Desde hace unas semanas está en la calle Todos detrás de momo / Los Olimareños, un nuevo ejemplar de la colección Discos de Estuario Editora, que llegó este año a los 25 títulos. El proyecto dirigido por Gustavo Verdesio comenzó con los reflectores puestos en el mundo del rock, pero poco a poco fue extendiéndose hasta otras barriadas musicales como la tropical o la canción criolla. A partir de esa apertura musical era predecible que más temprano que tarde el más famoso de los dúos orientales fuera objeto de análisis.
El encargado de la empresa es nada más y nada menos que Gustavo Espinosa, una de las plumas uruguayas más destacadas de las últimas décadas, quién además de escritor, músico y docente de literatura –atributo que quedará de manifiesto a lo largo del trabajo– es originario y residente de Treinta y Tres. “Un escritor debe escribir sobre lo que conoce”, confesaba en la presentación del libro a mediados de noviembre, y agregaba: “La discografía de Los Olimareños, para buena parte de los uruguayos de más de una generación y se imaginarán ustedes particularmente para los treintaitresinos como yo, es como el arbolado del ornato público, es una especie de telón naturalizado de nuestra existencia desde la infancia”. Por si fuera poco, el padre de Espinosa era primo de Pepe Guerra, mitad de Los Olimareños.
A partir de esa delimitación del objeto de estudio casi natural había que elegir una de las piezas de un proyecto artístico prolífico y exitoso como pocos. En ese sentido, dice el autor que Todos detrás de Momo tiene un don imprescindible en una obra artística: la potencia de irrupción. “Es una obra que rasga la superficie abruptamente y así fue recibida en el entorno local de Treinta y Tres, con cierto escándalo y con cierto desconcierto. Y en el ámbito de mi familia también. Un desconcierto que nunca terminé de saldar”.
Estética del disfraz
Un poco de contexto: para 1971 Los Olimareños ya habían editado en nuestro país seis elepés y eran verdaderas estrellas de la cultura de masas a partir de su asalto y consolidación en el folclorismo y su derivación sesentista, el denominado canto popular. Aunque desde sus inicios su propuesta dejaba ver hilos de experimentación, con Todos detrás de Momo patearon el tablero al tejer –junto con el maestro Rubén Lena y con la colaboración de la batería de murga de los Nuevos Saltimbanquis– una obra conceptual sin precedentes, no sólo en la temática sino también en el formato: la teatralización a lo largo del long play de un corso en el que vemos –escuchamos– pasar uno a uno los componentes de la farra: carros alegóricos, mascaritos, comparsas y cabezudos, entre otras atracciones. Si bien el rótulo “canción carnavalera” ya se había estrenado con “A Paco Bilbao” y “A mi gente”, de José Carbajal, esta era la primera vez que el carnaval ocupaba todo un álbum.
“Esa combinación de sonoridades heterogéneas que no llegan a empastarse totalmente sugieren una estética del disfraz. Los Olimareños se han disfrazado. Las canciones, que parecen ser más breves que de costumbre, se suceden con desfachatez y contundencia punk”, dice Espinosa en referencia a este cocoliche “criollo carnavalizado” que hoy ya recepcionamos con menos extrañeza que 50 años atrás.
Espinosa aborda el disco de Los Olimareños desde dos carreteras. Por un lado, la memoria.
El libro es un trampolín a su infancia, su casa y su familia, al ambiente de época del barrio y la ciudad natal. Ese punto de vista nos ayuda a comprender el impacto de la obra en el entorno olimareño o el de cualquier casa de aquellos tumultuosos años. Cuando la memoria es el eje, el relato se acerca a novelas del autor como Carlota podrida o Las arañas de Marte, reconocemos esa escenografía y todos sus floreos literarios, el humor, el pulso cinematográfico, cierto costumbrismo decadente, la glosa llana y florida.
Por otro lado, el libro también es un ensayo académico. En esta ruta disecciona la obra con rigurosidad, la pone en el contexto histórico político cultural y ofrece pistas para decodificar las alegorías del universo local y nacional como “La yarará”, “El Babieca”, “El Piedra” o “El zorro Plum”. En este sentido, ofrece múltiples interpretaciones de los textos y de las elecciones musicales, siempre con profundo fundamento. No escatima en aportes de otras obras artísticas, trabajos académicos o periodísticos ni en citas al pie donde se permite desarrollar líneas secundarias de análisis.
Además, como decía al inicio, el trabajo deja ver al docente de literatura y al músico. Pone particular énfasis en las líricas de Lena, en sus posibles significados, también en cuestiones formales, recursos poéticos, estilos y figuras retóricas abordadas como polipotes, jitanjáforas o prosopopeyas. Al reflexionar sobre géneros y recursos musicales, se percibe que Espinosa se siente como pez en el agua del Olimar. Además de desarticular valses, milongas o sones montunos, tiene la capacidad de traducir esa información, tal vez simple para un melómano, a otros públicos, desde los efectos del canto octavado o en terceras del Pepe Guerra a las sílabas que Braulio “alarga y ahora agónicamente”.
Corazones solitarios del maestro Lena
Cada una de estas miradas no son compartimentos estancos, sino que se entrelazan a lo largo del texto, que se ocupa casi en su totalidad al análisis canción por canción, uno de los requisitos de la colección. En este entramado, donde el escritor aprovecha cada track para aportar contexto y desarrollo histórico, está uno de los aciertos del trabajo. Como dice Verdesio en el prólogo, “si bien Gustavo decidió que este libro no sea una novela ni un largo poema, eso no significa que no nos ofrezca gratos momentos de gran vuelo literario”. La prosa es acompañada por fotografías del Banco de Imágenes de la Intendencia de Treinta y Tres que dan cuenta de aquellas carnestolendas. Todos detrás de Momo no fue un éxito inmediato ni mucho menos; es tal vez el menos exitoso de la discografía del dúo, asunto que también se aborda en el libro. Sin embargo, como otras vanguardias, con el tiempo fue ganando estatus de obra cumbre o de culto. Es uno de esos discos que todos conocemos, aunque nunca hayamos escuchado, y allanó el camino para todo el desarrollo de la murga canción que vino después.
En el último tiempo, el disco ha sido objeto de una reedición –con su remasterización–, lo que además provocó diversas revisiones periodísticas, y su título fue tomado prestado por una serie de ficción televisiva creada por Pablo Stoll y Adrián Biniez. El libro de Gustavo Espinosa aporta en abundancia a esta justa puesta en valor del que seguramente sea nuestro Sgt. Pepper’s.
Todos detrás de Momo / Los Olimareños. 288 páginas. Estuario, 2024.