Apasionada del urbanismo, del cine y de los perros, Rosalba Oxandabarat nació en una casona de Salto con gallinero al fondo el 12 de octubre de 1944. Desde niña, sus padres la convencieron de que el feriado de ese día era por su cumpleaños y no por la llegada de Cristóbal Colón a este continente. En Montevideo estudió Arquitectura y, además de los planos de papel, se entreveró con los de celuloide. Fue parte del documental Refusila (1969), sobre “el 68 uruguayo”, y con el mismo Grupo Experimental de Cine creó casi enseguida, el 8 de noviembre, la Cinemateca del Tercer Mundo. Otro de los fundadores fue Alejandro Legaspi, con quien Rosalba tendría dos hijos: Julián, actor de cine y televisión en Perú, y Soledad, periodista que actualmente se desempeña en Canal 5.
Su veta periodística la lleva al semanario Marcha, donde en principio escribe como “La chica de los lentes” y luego con su nombre real. Antes de que el periódico sea clausurado de forma definitiva por la dictadura cívico-militar se exilia en Lima (en los números de fines de 1974 ya aparece en el staff como corresponsal en esa ciudad). Ahí hace periodismo de espectáculos y de análisis internacional en medios de tirada masiva, como La Crónica, pero sobre todo se integra al núcleo que conduce el poeta Antonio Cisneros. Lo acompaña en las aventuras de 30 Días, El Búho y en la legendaria El Caballo Rojo. Regresa a Uruguay en 1985 con el retorno de la democracia y es una de las fundadoras del semanario Brecha. Esa será su casa por 33 años, donde cumplirá las funciones de cronista, crítica de cine, columnista (“Razas de gente”), editora de Sociedad, editora de Cultura, factótum del suplemento “El Ocho” y directora (2009-2012).
En su lista de deseos para 2023 había pedido “que los panaderos vuelvan a hacer pan marsellés como la gente, y no esa cosa migosa a la que insisten en seguir llamando marsellés”. También que en el año no se muriera nadie. Sobre todo por la pesadez que le generaba esa cantidad de notas que habían aparecido sobre personajes del tipo de la reina Isabel y del rey Pelé. Pero al final, el 11 de abril, Rosalba Oxandabarat -vasca, peruana y salteña- nos dejó a todos mascullando esa frase con la que comenzó el obituario que más le ha de haber costado escribir: “Es difícil hablar de Antonio Cisneros como de alguien que ha muerto”.