Tabaré Gómez Laborde, el dibujante de historietas conocido simplemente como Tabaré, falleció en las últimas horas a los 74 años, según informó la televisión pública argentina. Había nacido en La Paz, Canelones, en 1948 y comenzó a dibujar desde pequeño gracias a su tío Pedro el Pita Laborde, que le enseñó un poco del oficio y otro poco de la vida.
“Él era muy bohemio. No le gustaba hacer acto de presencia en ningún lado. Vivía, no como un linyera, pero sí muy solo”, recordó en 2021 en una conversación con la diaria. “Yo iba a una casita que tenía cerca de las canteras de La Paz y él calentaba la caldera para tomar mate con sus dibujos. ¡Me volvía loco!”. En esa ciudad conoció los boliches, presencia constante en su obra.
Comenzó a trabajar en agencias de publicidad, no por vocación sino por necesidad. Intentó radicarse en Argentina en más de una ocasión, hasta que lo hizo en 1974; para entonces ya era un autor publicado. “Allá [por Uruguay] hacía las caricaturas de fútbol del diario Hechos, de Zelmar Michelini. Después hacíamos revistas como La Balota y La Chacota con Pancho [Francisco Graells], Néstor [Silva], Blankito [Luis Blanco], esos dibujantes históricos. Y hacíamos una página de humor para el diario Noticias de Argentina; así arranqué y después me vine. Acá empecé en Satiricón o Humor, ya no me acuerdo. Tantas revistas había... Había mucho laburo”.
Para entonces ya había encontrado su estilo, después de algunos años “afanando” a Saul Steinberg. “Después acá [por Argentina], con Hermenegildo Sábat y otros que me guiaron, busqué mi estilo, que es lo que tenés que tener. Porque si dibujás igual que otro nunca vas a llegar”. Era tanto el trabajo que necesitaba la ayuda de guionistas como Aquiles Fabregat, Fabre, con quien hizo “montones” de historietas, incluyendo dos de las más recordadas: El cacique Paja Brava y el Romancero ilustrado del Eustaquio”.
Pero su trabajo más famoso sin dudas es Diógenes y el Linyera, una tira diaria cómica que comenzó a publicarse en el diario Clarín en 1977 y continúa hasta el día de hoy. Allí trabajó con diferentes guionistas, incluyendo a Jorge Guinzburg, aunque desde 2008 la realizaba en solitario. Son más de 9.000 las tiras de las aventuras reflexivas de un vagabundo y su perro.
En la mencionada charla contó que durante la dictadura argentina había personajes “que no se podían tocar”, por estar relacionados al gobierno de facto, como César Luis Menotti, Guillermo Vilas o Carlos Reutemann. “El deporte lo usaba mucho la dictadura como propaganda, y estos tipos no se podían tocar”. Y por más que introdujo algunos mensajes solapados en sus dibujos, la parada de carro llegó por una tontería. “Una vez dibujé al Linyera en el diario revolviendo tachos de basura. Una pelotudez. Había moscas, y recomendaron que sacara las mosquitas. Cosas de milicos, increíble”.
Con respecto a lo picaresco, ahí jamás tuvo problemas. “Uno ya sabía los límites. Un diario va a toda la familia, así que sexo, humor negro y pornografía no podés. En una revista especializada en eso, como era Sexhumor, hacías lo que querías. Aparte el director, Andrés Cascioli, no te daba órdenes. Todos los dibujantes teníamos una libertad bárbara. Humor la rompió hasta la crisis económica, porque como les daba con un caño a las empresas nacionales y extranjeras, no tenía avisadores. No entraba un mango. Eso sí, se vendían 300.000 ejemplares, pero era complicado llevar esa empresa adelante”.
En los últimos años, su ánimo se había visto afectado por las consecuencias del coronavirus. “Esto de la pandemia me mató. No pude viajar más a Uruguay, que cada dos o tres meses iba hasta Colonia o hasta La Paz. Pero esto me mató y a veces te trabaja la cabeza”.
Claro que la tira no podía detenerse. “A veces hago tres o cuatro por día, a veces paso tres o cuatro días que no me sale nada. No es como hacer chorizos”. Y confesó que no era fácil mantener la frescura durante más de 40 años: “Al personaje lo he querido cambiar algunas veces, para no hacer siempre lo mismo, pero el diario no ha querido. Remover un poco las telarañas, hacer otra cosa. A esta altura del partido ya no, porque está muy incorporado, pero en una época me hubiera gustado cambiar. El diario no quiso, dejémoslo ahí”.
Una de las cuentas pendientes de Tabaré era publicar más recopilaciones de su obra, tanto en Argentina como en nuestro país. “No me ofrecieron y tampoco me ocupé. Si me ofrecieran, sí, más bien”, dijo en 2021. Sin embargo, ese mismo año se ofreció su obra a varias editoriales uruguayas y ninguna demostró interés.
Mientras tanto, el artista había comenzado a vender sus originales a través de las redes sociales y su sitio oficial. “Tengo tanta cosa, tanta cosa... ¿Qué hago con todo esto? ¿Para qué lo quiero? Sí les hago una fotocopia y me los guardo, para no perder esa imagen. Después, lo original lo vendo”.
“El precio lo hablamos en familia, con mi hija y mi señora, para que no sea muy elevado. Porque si no, no vendés nada. Tampoco regalarlo, porque es histórico, pero no es una obra de Van Gogh. Para algunas personas tendrá valor, según cómo el personaje le haya tocado en la vida. Se está viviendo una época económicamente muy dura en el país, así que dependerá de la disponibilidad económica en el bolsillo. ¿Compro originales o cambio el auto? Bueno, cambio el auto”.
La venta de originales, hasta el día de hoy, la realizaba con el mismo perfil bajo que lo caracterizaba. “No sé hacerlo, soy un tipo muy tímido. Tengo pánico escénico”.
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