El misterio de Alberto Methol Ferré es un ensayo con mucho de biografía y bastante de historia política regional. Es un aporte para entender, desde un vértice inusual, la cultura política de mediados del siglo XX en Uruguay, porque el estudio excede la figura individual: aparecen las lecturas de Methol y Methol como lectura, el poder de seducción de un antimarxista que fomentó el acercamiento entre la izquierda y el nacionalismo. Su memoria es capaz de convocar, aun en esta década, a Guido Manini Ríos, líder del partido de derecha militarista Cabildo Abierto, y a Yamandú Orsi, hoy el tercer presidente frenteamplista de Uruguay.
El misterio al que alude el título, entonces, no es sólo el de una trayectoria singular, que gracias al trabajo de Delacoste aparece revelado en intrincadas claves teológicas, sino también el de un flujo de creencias más conectadas de lo que comúnmente advertimos.
Para hablar de su estudio, el autor visitó la diaria Radio. Lo que sigue es una versión de esa charla a tres voces.
No es fácil, pero ¿cómo se podría definir a Methol Ferré? ¿Es un pensador inclasificable, como dice la contratapa del libro?
Soy politólogo, me formé en teoría política y me niego a que sea inclasificable. Nuestro trabajo es decir “no, si algo es inclasificable es porque está mal la clasificación”. Entonces hay que crear un concepto, y yo justamente creo este concepto de “verticalismo latinoamericano” para dar cuenta de qué es esto.
Él es un tipo que políticamente es un nacionalista que, a lo largo de su trayectoria, desde una primera militancia en posiciones de derecha radical, se mueve hacia una izquierda nacionalista, después se transforma en un militante de la derecha católica, después más bien en un intelectual de la integración regional, moviéndose entre la centroderecha y la centroizquierda.
Entonces, el libro es un esfuerzo por dar cuenta en un nivel político, pero también teórico y filosófico, de qué es lo coherente entre esos movimientos.
No es una biografía en el sentido tradicional, sería lo que llamamos una biografía intelectual. Aparece todo el tiempo el contexto político, el clima de época de los años 40, 50, 60 y luego también de los 70 y 80. Pero sobre todo hay un momento central en que la crítica a la situación del país, a la decadencia del batllismo, era omnipresente, si miramos las publicaciones de la época, que desde la ficción a la economía apuntaban a cierta inviabilidad de Uruguay. En ese momento, Methol publica El Uruguay como problema, que es parte de esa corriente, pero vos afirmás que propone una salida “geopolítica” para que el país encuentre otra ilusión, otro destino.
Methol era un intelectual que siempre estaba tratando de tomar la temperatura de la situación y de acudir a una tradición intelectual larga y densa para buscar en el pensamiento político, en la historia, en la filosofía, algo que decir de situaciones políticas muy concretas y de conflictos muy concretos. Entonces en su pensamiento siempre hay una especie de chispa entre la tradición intelectual de Occidente y la coyuntura política más inmediata. Eso lo hace tan interesante para investigar.
Toda la primera parte del libro, el primer cuarto, es un intento de reconstrucción de cuáles son las ideas que después terminan en El Uruguay como problema: qué es lo que él toma de Rodó, qué toma del peronismo, qué toma del revisionismo histórico argentino, de la izquierda nacional uruguaya argentina… Efectivamente, El Uruguay como problema llega en esa coyuntura ya no de crisis del batllismo, sino de una crisis muy avanzada. Estamos hablando de la segunda mitad de los años 60, y, claro, él básicamente, y un poco siguiendo a Real de Azúa, que es como su padrino intelectual, plantea la idea de que si Uruguay, con el batllismo, tenía un gran proyecto nacional, que era ser un faro de progreso, una pequeña utopía ilustrada, y eso se agota con el agotamiento del modelo batllista en los años 50, hay que proponer otra gran idea nacional. Y esta gran idea nacional era compartida con gente más conservadora y otra más de izquierda. Por ejemplo, Vivian Trías, en Aportes para un socialismo nacional, hace un argumento muy parecido, que es algo así como que la gran tarea nacional de Uruguay es promover una alianza argentina-brasileña que sea el núcleo de la integración de América Latina en un estadio continental, que tenga como consecuencia el quiebre del dominio imperial sobre América Latina.
Por lo tanto, Uruguay no es inviable, no es irrelevante, es nada menos que el núcleo del problema de la historia universal como superación del imperialismo estadounidense en América Latina. Es una propuesta de una gran misión para Uruguay.
Y hoy la sede del Mercosur está en Montevideo. ¿Qué fue Luis Alberto de Herrera para Methol Ferré?
Él se forma como militante del herrerismo, específicamente como militante de una agrupación universitaria del herrerismo, en tiempos en los cuales estaba fuerte esta posición que se llamaba “tercerista” en la FEUU, que era gente que no se alineaba ni con Estados Unidos ni con la Unión Soviética. Y en ese tercerismo había agrupaciones marxistas heterodoxas, anarquistas y herreristas. Él era de estos herreristas. Y él se forma muy cerca de Herrera, va a la quinta de Herrera y hasta el final de su vida está reflexionando sobre la obra de Herrera. Tiene una relación compleja con Herrera, porque si uno lee La Revolución francesa de Sudamérica, que es el gran libro doctrinario de Herrera, el argumento que hace es básicamente: los sudamericanos, cuando necesitaron dejar atrás su herencia hispánica y buscar una idea de libertad, tenían dos opciones. La revolucionaria francesa y la monárquica parlamentaria inglesa. Eligieron la francesa y se equivocaron. Y Methol estaba de acuerdo con eso, pero decía que Herrera se equivocó al decir que la opción inglesa era la correcta: la opción correcta era volver al seno materno de la madre patria España.
Methol, de algún modo, imaginaba un herrerismo no liberal, lo cual es una proyección intelectual, porque un herrerismo no liberal es casi inimaginable, pero en los años 50 había un contexto de acercamiento entre Herrera y Perón, de una idea de antiimperialismo herrerista, en el que estaba en discusión qué podía llegar a suceder. Esa ilusión termina con el gobierno blanco de 1958, en el que el herrerismo, digámoslo así, decanta hacia una posición fuertemente liberal proestadounidense, y eso deja medio sueltos a un montón de cuadros formados, jóvenes herreristas o posherreristas o filoherreristas o cuasiherreristas, o gente que estaba cerca de Benito Nardone, como estuvo Methol. Y esa gente termina en ese momento dando un giro hacia la izquierda, van hacia la Unidad Popular, se acercan a Trías.
La coalición que construye el Partido Socialista para las elecciones de 1962.
Correcto. Yo diría que Methol deja de militar cerca de Herrera a finales de los años 50, pero sigue siendo una especie de herrerista toda su vida. El primer capítulo de mi libro tiene como primer subtítulo “Batlle ha muerto”, que creo que dice mucho.
Hay un continuo zigzagueo, un cambio de identidades partidarias de Methol, como si en el fondo el mapa político no fuera lo más decisivo. O, en todo caso, reflejaba que no tenía ningún complejo en cambiar las veces que fuera necesario. Hay un deambular por sectores del Partido Nacional, luego por el Frente Amplio fundacional. Por ejemplo, escribió el discurso que leyó Liber Seregni el 26 de marzo de 1971, y en el libro hay una serie de interpretaciones de ese texto. Luego hay reencuentros con el Partido Nacional en algún momento, también con el Frente Amplio a través de la figura de José Mujica, y hay un hijo de Methol Ferré, Marcos Methol, que no es objeto del libro, pero de algún modo lo mencionás muy lateralmente, que es hoy un cuadro político de Cabildo Abierto. ¿Cómo explicar esa trayectoria cambiante?
Esa forma de cambiar todo menos lo fundamental es el núcleo que él toma de Herrera. Por eso, yo propongo como solución para este enigma la idea de verticalismo latinoamericano, porque él cambia, pero sin embargo su pensamiento es bastante consistente y es una idea de nación sudamericana fundamentada en un culturalismo católico y una reivindicación de la colonia española. Y cuando él ve que algún armado político, sea el Mercosur, sea el Frente Amplio, sea la alianza Herrera-Nardone, sea la forma como la iglesia católica purga la teología de la liberación, que él pensaba que eso iba a llevar a una reconstitución de la cultura latinoamericana católica, cuando él ve que se abre una veta que lleva a la construcción de su visión de una América Latina hispánica católica unida, él va para ahí y se acerca a los líderes y a los dirigentes que le parece que van a ir en esa dirección.
Puede haber visto eso en Seregni, seguramente lo vio en Herrera, seguramente lo vio en Antonio Quarrachino, que era un obispo de Avellaneda, que era importante en la iglesia católica de los años 70. Lo vio en Juan Pablo II, de algún modo.
A diferencia de la mayoría de los intelectuales, que en muchos ejerce una influencia indirecta, Methol tuvo una incidencia bastante inmediata en algunos líderes, una capacidad de complementar o aconsejar a personas que detentaban poder, lo que explica un poco su movilidad.
Hay una pequeña semblanza que escribe Real de Azúa en la Antología del ensayo uruguayo, de 1964, en la que dice que Methol tenía “un gusto por la acción vicarial y por el adoctrinamiento de los jefes”. Entonces, por ejemplo, también escribió un discurso de Juan Pablo II, el lanzamiento de la celebración de los 500 años de la evangelización, es decir, de la conquista de América, que dio el papa en Santo Domingo.
Era un tipo que estaba muy bien conectado y que aprendió de muy gurí las mañas de la alta política. Si uno lee las anécdotas de los 50, cuando él se forma, la escena nunca es un comité de barrio, siempre es la quinta de Herrera, siempre aparece en lugar del secretario, negociador, intermediario.
Justamente, “Nexo” era el nombre de su revista.
Sí, es un concepto que a él le interesa; de hecho, fundó dos revistas con ese nombre.
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En un pasaje del libro decís que a Methol, como a todos, lo habitaban múltiples fuerzas en permanente disputa. En su caso son interesantes, además, porque se trata de ideas que también se enfrentaban en el mundo. Nada le era indiferente, parece.
A finales de los 50 y mediados de los años 60, Methol tiene una especie de crisis de fe. Sus convicciones religiosas se tambalean y, de hecho, le dice a Real de Azúa que él está fuera de la iglesia. Quería saber qué era eso y lo encontré en una carta a Abelardo Ramos, que era un gran intelectual de la izquierda nacional argentina. Le dice que lo que le pasó fue que en su encuentro con el marxismo le hizo dudar si él tenía que ser marxista, si tenía que ser católico, si tenía que ser marxista católico. Si eso se podía conciliar o no, que es la gran discusión que va a tener en la década siguiente. Él en los 70 va a combatir contra la teología de la liberación diciendo que no, pero en los 60 estaba pensando eso.
Toda su obra madura de la segunda mitad de los 60, que incluye El Uruguay como problema, es el intento de resolución de ese gran conflicto. Lo resuelve diciendo “no, el marxismo es incompatible con el catolicismo”, y, de hecho, a partir de ahí se va a transformar en un combatiente antimarxista muy consistente en el terreno teórico, pero también abrió alianzas tácticas con el marxismo en ciertas situaciones. Por ejemplo, en el Frente Amplio, nada menos, en el 71. Hay ahí una forma muy sutil de pensar la política, de pensar la intelectualidad y la relación entre la intelectualidad y la política.
En el fondo, para escribir este libro, yo me tuve que hacer un poco teólogo, tuve que ponerme a leer a Tomás de Aquino, tuve que leer bien a Carl Schmitt, tuve que entender toda la tradición filosófica que él después moviliza para construir posición política. Y eso para mí es lo que lo hace tan interesante.
En el libro hay una teoría que explica el acercamiento entre la izquierda y cierta derecha dura, por así decirle, no sólo en Uruguay, sino en otras partes. Recién mencionábamos a Cabildo Abierto, que hoy parece ser el aliado preferencial del Frente Amplio en el Parlamento. ¿El pensamiento de Methol puede explicar o ayudar a ver desde otra perspectiva ese acercamiento que a veces parece difícil de entender?
Absolutamente. De hecho, la idea de escribir este libro viene de cuando en la elección de 2019 Cabildo Abierto vota muy bien. Yo estaba trabajando como periodista y cuando empiezo a profundizar sobre Cabildo Abierto veo que los vínculos con el Frente Amplio son muy poderosos a través de muchos caminos: Hugo Manini, el nombramiento de Guido Manini como jefe del Ejército, Marcos Methol, y me encuentro, cuando profundizo por cualquiera de estas líneas, con el pensamiento de Methol.
Efectivamente, hay una zona de superposición entre una parte del nacionalismo de izquierda y la extrema derecha, que a los liberales les encanta remarcar para decir: “En el fondo, son todos autoritarios, populistas, no sé qué”. Pero yo lo que trato de decir es que esa lectura liberal es muy superficial, pero el fenómeno existe. Y es un fenómeno que, si uno es de izquierda y está preocupado por el ascenso de las ultraderechas, tiene que tratar con mucha sutileza para entender cómo distinguir la paja del trigo. Quién es quién, por ejemplo. ¿Es lo mismo el pensamiento de Carlos Quijano que el de Methol? ¿Es lo mismo el latinoamericanismo de Galeano que el de Methol? ¿Es lo mismo el anticolonialismo de Enrique Dussel que el de Methol? La respuesta es que no, pero no es tan evidente: hay que trabajar para llegar ahí.
El misterio de Alberto Methol Ferré: un estudio sobre el verticalismo latinoamericano. 344 páginas. Estuario, 2025. El libro se presenta el sábado 11 de octubre a las 21.00 en el salón Rojo de la Intendencia de Montevideo en el marco de la Feria del Libro. Acompañarán al autor Magdalena Broquetas, Nicolás Iglesias y Camilo López.