las recomendaciones literarias. También están los booktubers, que se trata del mismo concepto aplicado a Youtube. Sin embargo, en los años más recientes Instagram se convirtió en nuestro epicentro y somos muchos bookstagramers en esa red social, donde descubrimos que podíamos tener mucho más alcance y conectar de manera más directa con nuestro público y la comunidad. Y claro que en este último par de años la comunidad está creciendo en gran medida en Tik Tok”.
Tanto crece la comunidad, que tiene varios eventos presenciales recurrentes. El principal de ellos es Infoblog, un encuentro organizado por Day Hernández y Santiago Villalba. Explica Hernández: “Infoblog surgió de las ganas de tener un evento exclusivo para la gente de la comunidad de reseñadores de literatura juvenil en Uruguay; si bien cuando empezamos la movida, en 2018, no había tanto influencer literario como ahora, las ganas de tener algo propio y no visto antes en este lado del mundo eran más fuertes. Cuando se lo comenté a mi amigo, Santiago, quedó re copado y desde entonces, cada año, realizamos el evento dedicado exclusivamente a la comunidad reseñadora de literatura juvenil, juvenil/adulto, fantasía, new adult y ciencia ficción. El evento dura una jornada entera durante la cual los participantes conocen de primera mano las próximas novedades editoriales de la temática y muchos de ellos reciben sus primeras colaboraciones editoriales. Actualmente van más de 100 personas a este evento, y tener más de 100 personas que reseñan literatura juvenil no es poco”.
También está el Campamento de Libros. Una de sus organizadoras es la booktuber Luciana López: “Campamento de Libros es un club de lectura organizado junto con dos amigos que hice en la comunidad, Rodrigo Pérez Perino y María Suárez. Este club se creó en octubre de 2020 con el fin de generar un espacio para leer historias que hayan sido adaptadas a diferentes medios audiovisuales o que vayan a tener una posible adaptación. Nos pareció una buena forma de atraer a nuevos lectores. El resultado principal fue que se produjeron sinergias entre editoriales y diferentes grupos. Por ejemplo, hemos organizado en conjunto con la Red Nacional de Clubes de Lectura funciones especiales donde vimos la película en el cine de uno de los libros que leímos, así como presentar a un autor argentino que presentaba su libro en el país. Junto a editoriales, creamos espacios presenciales para hablar sobre algunas de sus novedades”.
Los libros
En 2012 desembarcó en Uruguay Puck, el primer sello multinacional que luego publicaría autores locales. Es parte del grupo español Ediciones Urano, y su responsable, Virginia Morales, lo define como “un sello editorial creado para jóvenes, aunque muchas veces traspasa los límites de la edad hacia abajo y hacia arriba y lo leen jóvenes adultos o adultos, y también adolescentes (middle grade), dependiendo del género y la temática”.
En Puck se editaron Las lunas de marzo, de Aguerre, y Entre relojes, de Camila Silva, y hay otros proyectos en preparación. “En el marco de la Feria del Libro Infantil y Juvenil 2022 organizamos una charla sobre el género dark academia en la que participaron influencers literarios (bookstagrammers, blogueros, booktubers y tiktokers) y público en general”, cuenta Morales. “Este espacio sirvió también para conocer cuáles son las inquietudes de los jóvenes lectores en la actualidad, y uno de los temas que mencionaron fue que no se les da oportunidades a los escritores uruguayos jóvenes. Ahí conocimos a estas escritoras y posteriormente comenzó el intercambio editorial”.
La presencia de autoras uruguayas es apenas la última novedad de un segmento de mercado que viene creciendo. “¿Cómo se vende? Se vende muy bien”, asegura Soledad Viera, de Puro Verso. “Hay que tener en cuenta que nuestra librería no tiene en primera instancia un enfoque juvenil ni nada de eso, pero hemos logrado ampliar muchísimo ese público y lo hemos logrado hacer a través de las redes. Así, colaborando con ellos, teniendo más material, trayendo, importando. Es un público de mucha emoción, es decir que están esperando, siempre están al alpiste, ya saben qué cosa va a salir, están siempre pendientes, entonces uno tiene que estar muy actualizado en las novedades, y a veces se le escapan, porque las tapas son todas medio parecidas, los nombres son todos medio parecidos, y entonces a veces se te pierden un poco”.
Un mundo de mujeres
Hay varones, sin duda, pero claramente son minoría. En todo aspecto de la literatura juvenil que se analice, se encuentra una mayoría indiscutida de mujeres. Autoras, influencers, editoras y lectoras.
“La comunidad está mayoritariamente formada por mujeres, aunque hay algunas pocas cuentas de hombres. Seguro hay algunas cuentas, pero sin duda son una minoría dentro de la comunidad”, reconoce Camila Sande.
Day Hernández dice: “Creo que se percibe de esa manera porque en un principio era así; muchas de mis colegas y amigas se unieron a la comunidad para tener con quien hablar sobre literatura, porque en la vida real el tratar con la gente les da ansiedad. Y si bien hoy en día los aportes masculinos son muchos y variados, se sigue notando la presencia predominante de las mujeres”.
A pesar de la tímida presencia masculina, la literatura juvenil es claramente un universo femenino, una zona de intercambio y un espacio seguro, además de un movimiento literario. Se nota hasta en las preferencias de sus integrantes, que cuando son consultadas sobre sus lecturas favoritas suelen citar, además de los nombres del momento, a autoras como Ursula K Le Guin, Jane Austen o alguna de las hermanas Brontë. Quienes se suman a la movida, desde toda posición, encuentran un sentido de pertenencia que se transparenta en cada intercambio que realizan. Lograron convertir actividades notoriamente solitarias como la lectura y la escritura en celebraciones comunitarias, que van desde los clubes de lectura a las maratones de escritura organizadas en redes. Un análisis serio del movimiento debería trascender lo literario y estilístico para preguntarse si estamos ante una movida feminista, o tal vez una estrategia de protección mutua.
“Movida feminista... Vos sabés que no sé si decirle”, dice Soledad Viera. “Sí te puedo decir que hay 97% de mujeres en la movida. Casi todas son chicas, son muy pocos los chicos que hay. Ahora, yendo a lo feminista, es medio complejo, porque creo que la mayoría piensa que sí, que lo son. Hay otras que no les interesa, que sólo leen lo que sea de esto. Pero después está el tema de que muchas de las que creen que sí, que son feministas, después te das cuenta del tipo de cosas que leen, y lo que hacen es reafirmar un estereotipo que es el de la damisela en peligro y el muchacho sudoroso que viene a rescatarla. Hay algunas historias que no, que son muy de la mujer empoderada que va para adelante en un mundo de goblins y lo que sea. Pero muchas historias son con ese formato, y pueden tener algún matiz de empoderamiento, pero en el fondo, en el trasfondo, muchas son eso. Están reafirmando un estereotipo ya conocido”.
Sofía Aguerre: la niña que quería ser escritora
¿Cómo empezaste a escribir?
Como mucha gente, escribía cuentos de niña, sobre todo en la escuela. A mis padres y a las maestras les gustaban y me animaban a seguir, así que decidí que iba a ser escritora. Tengo un montón de principios de novelas de cuando tenía entre nueve y 12 años. A los 13 logré terminar una, que era una mezcla de casi todos los libros que me gustaban en ese momento. Después seguí escribiendo.
¿Cómo es tu método?
Ha ido cambiando con el tiempo. Lo que me funciona ahora es dejar madurar las ideas hasta que hacen clic y empiezan a convertirse en otra cosa. Después, trabajo los aspectos más importantes para mí: el conflicto de los personajes principales, los puntos de la historia a los que quiero llegar, el tono. Ahí planifico los primeros capítulos, como para tener una guía, y arranco a escribir. Planifico los que siguen de a poco, de forma más bien flexible, según avanzo.
¿Qué tanto te apoyás en las maratones de escritura, y cómo llegaste a ellas?
Siempre quise participar en un NaNoWriMo [National Novel Writing Month], pero noviembre acá es mes de parciales y resultaba imposible. De ahí surgió la idea, en 2019, con mi amigo Santiago Villalba, de crear nuestra propia maratón [@megamaratonuy en Instagram y Twitter] en momentos del año que nos quedaran más cómodos. La iniciativa creció mucho desde entonces, ahora incluso organizamos eventos presenciales además de plantear desafíos de escritura y compartir entrevistas, consejos y experiencias de diferentes escritores.
Me tomo estas maratones como motivación para escribir con cierta constancia y compartir mi progreso con otras personas que están en la misma. Gracias a estas maratones empecé, retomé y terminé varias novelas, además de tener un registro de cómo fue el proceso de escribirlas.
¿Cómo definirías tu estilo y los géneros con los que te sentías cómoda?
Adapto mucho mi estilo al género en el que estoy trabajando. No escribo de la misma manera una historia juvenil de fantasía en el siglo XIX que una de ciencia ficción o una para niños con ambientación steampunk. Lo que sí hago es cuidar la eufonía, cómo suenan las palabras que elijo. Para eso, es fundamental encontrar el tono en el que quiero contar esa historia, y que las cosas fluyan. Suelo trancarme cuando no logro que el texto suene como quisiera, más que por no saber cómo sigue la historia.
Me siento más cómoda dentro de, justamente, la fantasía y la ciencia ficción, porque disfruto de lo amplios que son los límites para inventar e imaginar los escenarios en los que los personajes van a desarrollarse. Igual, soy una persona muy inquieta, así que escribo también fuera de esos géneros. Depende más bien de la historia que se me venga a la cabeza y de cómo la quiera contar.
¿Sentís que tu escritura refleja tus lecturas, o vas por otro camino?
No sé si es posible que lo que escribo no refleje lo que leo en algún punto, quiera o no quiera. Probablemente mis historias sigan siendo una mezcla de todos los libros que me gustan, pero con más distancia (y criterio).
¿Podrías citarme tus autores de cabecera, los que sientas que, te hayan influido directamente o no, te llevaron y te llevan a escribir?
Nunca pierdo la oportunidad de nombrar a mis dos autores favoritos: Neil Gaiman y Ursula K Le Guin. No sólo por lo fascinantes que son los mundos que han creado o por la forma de narrar tan distintiva de cada uno, sino por la manera en que ambos entienden las historias y la fantasía en particular. Por el amor que les tienen a las palabras.
Tampoco puedo dejar de nombrar a Federico Ivanier. Somos varios los que descubrimos que se podía escribir ese tipo de fantasía en Uruguay gracias a Martina Valiente. Le debemos muchísimo.
Y en Las lunas de marzo, concretamente, ¿qué influencias tuviste, ya sea autores o géneros?
Empecé Las lunas de marzo con 16 años, en 2009. Mentiría si te dijera que me acuerdo de lo que estaba leyendo en esa época, pero estoy segurísima de haberme enganchado mucho con los libros de La Orden de la Academia Spence, de Libba Bray. Puede que esa sea la influencia más fuerte.
Publicaste dos novelas antes de Las lunas de marzo.
En realidad, Las lunas de marzo fue mi primera novela publicada; primero en 2015, con Escarlata Ediciones (editorial española que cerró en 2020), y luego el año pasado con Ediciones Urano, bajo el sello juvenil Puck. Esta nueva edición no sólo está revisada, sino que contiene cuatro relatos extra que unen la historia original con la segunda parte.
Mi segunda novela fue Proyecto Pandora, publicada en 2018 con Escarlata Ediciones también, primera parte de una bilogía de ciencia ficción ambientada en un Londres futurista. Como ya no se encuentra disponible, y además la segunda parte de la bilogía no llegó a ver la luz, podríamos decir que ahora mismo mi segunda novela es Adagio, que salió el año pasado con Sujetos Editores y que ganó el concurso literario Juan Carlos Onetti (categoría Narrativa Infantil y Juvenil) en 2021.