Este jueves murió el escritor Carlos Liscano, tras el agravamiento de una enfermedad a la que se había referido cuando recibió el premio Bartolomé Hidalgo a la trayectoria en noviembre de 2022.
Como integrante del MLN-Tupamaros, en 1972, cuando tenía 22 años, fue detenido y permaneció preso hasta 1985. Ensayó sus primeros escritos en prisión y siguió creando en Suecia, donde residió tras su liberación. En 1996 retornó al país y se insertó en la esfera pública local a través de sus colaboraciones en Brecha y El País Cultural, entre otros medios. En 2001 publicó El furgón de los locos, tal vez su obra fundamental, en la que da cuenta de su experiencia como detenido durante la dictadura.
“Hace días que estoy en un cuartel del Ejército, encapuchado hasta los hombros; el pantalón, la camiseta, el calzoncillo, los zapatos empapados. Tengo 23 años. No sé que día ni que hora es. Sé que es de noche, tarde. Acaban de traerme de la sala de tortura, que está en la planta baja, descendiendo la escalera, doblando a la izquierda. Se oyen los gritos, un torturado, otro, y otro y otro, toda la noche. No pienso en nada. O pienso en mi cuerpo. Está sucio, golpeado, cansado, huele mal, tiene sueño, hambre. En este momento en el mundo somos mi cuerpo y yo. No me lo digo así pero lo sé: no hay nadie más que nosotros dos. Pasarán muchos años, casi treinta, antes de que pueda decirme qué es lo que siento. No sé decirme 'qué se siente', sino qué sentimos él y yo”, decía el comienzo de esa obra.
En la obra narrativa de Liscano, que incluye, entre decenas de obras, las novelas La mansión del tirano (1992), escrita durante su cautiverio, y El camino a Ítaca (1994), “predomina la desafección, resuena un carácter kafkiano, impera el absurdo y la imposibilidad es la condición existencial de personajes indefectiblemente atrapados”, anotó la investigadora María Teresa Johansson.
En 2004 Liscano publicó Conversaciones con Tabaré Vázquez, pero su cercanía con el primer presidente frenteamplista no le impidió ser muy crítico con las políticas culturales de la izquierda gobernante. Sobre el final del mandato de Vázquez fue nombrado viceministro de Educación y Cultura, y luego, en la administración de José Mujica, director de la Biblioteca Nacional.
“Creo que la búsqueda de la verdad es una tarea permanente, vivos o muertos los protagonistas. Luego la vida me dio la chance de trabajar para eso: a pedido de la ministra María Simon, creé la Comisión de Reparación, la presidí, elaboramos el protocolo de funcionamiento y las primeras reparaciones a los nacidos en cautiverio. Pienso que hay que seguir trabajando con constancia y seriedad como lo hacen los familiares de desaparecidos. Ahora, esto se va para años; en España todavía se sigue discutiendo la Guerra Civil, los franceses están discutiendo la Segunda Guerra Mundial, después que terminen les queda Indochina y Argelia para discutir. Acá la cosa va para rato, quedan cosas por investigar; por ejempo, los diferentes puntos de vista”, dijo en entrevista a la diaria cuando ocupaba el puesto en la Biblioteca, en 2011.
En paralelo a su trabajo como escritor, traductor y ensayista, Liscano también incursionó en el arte gráfico. Además, mantuvo su afición por la polémica. Su penúltimo libro publicado es una dura crítica de la revolución cubana. El último, Esperando a los tártaros: utilidad de las fuerzas armadas, iba a ser presentado en estos días.
“Lamentamos profundamente el fallecimiento de Carlos Liscano. Generoso y siempre abierto al intercambio y al debate, Carlos fue un hombre y un escritor excepcional. Creía en la justicia y en la honestidad. También creía en el poder las palabras, y hubo pocas tan poderosas como las suyas. Vaya un abrazo a su familia, especialmente a Mónica Cardoso, su esposa, con quien Carlos fue tan feliz.”, dice el comunicado de la editorial Fin de Siglo.
“Gracias, Liscano, por ser generoso con muches de nosotres. Gracias a su recomendación me terminé formando en Londres cuando era una dramaturga emergente y la vida de cargos públicos nos reunió muchas veces. Un intelectual que hoy despedimos. Furibundo y elegante”, escribió en Twitter la ex directora de Cultura de Montevideo Mariana Percovich.
Desde las cuentas de Cinemateca Uruguaya también se expresó la pérdida: “Ha muerto el escritor Carlos Liscano. “En 2011 al frente de la Biblioteca Nacional contactó a Cinemateca para depositar los rollos con el registro del viaje de Amanda Berenguer y José Pedro Díaz por Europa que fue la base de El filmador, de Aldo Garay. La cultura uruguaya es hoy más pobre”.
La pareja del escritor, Mónica Cardoso, comunicó el fallecimiento en sus redes sociales y transcribió un poema que cierra 74 Cuerpo enfermo, el último libro de arte gráfico de Liscano: “Que no sea el dolor terrible de semanas o meses, el lento descomponerse de los órganos. Que no descrea de lo que ni me arrepienta de lo que ya fue. Que no haya yo olvidado nada, el amor ni el odio furibundo. Pero por sobre todo, que no pida clemencia ni perdón por nada y que solo agradezca a aquellos que mi vida tocó y soportaron. Que venga a tiempo, para que yo pueda sostenerme hasta el final. Que sea como una mano enorme que de pronto me tomara y me alzara en el aire y me arrojara. Al aire, al vacío. O a la nada'.”